Hulk

Ang Lee y su Hulk de mirada triste y atormentada Por Fernando Solla

"Dioses... ¿a mi?"Hulk en Los Vengadores (The Avengers, Josh Whedon, 2012)

Celebramos el esperadísimo estreno de Los Vengadores y recordamos la primera adaptación cinematográfica del superhéroe favorito de este miembro de la redacción. Con el paso de los años (y de sus tres adaptaciones a la gran pantalla) Hulk no sólo ha mutado el cuerpo, si no también la actitud (de la mirada triste y atormentada de Eric Bana chocamos con la pusilánime interpretación de Edward Norton, para finalmente reencontranos con el perfil más cercano al comic, gracias a la amabilidad resignada de Mark Ruffalo y a la brutalidad, desternillante e impulsiva, de su Hulk).

Después del éxito de X-Men (Bryan Singer, 2000) y Spider-Man (Sam Raimi, 2002) las mentes de los productores hollywoodienses decidieron apostar por otro autor como Ang Lee para la adaptación al celuloide de las aventuras de este gigante verde creado por Stan Lee y Jack Kirby en 1962. Lee, apenas recuperado de la lluvia de premios y el respaldo internacional recibidos por Tigre y dragón (Crouching Tiger, Hidden Dragon, 2000), dirigió el que sin duda ha sido el producto menos convencional de todos los que se han realizado sobre un personaje de comic, hasta que llegó Christopher Nolan con ese revolucionario peliculón (y taquillazo) titulado El Caballero Oscuro (The Dark Knight, 2008).

El director taiwanés realizó con Hulk (2003) una adaptación que cuenta con grandes medios y estupendos efectos especiales a cargo de Industrial Light & Magic (fundada por George Lucas en 1975), pero de escaso tirón en taquilla.

El resultado de Hulk es una curiosa y personalísima mezcla de dramas shakesperianos con ínfulas de tragedia griega y revisiones de mitos y cuentos varios (desde King Kong, Frankenstein o el moderno Prometeo, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde o Fausto hasta La bella y la bestia) para explicar la historia de un héroe que no quiere ni entiende sus poderes, aunque admite que le gusta cuando se descontrola y pierde la razón, sintiéndose realmente libre cada vez que se transforma.

Las adaptaciones al cine suelen inventar nuevas aventuras para sus protagonistas, manteniéndose reminiscentemente fieles a las historias de los comics y a las caracterizaciones de sus héroes. Lee, ignoró cualquier tipo de precedente y, a modo de su David Banner (Nick Nolte), reinventó el argumento, fusionando elementos del comic y de la serie de los años setenta y ochenta (los menos) con los de su propia imaginación (los más). En las viñetas Bruce Banner adquiría los poderes de Hulk tras una explosión de rayos gama provocada por una fallida prueba de armamento militar y sus enemigos fueron otros engendros, físicamente parecidos, como Abominación, o el Líder. En la película de Lee, Banner es sometido por su padre desde su más tierna infancia a experimentos que alteran su identidad genética y regeneran sus células, convirtiéndose pues en su peor enemigo. Demasiado para asimilar si sólo pretendemos evadirnos y atiborrarnos a palomitas.

No teniendo suficiente con estos cambios, Lee también incorporó elementos raramente vistos en este tipo de adaptaciones (algo que le hizo perder un gran número de espectadores). El guión de Michael France y John Turman nos presenta una serie de relaciones entre los personajes (entre Banner y su exnovia Betty y entre cada uno de ellos con sus respectivos padres) más que tensas y muy afectadas. El director dibuja una figura de archivillano en la figura del padre de Banner que resulta patética y, curiosamente, humana. Reconocemos en este personaje esos reproches a la ingratitud filial que lloraba El rey Lear. Pasamos de puntillas por la lucha entre las familias de la pareja protagonista, formada por una suerte de Bruce Montesco Banner (Eric Bana) y Betty Capuleto Ross (Jennifer Connelly) y los acompañamos en su viaje desde una base militar a una revisión desértica de la Verona de Romeo y Julieta. Para terminar, nos sumergimos en las profundidades del alma de Hamlet y sus diatribas internas sobre el ser (humano, monstruo o héroe) y no ser.

