Häxan: La brujería a través de los tiempos

El nombre del maligno Por Pablo López

“Por favor, permite que me presente

Soy un hombre rico y refinado

Llevo por aquí mucho, mucho tiempo

Y he llevado más de un alma a la perdición”

Häxan

Cuando Benjamin Christensen rodó Häxan en 1922 1 el diablo ya llevaba miles de años hollando la tierra. Las primeras imágenes de la película, muestran algunas de sus primeras encarnaciones conocidas, pero es seguro que hubo muchas más. La figura del diablo ha servido durante siglos para explicar tanto lo inexplicable como aquello que no queríamos asumir, nuestra propia oscuridad interna. Dicho de otra forma, Satán y todos sus otros avatares se han utilizado como la más común de las cortinas de humo, la tapadera más vulgar y a la vez elaborada para cometer los crímenes más horribles. El filme de Christensen se entrega con pasión a la noble tarea de tirar de la manta y dejar al descubierto la mentira del diablo y todas sus implicaciones. Con un estilo que resulta cercano al de un ensayo, hablando directamente al espectador mediante los abundantes intertítulos, Christensen nos ubica en un mundo, el del medievo, en el que el Maligno era real, y pone el foco en la brujería: la representación del poder infernal en la tierra.

“Estaba dando una vuelta por San Petersburgo

Cuando comprendí que era el momento de un cambio

Maté al zar y a sus ministros

Anastasia gritó en vano”

Häxan

Una mujer entra en una casa de noche. Junto al hogar, una vieja remueve un caldero humeante. La mujer viene en busca de una poción de amor que desate la pasión de un clérigo orondo que solo tiene ojos para la comida. Cuando le ofrecen algo aún más potente, la mujer se marcha satisfecha. Con esta breve escena, Häxan nos muestra la percepción de la brujería durante la Edad Media. Las artes oscuras eran el camino para alcanzar todas aquellas fantasías que la época reprimía. Pero también se asociaban a todo aquello que no se podía comprender, lo que la religión había tachado como inaceptable, probablemente porque se veía incapaz de ofrecer una respuesta. Christensen lo etiqueta como “las supersticiones” y ofrece un ejemplo bastante claro: dos jóvenes médicos son sorprendidos por una mujer en el momento en que van a practicar la autopsia a un cadáver. La mujer huye aterrorizada, gritando sobre los impíos actos que van a suceder. El avance científico detenido por el temor a ofender a Dios. Y Dios, por supuesto, entra en acción.

“Observé con placer

Cómo vuestros reyes y reinas

Lucharon durante diez décadas

Por los dioses que habían creado”

Häxan

Christensen dedica un largo tramo de su ensayo a mostrarnos el funcionamiento de la Inquisición. A través de la historia de una viuda que acusa a una anciana de ser la causante, brujería de por medio, de la muerte de su marido, Häxan da un paso más en su operación de desacreditación del demonio. En esta narración, una mujer sufre terribles torturas a manos de varios hombres por el simple hecho de ser vieja y mujer. Después, la propia viuda sufrirá el mismo destino por atreverse a desafiar la autoridad masculina. Su juventud y belleza le granjean la simpatía de un inquisidor novato (que, sin embargo, no prestó mayor atención a las súplicas de la anciana), pero ni siquiera eso salva a la viuda de ser defenestrada en nombre de leyes tan arbitrarias que hacen parecer la muerte y la tortura a manos de la Inquisición un simple accidente del destino. Un accidente, eso sí, con responsables detrás. Así, sin necesidad de decirlo directamente, Christensen construye la idea de que religión y superstición fueron o al menos se convirtieron en lo mismo. Si la Santa Inquisición existía para defender a la cristiandad de los ardides del maligno, entonces Satán existía para justificar la propia Inquisición e, incluso, la propia religión. No hay héroe sin villano, dicen, pero nadie asegura que no puedan ser lo mismo.

“Alce la voz para gritar

¿Quién mató a los Kennedy?

Cuando, al fin y al cabo

Fuimos tú y yo”

Häxan

Después de esto, Häxan da un nuevo salto aún más sorprendente y nos lleva a los albores del siglo XX. Christensen da por finiquitada la brujería con la llegada de la ciencia moderna. Lo que antes se entendía como hechicería solo era, en muchos casos, un desorden mental que no se podía diagnosticar. De esta forma parece que el director está dispuesto a cerrar esta siniestra historia de abusos e ignorancia: la superstición derrotada por la ciencia. Una breve pieza sobre una mujer que no puede controlar sus impulsos cleptómanos y que, sin embargo, recibe un tratamiento humano y comprensivo por parte del empresario al que iba a robar, nos habla de la comprensión del ser humano en el nuevo siglo. Pero la nota se torna irónica y amarga cuando Christensen cierra la película. Un único plano de una mujer sometida a una ducha fría en una institución mental echa por tierra buena parte de lo construido en todo el segmento del siglo XX. La ciencia ha reemplazado a la religión, convirtiendo lo brutal en refinado, pero no en auténtica comprensión. Seguimos sin entender el sufrimiento de estas mujeres, dice Christensen, seguimos arrojándolas lejos, tratando de sacarles el demonio del cuerpo a garrotazos. La gran diferencia es que ahora el garrote está recubierto de terciopelo y acompañado por doctas palabras y sonrisas distantes.

“Dime, cariño, cuál es mi nombre

Dime, cielo, ¿puedes adivinarlo?

Dime, cariño, cuál es mi nombre

Lo repito una vez más, tú eres el responsable”

Conviene tener en cuenta que Häxan es una película de 1922. Tanto la ciencia como la manera en que percibimos la religión han cambiado enormemente. El concepto de histeria femenina ha desaparecido, dando paso a una comprensión razonablemente más compleja de la mente humana. Igualmente, el mundo actual ofrece cada vez más la posibilidad a las mujeres de asumir otros roles más complejos y satisfactorios que los de víctima o bruja. Sin embargo, también conviene tener en cuenta que Häxan ES UNA PELÍCULA DE 1922. El grado de modernidad que despliega Christensen en ella es tan notable que uno se ve obligado a revisar esa fecha una y otra vez para certificar lo que parece imposible. Durante un momento del fragmento de la Inquisición, el director detiene la narración y nos muestra a la anciana que interpreta a la mujer acusada de brujería. Su rostro apergaminado, lleno de surcos y arrugas, inunda la pantalla. Christensen rompe la ficción presentándola como la actriz que interpreta el papel para hablarnos de la mujer real, de cómo su rostro provoca espanto o tristeza. El impacto de esta operación traspasa las barreras del tiempo, el miedo a la decadencia es atemporal. Al obligarnos a enfrentar este rostro liberado de cualquier artificio, la película nos invita a ver a una mujer que ha sufrido décadas de sometimiento, una mujer cuyas arrugas son sencillamente la señal del tiempo y la miseria. El demonio no es responsable de ese rostro, lo somos todos. Es ahí cuando Häxan desvela el gran misterio, el nombre del maligno: tú y yo. Que la película sea capaz de mostrarlo con semejante empatía, que un film de 1922 pueda ser semejante monumento a lo mucho que ha tenido que aguantar el ser humano y en particular la mujer a lo largo de la Historia sirve también como recordatorio de algo más: debemos hacerlo mejor.

  1. La película se estrenó en Suecia y Dinamarca con considerable éxito pero fue, sin embargo, prohibida en Estados Unidos y fuertemente censurada en otros países, que consideraron que era demasiado gráfica en su representación de la tortura, la desnudez y las “perversiones sexuales”.
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