Headhunters

A la caza del talento Por Manu Argüelles

La moda literaria de la novela negra nórdica que ha traído consigo la correspondiente invasión de traslaciones cinematográficas, como todo ciclo marcado por los designios del mercado, ha exportado desde los países nórdicos películas estimables y algunas directamente de clara explotación mercantilista. Como todo el mundo sabrá a estas alturas, la veda la abrió la trilogía Millennium del escritor Stieg Larsson, que no tardó en tener su reflejo cinematográfico desde el mercado sueco. Cuando Hollywood fija su atención y realiza un remake a cargo, nada menos que por uno de los pesos pesados de Hollywood, David Fincher, tenemos ante nosotros un signo inequívoco del gran alcance mediático global que ha alcanzado la propuesta.

Ya hay alguna tentativa de tratar de encontrar señas comunes en esta eclosión de cine negro nórdico, pero al margen de la idiosincrasia específica de los países de origen, lo cierto es que no podemos encontrar signos distintivos suficientes como para poder afirmar que la batería de estos films suponen una renovación dentro de la larga tradición del noir, como así pasó en Japón o en Francia con el polar. Las más afortunadas cumplen con oficio con las pautas marcadas por el cine de Hollywood; las islandesas incluso saben crear atmósferas que envuelven y densifican la acción. El resto, como Headhunters, es carne de televisión, de un domingo por la tarde.

Desde Stieg Larsson, a raíz del boom en 2008, nos llegaron a nuestras pantallas propuestas islandesas dentro de los mismos códigos criminales, las dos más interesantes de toda esta oleada, como Reykjavík-Rotterdam (Óskar Jónasson, 2008) estrenada aquí en el 2010, o se rescata para el dvd anteriores largometrajes como Las marismas (Mýrin aka Jar City, Baltasar Kormákur, 2006), todo un éxito en Islandia.

De Suecia, aparte de las de Stieg Larsson, en el mismo 2010, nos llega una película que se basa en otro escritor de éxito, Åsa Larsson, del que vimos la fallida Aurora boreal (Solstorm, Leif Lindblom, 2007). Paralelamente al estreno en cines españolas de algunas, aprovechando el tirón, A Contracorriente films, dentro de lo que ellos denominan Generación Millennium, publica en dvd diferentes largometrajes de los países nórdicos que permanecían inéditos en nuestro país, todos ellos además disponibles en Filmin’, como por ejemplo, desde Noruega, misma procedencia de Headhunters,  Bienaventurados los sedientos (Salige er de som tørster, Carl Jørgen Kiønig , 1997), o bien, la serie de películas sobre el detective literario Varm Veum. De estas últimas, las dos primeras vieron su estreno en los cines de Noruega, mientras que las siguientes ya fueron directamente concebidas para la televisión.

La segunda que se estrenó en cines, Varg Veum – Ángeles caídos (Varg Veum – Falne engler aka Fallen Angels, 2008) está dirigida por el mismo director de Headhunters, Morten Tyldum, el cual no hace falta que jure que proviene de la televisión y la publicidad. Mientras que en Ángeles caídos la influencia no se acusa en exceso, si bien es inevitable que el film no escape del tufillo acartonado televisivo, en lo que respecta a Headhunters, la huella es terrible, como por ejemplo en el uso de la música no diegética, muy mediocre, machaconamente utilizada como acento enfático de la tensión. El largometraje acusa un subrayado sonoro que llega en muchos momentos a resultar cargante, por su insistencia en querer pautar el ritmo trepidante de forma estentórea e innecesaria. Es un film embalsamado en los peores tics y maneras de la televisión, incapaz de insuflar solidez con recursos menos trillados. Si el título inglés significa cazatalentos, en relación a la profesión “oficial” del protagonista, en lo que se refiere a nosotros como espectadores, pocos talentos cazaremos en este film.

Así, Headhunters se inscribe en esta ola y para la ocasión se parte de uno de los escritores de género más exitosos de Noruega, Jo Nesbø, escritor que salda así su debut cinematográfico de una de sus novelas, editada por RBA el pasado 02 de agosto, publicación totalmente sintonizada con el estreno cinematográfico. Se establece así una fructífera alianza entre la editorial y la distribuidora española que hace constar en el cartel español quién publica el libro. No sé si el boom ya ha llegado a un nivel de saturación que provoca que muestras recientes, como la que nos ocupa, únicamente sirvan para seguir explotando el filón hasta que se agote el interés del público.

