Hors Satan

Lo sublime: rostro y paisaje Por Déborah García

Empecé esta revisión del film haciendo un chiste fácil: “Hasta el entrecejo y más allá: rostro y paisaje”. Luego, comencé a pensar por qué había destacado esos aspectos en la película.

Reconozco haber visto muchas veces Hors Satan y en todas ellas he sentido una especie de repugnancia, de asco, en la escena en la que el protagonista tiene sexo con la viajera. Una sensación de suciedad, de frío, de humedad. Una aversión que me obligaba a dejar de mirar la pantalla porque el gesto de placer se confundía con el de dolor y me parecía estar asistiendo más a un exorcismo que a un orgasmo. Sin embargo, lo extraordinario de esta película de Bruno Dumont es que se construye sobre esos dos sencillos elementos: rostros, sobre todo el de esa especie de profeta taumaturgo que conduce el film, y paisaje.

Hors Satan Dumont

El rostro del protagonista es un rostro asimétrico de ojos claros, enmarcados por cejas anchas y espesas, donde lo que destaca es la mirada, una mirada que parece santificar todo lo que encuentra a su alrededor. En varias escenas tenemos un primer plano de la cara del protagonista proyectando la mirada más allá. El contraplano es siempre el paisaje, el otro gran elemento en el que se sustenta la película. La mirada del protagonista no deja espacio entre el individuo y el paisaje. Una mirada santa vuelta hacia un paisaje santo que el protagonista venera, ante el cual se arrodilla, y del que participa activamente. Un paisaje que ha decidido adecentar eliminando las malas hierbas, y del cual parece ser una especie de guardián. Un espacio de lo muy humano, donde coexisten la muerte y el prodigio.

El paisaje se presenta en Hors Satan como algo que hay que experimentar, como un acontecimiento sublime al que Bruno Dumont le otorga el poder de lo prodigioso, tanto que el milagro que tiene lugar en la película es responsabilidad de la naturaleza. Christopher Hussey 1 identifica como características de lo sublime entre otras: la inmensidad, la infinitud, la sucesión y la uniformidad. Todos estos adjetivos hacen referencia a la idea de una naturaleza sobrehumana y majestuosa. Es una visión de la naturaleza como escenario de las manifestaciones del planeta en su estado original, lejos de la intervención humana (¿¿¿por lo tanto de su mal???), imponente, sobrecogedor y colosal. Un paisaje en el que el protagonista se refugia y al que se encomienda para extraer la fuerza necesaria que le permita llevar a cabo su misión.

Hors Satan Bruno Dumont

En algún lugar en torno al Canal de la Mancha sobrevive el protagonista  de Hors Satan, cerca de un pueblo que apenas tiene cuatro casas. El espacio en la película está perfectamente delimitado, algo que se intuye desde el título fuera/dentro. Un espacio habitado por gente, y un espacio salvaje donde el protagonista vive al abrigo de unas dunas. Allí, se alimenta de lo que recoge o de lo que los vecinos le dan. Este hombre parece haber establecido una relación especial con una chica de la zona, que lo sigue y lo acompaña en sus paseos, y que reza con él. El protagonista es un profeta, un dios, un justiciero, o quizá sólo un hombre. No da discursos, aquí no hay lugar para la palabra, pero actúa y mata. En esa población de apenas cuatro casas existe el mal: violaciones, abusos y violencia. El protagonista sin nombre parece estar dispuesto a erradicarla, y no vacila si tiene que emplear la fuerza. No duda ni un instante cuando apunta su escopeta, aprieta el gatillo, y acaba matando al padrastro de la chica. Su rostro es imperturbable cuando tiene que repartir justicia, pero sus ojos llamean cuando enfoca su mirada hacia el paisaje y reza.

La película tiene un desarrollo pausado, lento, que invita a la reflexión y presenta toda la belleza y toda la fealdad que contiene el mundo. Hay incluso algo pictórico en la composición de las escenas paisajísticas, probablemente inspirado en las obras de los pintores románticos Caspar David Friedrich, John Constable, o incluso Joseph Turner. Para los paisajistas románticos, el contacto con el paisaje, esa apertura sensorial a la naturaleza, era una condición imprescindible para llegar a experimentar lo sublime. Sin duda, el ritmo lento y pausado de la película busca que se desencadenen la contemplación, la serenidad, el recogimiento y la admiración que transmite la visualización de esas pinturas. En el paisaje romántico además, la Naturaleza se siente alejada, como algo exterior. En el Romanticismo, el paisaje se convierte en algo trágico, y se materializa definitivamente la escisión entre el Hombre y la Naturaleza. En contraposición al paisaje rococó, de dimensiones concretas, en el paisaje romántico las proporciones se dilatan. Así, frente a los escenarios limitados, en la película de Bruno Dumont como en el Romanticismo el horizonte se abre mediante la mirada del protagonista hacia el Todo, y a la vez hacia la Nada.

La película finaliza con el protagonista abandonando el lugar, ese personaje errante, terrible y benévolo pero a la vez increíblemente mágico, que parece contener dentro de sí, en una única sustancia, la dualidad de la que hace gala la Naturaleza. Una contradicción de la que se vale Bruno Dumont en Hors Satan para desarrollar el relato con fuerza, siempre entre la repugnancia de algunas escenas y la fascinación que provocan otras. Una contradicción que deja de existir cuando la mirada del protagonista totaliza y unifica el espacio, el dentro y el fuera, la vida y la muerte, el bien y el mal, Dios y Satán.

Hors Satan

  1.  HUSSEY, C (1967): The Pictures que Handem. Archon Books.
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