Humidity
Desaparecida Por Domingo López
Alejándose del habitual catálogo de traumas de postguerra que abundan en el cine balcánico, el director de Humidity opta en su primera película por configurar un drama acerca de una desaparición conyugal como si de un thriller se tratara, regalándonos, de paso, un tour de lo más explícito por el mundo de la clase pudiente serbia, un universo de excesos, sexo, drogas y música techno pasada de moda.
El arranque de la película (filmado en un cerradísimo plano único) nos da alguna que otra pista de lo que está a punto de suceder. Una mujer, bien entrada en la treintena, se abandona a los placeres carnales con un muchacho más joven. Momentos de pasión desenfrenada que no son más que la antesala de una desaparición inesperada que no deja rastro. Para el desprevenido marido, no parece haber indicio alguno de que haya sucedido nada especial. Aún así, su mujer no aparece por ninguna parte, pero no se ha llevado consigo ni documentos ni ropa ni atiende a un móvil permanentemente fuera de servicio. Ante tal panorama, y desechando cualquier otra opción racional, nuestro protagonista intenta aparentar la normalidad absoluta ante su entorno, como si tal cosa, mintiendo a diestro y siniestro ante las ausencias de su esposa, suplantándola para responder sus emails y actualizando sus perfiles en las redes sociales, mientras nada se sabe del paradero de la susodicha.
La película, opera prima en el largometraje del realizador Nikola Ljuca, está estructurada en capítulos que corresponden a los días de la semana que prosiguen a la desaparición, en los que podemos apreciar cómo nuestro protagonista sigue llevando adelante su vida del modo habitual, dividida entre sus deberes laborales y la hedónica entrega a la dolce vita de la noche serbia de alto standing, poblada por hombres de negocios, políticos y deportistas de élite, en la que no falta la música electrónica, el sexo desenfrenado con unas y con otras, y la barra libre de drogas.
Pese a las pistas iniciales que nos ofrece el filme, el espectador nunca llega a ser consciente de la verdadera naturaleza del misterio sobre el que gira la historia, principalmente porque resulta mucho más interesante dejarse llevar por la bien estructurada intriga del filme en vez de especular, siendo testigos de, según vemos transcurrir los sucesivos días de la semana, cómo el mundo de falsedad en el que se mueve el protagonista masculino, empieza a hacer aguas, usando el símil que sirve de leit-motiv de la película.
Esa humedad a la que hace referencia el, a priori, desconcertante título, se siente durante todo el metraje, si bien tiene más un carácter simbólico que literal. Al ver como la tranquilidad de Petar (Miloš Timotijević) se va progresivamente transformando, también podemos apreciar un cambio físico en su persona: de su impecable apariencia de arquitecto ejecutivo en una empresa constructora acostumbrada a trabajar al más alto nivel, al desaliñado aspecto de un hombre desesperado y sudoroso, húmedo, como indica el título. Que las noticias en los televisores retransmitan sin descanso noticias de inundaciones en cierta región del país no es más que otra metáfora de que el mundo que rodea a Petar se hunde sin remisión en una asfixiante huida hacia delante.
Dejando a un lado las parábolas basadas en el agua, las corruptelas político-empresariales (que parecen ser moneda común en estos países de la zona, a decir de las veces que aparece el tema en su cine) y del retrato de la jet set de Belgrado, un grupo social elitista alejado de la mayor parte de los habitantes del país y para el cual los responsables de la película tuvieron que hacer un gran trabajo de documentación, la cinta abarca otro tema importante dentro de la psique serbia: su habilidad para evitar los problemas dejándolos a un lado, optando por hacer como que nada sucede, como Petar hace ante sus amigos, familia y conocidos, incapaz de reconocer que su mujer ya no está y que habría que hacer algo más al respecto que esconder la verdad.
Alejada de los estáticos patrones narrativos del cine de autor del este de Europa, Nikola Ljuka dirige esta Humidity con un ritmo ágil y accesible para el espectador medio, reivindicando su derecho a hacer un cine que es moneda común en la mayor parte de países europeos y que aún es una rara avis entre el montante de la producción serbia.