Hotel Europa
Las dos cara de la hISTORIA Por Fernando Solla
Luchar por la supervivencia a cualquier precio es algo indigno.
Acaba con nuestros últimos restos de civilización
y nos convierte en algo peor que las bestias
El cineasta bosnio Danis Tanovic explora en su último trabajo cómo las distintas manifestaciones comunicativas y artísticas influyen en un la fijación memorística y cognitiva de un suceso o acontecimiento determinante para el colectivo humano. El autor participa activamente en la ubicación del código o canal cinematográfico de Hotel Europa dentro del mismo engranaje o escalafón argumental y ético que retrata dentro de su propia película. Tan sutil como elocuente, la mirada interior y exterior sobre la forma y el contenido se combinarán sin que las costuras del ejercicio de estilo asomen en ningún momento.
La conmemoración del 100º aniversario del que se conoce históricamente como Atentado de Sarajevo será el acontecimiento contextualizador de toda la propuesta. El archiduque austríaco Francisco Fernando y su esposa fueron asesinados a manos del extremista serbio Gavrilo Princip. Este suceso, establecido como uno de los detonantes de la Primera Guerra Mundial, y sus resonancias en la actualidad, servirá de coartada para que un conjunto de personajes coincidan en el hotel que da título a la cinta. Al mismo tiempo, conoceremos cómo la gestión del local, en otra época referencial, hace fallida ante la impotencia corrupta de su director y cómo los trabajadores se organizarán para protestar en forma de huelga aprovechando la atención mediática en torno al suceso en cuestión.
Desde un primer momento, acudiremos a un magistral retrato de todos y cada uno de los protagonistas, así como a una analogía perfecta entre la rivalidad serbio-bosnia (y su extrapolación al concepto de Europa) con la explotación de los trabajadores del hotel y sus relaciones a distintos niveles. El reto de Tanovic es, como en las mejores ocasiones, conseguir una obra que hable de TODO a partir de un caso concreto (ficticio). La mudanza del original teatral de Bernard-Henri Lévy al terreno cinematográfico es rotunda. Integrando el lenguaje propio del reportaje televisivo y combinándolo con el protagonismo en algunos momentos de la visión a través de los monitores o cámaras de seguridad del hotel, el formato utilizado siempre dependerá del oficio u ocupación de los protagonistas (periodistas televisivos, vigilantes, actores…). El único mundo posible (y con fecha de caducidad) será el de los trabajadores del recinto. Su realidad será la única filmada siguiendo un criterio más paradigmático.
La premisa argumental se sigue con gran interés por sí sola. Más allá de la implicación o interés en el trasfondo histórico que pueda predisponer el espectador, el giro lingüístico que realiza el autor sobre la narración de las historias cruzadas resulta tan insólito como atractivo. Su estructura se cimienta en el alcance global de lo que se está contando. La implicación y responsabilidad. La herencia y el testimonio. Bosnia, Europa, el mundo. El núcleo familiar, la asignación totalitaria de los roles laborales, el conflicto bélico. Sedimentación ideológica y representación artística de un conflicto. Recreación y responsabilidad social del (séptimo) arte… No hay personaje que se pueda mantener al margen y este pulso y finura para equilibrar dialéctica y el poder comunicativo de la imagen, resulta tan excitante como conmovedor. Pocas veces la emoción casa tan bien con la argumentación y el raciocinio.
Sin que nos demos cuenta, el retablo que se extenderá en pantalla mostrará sin sentenciar y, por ello, la persuasión sucederá con éxito. Más allá de que las acciones sean reprobables o no, no habrá un juicio explícito sino un retrato de la realidad de cada personaje. Bastante magnánimo y clemente. Aquí tienen mucho que ver la fotografía de Erol Zubcevic y el montaje de Redzinald Simek. Los travellings horizontales que persiguen al personaje de Lamija en sus recorridos por el hotel son tan elocuentes como los diálogos o las interpretaciones protagonistas. El fotógrafo consigue filmar todos los recovecos del hotel aportando una iluminación particular para identificar los espacios públicos y privados. De este modo, los espectadores nos sentiremos como huéspedes, invitados o intrusos, en función de la situación o el momento.
Del mismo modo, teniendo en cuenta que la mayor parte del metraje está rodado en interiores, es muy importante dotar a cada sala o habitación de una personalidad propia. La combinación con las escenas en exteriores (casi todas en la terraza) es también analogía del estado de ánimo de los personajes, resultando el fuera mucho más opresivo que el dentro en algunas ocasiones. Incluso el mundo externo de la calle se mostrará siempre desde el interior del vestíbulo o los despachos. Impecable trabajo de dirección artística siempre alineado con la idea principal de Tanovic.
Por la combinación de ideología, compromiso y juego cinematográfico rememoraremos el retrato de los medios de comunicación que el autor ya mostró en la anterior En tierra de nadie (No Man’s Land, 2001). ¿Posicionamiento? Por supuesto, pero siempre a partir de la narración y de la libertad que Tanovic parece otorgar a los protagonistas para explicarse y justificarse. A través del diálogo pero más todavía a partir de su actitud o comportamiento. De la rabia y del enfado. La dirección de actores es igualmente férrea y, en este terreno hay que destacar las magníficas composiciones de Snezana Vidovic y Vedrana Seksan como Lamija y Vedrana (varios personajes compartirán nombre con sus intérpretes). La primera como la mano derecha del director del hotel y la segunda como incisiva periodista. Amas realizan un despliegue poliédrico de recursos que nos deja atónitos desde su primera aparición en pantalla.
Finalmente, Tanovic consigue incluir incluso el material teatral en el que se basa su largometraje dentro de esta magnífica encrucijada narrativa. Es encomiable cómo el autor consigue convertir toda la película en un ejercicio de citación incluyendo(se) en la representación de la obra original de Levy en que se basa el filme a partir del personaje de Jacques Weber, que se interpreta a sí mismo. Toque maestro para esta suerte de documento social y thriller dramático que es, en última instancia, una amarga metáfora del continente europeo cuya única salida parece ser su evacuación. El apocalipsis antropológico convertido en material cinematográfico de primer nivel.