En toda adaptación estándar hay un momento en que el superhéroe se da cuenta de su poder o talento especial. Un momento típicamente acompañado de un abrumador sentimiento de poder y júbilo descontrolado. Recordemos a Peter Parker / Spider-Man, sobrevolando eufórico las calles de Nueva York después de descubrir su habilidad para tejer y disparar redes. Más adelante, por supuesto, el héroe aprenderá y nos recordará eso que tanto nos gusta escuchar: “…with great power comes great responsability…” El Banner / Hulk que nos propone nuestro admirado Ang Lee, por contraste, no parece ser una figura tan importante para el futuro del mundo, ni siquiera diríamos que es un héroe. Es una especie de casualidad física y psicológica que ocupa el metraje entero de la película tratando de salvarse a sí mismo, no al mundo. Considerado a la vez una amenaza para la seguridad nacional (esa alusión a la política del miedo que reinó en Estados Unidos tras los atentados de 2001) y una potencial muestra para la investigación científica (y a su desmedida y cruel ambición de conocimiento, que usará no para el bien común si no para el amplificar su dominio y poder). Banner verá como su propio gobierno se convierte en su enemigo, encarcelándolo sin juicio alguno. Mientras las autoridades deciden qué hacer con él, planteando incluso su ejecución, Hulk escapará para adentrarse en el Amazonas.

Llegados a este punto del dilema, lo apolíneo (belleza, sosiego, racionalización) y lo dionisíaco (descontrol, caos, locura) se mezclan para mostrarnos la verdadera tragedia del protagonista: apolíneo cuando es Bruce Banner y totalmente dionisíaco como Hulk, nuestro héroe se mostrará incapaz de asimilar su doble naturaleza o de encontrar un punto de equilibrio o balance para poder llevar una vida normal. El atribulado vengador disfrutará de su esencia desbocada, furiosa y salvaje que será, a la vez, causa de tormento y contradicciones internas, ya que lo que más lo acerca al sentimiento de libertad que proporciona el encontrarse a uno mismo, lo aleja del modo de vida que desea y anhela compartir con Betty, un personaje del que nos quedamos con ganas de saber algo más, gracias a la deslumbrante mirada de Jennifer Connelly, actriz que, muy a nuestro pesar, cada vez se prodiga menos en la gran pantalla. Imaginamos que Ang Lee no quiso alargar aún más el metraje de la cinta.

Nos quitamos el sombrero no sólo ante el relato de este drama sobre la herencia genética, el subconsciente y la memoria, si no también ante el recurso (caprichoso pero no por ello menos exitoso, eficaz e incluso poético) de dividir la pantalla en numerosos cuadrantes para mostrar distintos puntos de vista de la acción, en un uso insólito y precioso de la split screen. Lo que en el comic es una cuestión de formato, dividido en viñetas, en la película se convierte en una multiplicación de los puntos de vista y los narradores, consiguiendo que el espectador se ponga en la piel de todos los protagonistas a la vez, en un acto de sumisión casi esquizofrénica y confianza ciega en el director oriental, que muestra los puntos comunes que integran y unifican los diferentes medios de comunicación en lugar de destacar sus características antagónicas. Esta proeza estética viene apoyada por una muy acertada fotografía de Frederick Elmes, que combina a la perfección los primeros planos para los momentos íntimos (y para captar las más que destacables interpretaciones del elenco de actores) con planos lo más abiertos posible, panorámicas y barridos.

Otra rareza de la película, y su mayor logro, es que las escenas de acción son resultado y consecuencia directa de la situación dramática que vive el protagonista. Vienen propiciadas y entrelazadas por los ataques de ira de Hulk. Estupenda la lucha con los perros mutantes y espectacularísima persecución militar por San Francisco.