El caso es que Headhunters, dada la patente mediocridad con la que está realizada, parece únicamente motivada para aprovechar el tirón literario del escritor.

Porque no parece haber ningún interés en que el film sobresalga por encima de sus contemporáneas. Es una prueba de que no siempre una adaptación fiel supone un buen trabajo fílmico. Una planísima puesta en escena, carente de imaginación, sirve para inspirarse en el molde de películas como Con la muerte en los talones (North by Northwest, Alfred Hitchcock, 1959), mezclado con la  persecución entre antagonistas tipo la serie de El fugitivo, para narrarnos la odisea particular en la que se embarca un engreído, pagado de sí mismo y prepotente personaje. Hay que decir que en el libro es mucho más antipático con su chulería insoportable, siempre en primer término, ya que nos cuenta todo lo que piensa. En cambio, en el film, el carácter áspero del protagonista está expuesto al mínimo denominador, totalmente suavizado. Seguramente  por eso se borra el hecho de que obligase a su mujer a abortar, para que no se nos muestre excesivamente cabrón y, por tanto, al espectador le cueste empatizar con el protagonista. Alégrense, tal como lo han dejado y con el nulo actor que han escogido, también es imposible sentir algo de empatía con el destino del personaje.

Nuestro chico, bajito para la media noruega, déficit que salda con una vida de lujo muy por encima de sus posibilidades reales, tiene como hobby el robo de obras de arte valiosas, método que le sirve tanto para pagar sus deudas como saciar sus dotes de codicia. Una vez insertos en el particular mundo del protagonista, la acción se desencadena cuando conoce a Chas Greeve, por mediación de su esposa. Éste que había estado en el ejército y hasta la fecha había trabajado en una empresa holandesa de GPS, es el candidato real tanto para su oficio público, ofrecerlo para una empresa noruega de GPS, Pathfinder, como para el definitivo robo que le permitirá dar el campanazo. Por mediación de su difunta abuela, Chas Greeve tiene en su poder un cuadro desaparecido de Rubens, La caza del jabalí de Caledonia. Todo parece ir sobre ruedas, pero las cosas se complican cuando encuentra el móvil de su mujer en el piso de Chas Greeve y, paralelamente, su colaborador en los robos, es envenenado en su propio coche.

Ya no es solo que Headhunters cuente con giros imposibles del guión, o que acumule situaciones cada vez más rocambolescas e imposibles, que se apelotonan atropelladamente en virtud de un mal entendido acelerado ritmo y de la necesidad de crear suspense a golpe de martillazo. Como aficionado al género puedo tolerarlo e incluso puede verle su sustancia, si esto está enmarcado en el delirio churrigueresco de aquellos films que se sitúan en los límites de un ciclo explotado hasta la saciedad, y que se abocan a un desparrame narrativo y estilístico cercano a la parodia, caso de la muy reivindicable Ruta suicida (The Gauntlet, 1977, Clint Eastwood), o de la prematura y fascinante Detour (Edgar G. Ulmer, 1945). Pero no hay indicios que se busque tal voluntad, sino que el resultado es involuntario, ridículamente involuntario, dada las torpes destrezas heredadas de la televisión, amén de unos fallidos actores que no saben qué hacer con sus papeles, carentes de profundidad psicológica. De juzgado de guardia es el protagonista, que después de pasar por el calvario que pasa, cífrese sumergirse en una superficie de mierda que le cubre todo el cuerpo, el tío está más impasible que Chuck Norris arrasando el vietcong. Hasta el bueno de Chuck, de vez en cuando nos pone de cara de estreñido cuando lo torturan. ¿Es un superhéroe nuestro personaje y no me he dado cuenta? Cuando Hitchcock decía que los actores eran ganado, los de Headhunters lo son, meros monigotes al servicio de una acción carente de sustrato simbólico o de carácter existencialista. Sí, es entretenimiento puro, pero en el peor de los sentidos. No dirán que es lenta, opinión tan típica del público cuando se trata de una película de género europea y les preguntan a la salida del cine. Pero no tiene más. Ideal para echarse unas risas a costa de ella, como así pasaba en el pase de prensa.

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