Heavysaurs – The Movie

Dinosaurios a todo ritmo Por Domingo López

Un año más, las secciones satélite del Festival de Cine de Sarajevo nos sirven como vía de escape del tono monocorde de la mayor parte de la programación. Lejos de la languidez narrativa de turcos, rumanos y ex yugoslavos, optamos por sumergirnos en la selección infantil del festival y dejarnos llevar por la primera aventura en la pantalla grande de los Heavysaurs.

He de reconocer que no tenía ni idea de la existencia de estos reptiles aficionados al metal antes de ver su aventura cinematográfica; el concepto de mezclar cine infantil, bicharracos y rock fue suficiente para su selección directa. Luego ya descubriría que el grupo lleva años triunfando entre los preadolescentes de toda Europa, a través de sus discos, videoclips y sus obras en vivo, cuyas adaptaciones en español también han dado la vuelta por toda Sudamérica. Por fortuna, no es necesario tener background alguno del fenómeno para disfrutar de la película.

Heavysaurs Sarajevo

Todo empieza el día en el que la bruja que está a cargo de los cuatro heavysaurus decide que es hora de que se emancipen y salgan al mundo exterior. Esto coincide con los planes de un malvado empresario dispuesto a no dejar piedra sin remover en la montaña para construir una especie de Parque Jurásico de serie Z. Un par de niños de unos 10 años (que al principio no se aguantan, pero luego se hacen inseparables) serán el nexo entre las criaturas y el mundo de los adultos.

Ahora que está tan de moda el revival de cine comercial de los 80, habrá muchos por ahí capaces de apreciar esta película, todo un ejercicio de reciclaje de esquemas y patrones del cine fantástico en su vertiente más juvenil. Los heavysaurus (interpretados por actores enfundados en un traje de gomaespuma al que luego añaden animación CGI en las cabezas) no dejan de ser parientes cercanos tanto del DinoRex aquel que compartió aventuras con Woopi Goldberg como de los protagonistas de aquella sitcom de los 90 que llevaba a la prehistoria las constantes comunes de tan televisivo género y cuyo título no podía ser más descriptivo, Dinosaurios.

Hevisaurus 2015

En el desarrollo de la historia no echamos de menos ni un solo detalle: tenemos a los padres que van a la suya, los niños avispados con soluciones para todo, los científicos que quieren atrapar a las criaturas enfundados en sus trajes anticontaminación…y los monstruitos protagonistas, causantes de no pocos problemas por su falta de buenas costumbres y apetito voraz, capaces de convertir en minutos un apartamento de lujo en zona catastrófica, de manera no muy diferente de lo que ya hicieron en la pantalla alimañas como los gremlins, munchies, hobgoblins, ghoulies y demás, solo que en talla XXL.

La principal aportación de la película es la extraña confluencia entre cine infantil (porque la cinta es para niños, y para niños pequeños) y heavy metal, un género que, por estas latitudes, a nadie se le ocurriría relacionar con la infancia. Pero el caso es que los saurios rocanroleros llevan en la sangre el headbanging y el arrancarse con el sonido metalero a la mínima ocasión, sin que la película pierda esfuerzo alguno en explicarnos el origen de tan particular afición por parte de sus monstruosos protagonistas (simplemente nacieron de unos huevos que había en la montaña mágica). Poniéndonos en la piel de los niños finlandeses (público objetivo del filme) quizá no resulte tan extraña la elección de este estilo musical en concreto, ya que, por aquellas latitudes, existe poca música popular aparte del hard rock. Dicho esto, y para seguir con la nostalgia, las canciones de la película (y por ende del grupo musical original) nos recuerdan al heavy más ochentero e inofensivo, el de las casettes de Europe de la Superpop, sin cruzar nunca ninguna línea demasiado extrema.

Aunque Heavysaurs es una película concebida y pensada para niños, puede encontrar también su público entre la platea más desprejuiciada, ya que no dejan de ser aventuras fantásticas, con un componente añadido de lo más psicotrónico, que no hace sino transportarnos a la época mítica de los videoclubs, a los días de aquella saga Prehysteria de Charles Band, aquellas producciones de la división infantil de la Full Moon que eran todo un placer culpable. Y eso por no hablar de la experiencia de ver a niños de seis años haciendo los cuernos en un concierto heavy, en plena invocación satánico-reptílica. Desde luego, en los pases de la secuela de Buscando a Nemo seguro que esto no lo vemos.

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