Mención especial para la secuencia favorita del que aquí escribe: la más espectacular escena de acción y, a su vez, la más bella y poética de toda la película es la apocalíptica lucha en el desierto del más humano posible de los monstruos contra tanques y helicópteros y esa huida hacia ningún lugar (Danny Elfman, compositor de la recordadísima partitura del primer Batman de Tim Burton en 1989, hace su gran aportación prescindiendo de la música o convirtiendo el silencio en banda sonora). La más pura imagen de la soledad interior y el clímax de la cinta, ya que como espectadores sentimos en carne propia cada estallido de furia, cada golpe y cada salto, consiguiendo que queramos transformarnos en el superhombre que vemos en la pantalla para liarnos a porrazos con cualquier cosa que se interponga entre nosotros y nuestra furia.  Esta escena, preciosa y bizarra, termina con un segundo clímax, que con un espectacular despliegue de efectos especiales nos muestra al padre de Hulk metamorfoseado con un lago luchando por encontrar su propia curación a expensas de su hijo, ahogándolo y absorbiendo sus poderes a la vez, desembocando la acción en una última lucha, épica, titánica y muy emotiva, entre padre e hijo. Ira, legado, autodestrucción, todo el mensaje del largometraje condensado en unos intensísimos minutos casi finales.

Sigo aplaudiendo el concepto propuesto por Lee, diametralmente opuesto tanto en lo que a la adaptación del comic se refiere como a la estructura narrativa y al punto de vista utilizado para describir la psicología de los personajes. Quedó muy claro que este valor añadido no es lo que quiere encontrar la gran parte del público que no acudió a las salas. Para bien o para mal, no ha habido ni habrá otra película como este maravilloso Hulk de Ang Lee (brutal y excelentísimo) en mucho, mucho tiempo, quizá nunca.

No obstante, siempre podremos recurrir, al flamante y divertídisimo Hulk presentado por Josh Whedon y Mark Ruffalo que acaba de llegar a la gran pantalla. Nuestro querido superhéroe arranca los aplausos y las carcajadas más espontáneas del público en varias ocasiones, convirtiéndose, con permiso del Tony Stark / Iron Man de Robert Downey Jr., en la estrella de la nueva película. Así pues, celebramos la nueva incursión cinematográfica del más humano de los superhéroes, a la vez que intuimos su longevidad en este medio.

¡Larga vida a Hulk!

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Comentarios sobre este artículo

  1. Leí este magnífico artículo hace unos meses y desde entonces he tenido la intención de volver a ver la película, que en el momento de su estreno en cines me decepcionó sobremanera.

    Ayer tuve la oportunidad de ofrecerle un nuevo visionado, siguiendo esta vez tus palabras, y quedé gratamente sorprendido. Vi un film totalmente nuevo… y bueno.

    1. Fernando Solla dice:

      Me alegro mucho que hayas «recuperado» la película y te agradezco el voto de confianza que has dipositado en «mis palabras». ¡Gracias!

  2. NICOLAS dice:

    Fue una gran pelicula,la vi como mil veces y la sigo viendo,tiene una gran calidad actoral y de guion.Recomendable.

  3. Josep dice:

    Primero de todo, decirte que los has conseguido, volveré a ver el film y esta vez con la mirada correcta.
    Como tu bien dices: “ha sido el producto menos convencional de todos los que se han realizado sobre un personaje de comic…Lee, ignoró cualquier tipo de precedente y, a modo de su David Banner (Nick Nolte), reinventó el argumento, fusionando elementos del comic y de la serie de los años setenta y ochenta (los menos) con los de su propia imaginación (los más).”
    Pero en su momento Hollywood, nos vendió a través de los trailers, la película como una adaptación al cómic, escondiendo la mirada de autor de Ang Lee, con la intención de llegar al gran público y al máximo número de seguidores del personaje.
    Por eso mismo, a los que vimos la película esperando ver una adaptación del comic nos pareció pretenciosa, tediosa y aburrida. Para enfrentarnos a ella, alguien nos tendría que haber explicado lo que íbamos a ver, para no salir decepcionados del cine.

    1. Fernando Solla dice:

      Muchas gracias por tu comentario y por dedicar tu tiempo a leer mi crítica. Y bueno, si te decides por volver a ver la película me parece genial. Te voy a contar mi truco: nunca leo una crítica ANTES de ver una película (aunque ahora me dedique a escrbirlas).
      Tienes toda la razón, no se vendió como lo que era. Aunque para mí, el marketing ya no forma parte de la película.
      Me alegro de haber sido yo (aunque con nueve años de retraso) el que explique lo que según dices es «la mirada correcta».
      Muchas gracias

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