In The Crosswind (Risttuules)
El invierno eterno Por Bea González
Hace más de 70 años, en la madrugada del 14 de junio de 1941, miles de habitantes de Estonia, Lituania y Letonia, los estados bálticos que un año antes habían sido anexionados por la URSS, fueron sacados de sus hogares. Sin previo aviso y sin acusación formal más allá de la consideración de “elementos antisoviéticos” y por tanto enemigos del pueblo, el gobierno de Stalin, justo antes del estallido de la 2ª GM, llevó a cabo una limpieza étnica encubierta con el objetivo de desproveer a la región de sus habitantes nativos. Cerca de 40.000 personas fueron detenidas y deportadas a Siberia, los hombres recluidos en campos de concentración y las mujeres y los niños enviados a granjas colectivas de trabajo (kolkhozes). Muchos de los deportados fueron ejecutados sin juicio previo, muchos otros fallecieron a causa de las duras condiciones del viaje o posteriormente debido a las extremas condiciones de vida y trabajo. Las deportaciones masivas se sucedieron en los años siguientes, siendo muy pocos los que regresaron a su tierra natal cuando tuvieron la posibilidad de hacerlo, entre 10-20 años después.
Desde los años 80 los habitantes de los tres países bálticos, Estonia, Lituania y Letonia conmemoran en esta fecha, el 14 de junio, el inicio de las deportaciones masivas y recuerdan a las víctimas del régimen comunista. Martti Helde, jovencísimo director estonio, nieto de un ex-prisionero de uno de estos campos de detención, pasó su infancia entre recuerdos e historias de este episodio negro de la historia de su país, y un día decidió recordar a las víctimas del “holocausto soviético” con In The Crosswind (Risttuules), su sorprendente debut en el largo.
La película, que se estrenó internacionalmente en Toronto el año pasado, ha tenido ya un amplio recorrido por el circuito de festivales, suscitando tremendos elogios hacia el lenguaje fílmico elegido por Helde y su capacidad para plasmar a través de él una conmovedora historia, pero sobre todo por su función de arrojar algo de luz sobre un aciago acontecimiento histórico no suficientemente conocido ni documentado, al menos si lo ponemos en comparación con otros hechos de similar negrura en nuestra historia contemporánea.
Para realizar el film, inicialmente concebido como un documental, Martti Helde recopiló testimonios e historias de su entorno próximo, así como diverso material de archivo disponible de los supervivientes. Entre la ingente cantidad de documentación que revisó encontró el diario de una joven estonia estudiante de filosofía, en forma de cartas nunca enviadas, que desde un kolkhoz en Siberia, escribía a su marido, en paradero desconocido desde la incursión de las tropas rusas en su hogar, una madrugada de un mes de junio. A la joven la llamaría Erna (Laura Peterson), a su amado esposo Heldur (Tarmo Song), y a su pequeña hija Eliide (Mirt Preegel), In The Crosswind (Risttuules) sería su historia. “Me siento como si el tiempo se hubiera detenido aquí en Siberia. Siento que mi cuerpo está en Siberia, pero mi alma está aún en mi tierra”. Profundamente impresionado por lo que transmitían las palabas de la joven, el director estonio tomó una decisión arriesgada con el objetivo de plasmar la sensación de parálisis descrita en estas líneas, poner imágenes a sus recuerdos a través de 13 tableaux vivants en preciosista blanco y negro.
El reto de In The Crosswind (Risttuules), una laboriosa obra de artesanía que ocupó a Helder más de tres años; el resultado, un impresionante debut. El foco en el serpenteo de la cámara a través de los cuerpos y poses congeladas de los actores en una serie de escenas dramáticas que representan diferentes momentos de la historia personal de Erna, Heldur y Eliide, pero por extensión de 40.000 estonios, unido a un excelente diseño de sonido y una sugerente y envolvente narración en voz en off a cargo de la actriz protagonista, consigue un efecto profundamente evocador y onírico, en el que el tiempo queda de alguna manera detenido, paralizado, una vez que Erna y su familia es arrancada del idílico entorno de su Estonia natal. A tal sensación contribuye la división del film en dos partes: la inicial, con la imagen aún en movimiento, en la que Erna recuerda varias escenas felices de su vida junto a su familia, antes del 14 de junio de 1941, y la parte central del film, con el efecto de congelación del tiempo a través de los tableaux vivants, una vez que las tropas soviéticas entran en la casa. El movimiento volverá momentáneamente hacia el final de la cinta, cuando 15 años después Erna es autorizada a regresar a casa, enfatizando el director la relación espacio-tiempo, y sacando al espectador de la onírica ensoñación producida por las escenas detenidas.
Pero, dejados de lados sus innumerables méritos a nivel técnico, así como su admirable función de respetuoso recuerdo y homenaje a las víctimas del episodio más oscuro de la historia de los países bálticos; In The Crosswind (Risttuules) es sobre todo una conmovedora historia de amor, la lucha de una mujer por sobrevivir a las más extremas condiciones de vida imaginables impuestas para ella y su hija por el gobierno soviético (“¿qué mal hemos podido hacer nosotros, gente sencilla, a la Gran Rusia?”), alimentada por el imperecedero anhelo y la esperanza mantenida de volver a ver algún día a su amado, de quién nunca más volvió a saber tras la madrugada de un 14 de junio de 1941, y de reencontrar junto a su pequeña el ansiado camino de vuelta a casa. Una historia de entre miles.
“¿Dónde ir cuándo uno ha sido despojado de todo en lo que ha creído y ha amado?”
Vi la película en un taller de cine en Córdoba, me pareció una obra de arte, Además del argumento, me conmovieron los recursos que el realizador utiliza para contar la historia, la iluminación, la fotografía, el sonido, todo se conjuga para emocionar.