Inch’Allah
La ruptura de lo ecuánime Por Jose Cabello
Sin rozar el paradigma como primera y, mucho menos, última película que aborda el eterno conflicto palestino-israelí, Inch’Allah intenta lanzar la flecha definitiva para romper con lo anteriormente expuesto sobre la contienda y marcar un punto de vista diferente integrando un elemento externo, a priori neutral, en una nueva crónica de dos ciudades enfrentadas. Así, la pieza ajena a esta guerra la constituye Chloé, una canadiense residente en el territorio israelí que a diario cruza la frontera para trabajar como médica de Naciones Unidas atendiendo a mujeres palestinas en un campo de refugiados limítrofe con Ramala. La dualidad político-geográfica circunscribe a Chloé dentro de una encrucijada moral similar a la que tiempo atrás experimentara Anaïs Barbeu-Lavalette, directora de la película, durante el rodaje del documental Si j’avais un chapeau (2005), cuando infectada por la problemática de convivir con las dos partes implicadas, vio mermar de una manera gradual, casi imperceptible, su único sistema de defensa en terreno hostil: la imparcialidad. La realizadora confiesa que reconoció de inmediato la ambigüedad de la situación mientras habitaba en un asentamiento palestino donde presenció escenas, que como mujer, la alteraron de forma irreversible. Probablemente esto motivó la posterior confección de la historia de ficción que vive la protagonista, tejiendo con tela árabe e israelí dos relatos femeninos hilvanados por una figura no implicada, también de mujer.
La cotidianidad de Chloé se bifurca entre Israel y Palestina. Aquí y allá. Trabajo y ocio. En esta segunda parcela, la de la diversión y el escape, se enmarca Ava, una chica israelí que vive en el mismo bloque de apartamentos que Chloé y trabaja en el check-point. El polo opuesto lo configuran sus labores médicas y la confraternización con Rand, una palestina embarazada a punto de salir de cuentas con la que conecta más allá del terreno profesional. La introducción en su familia y la oportunidad de conocer sus rutinas de primera mano hacen que la coyuntura nazca y muera en una comparación imposible entre un ambiente aparentemente superficial de entretenimiento nocturno y otro de complejidad mayor. No obstante, si el planteamiento inicial logra arrancar un atractivo innegable al transitar por la difícil tarea de enfocar la guerra desde el exterior sin efectismo ni color preconcebido, el daño irreparable impacta en la cinta cuando la médica olvida su función en el conflicto y toma partido, conduciendo a Inch’Allah hacia el lugar común y haciéndola constar en una colina infinita como el retrato enésimo de la misma batalla.
En Inch’Allah entre escenarios escrupulosamente reconstruidos y escoltados por la música procedente de los cánticos de las ciudades, el espectador se adentra tímidamente en el terreno, vía cámara temblorosa, para esbozar el más triste de los presagios: la aceptación de la guerra.
Las actitudes de los personajes confirman la escisión perpetua y reflejan su consentimiento en la convivencia bélica ininterrumpida a través de frases, chistes, miradas o demás gestos que sólo buscan el autoengaño para no solventar la raíz del problema. Y sólo existe el regocijo en el disfraz de víctima o verdugo. Nada más. La película incluso acaricia peligrosamente esta introspección, jugando con un pintalabios color cereza intenso que Chloe presta a Rad y a Ava respectivamente, a la vez que contrapone escenas en la vida de ambas. Mientras una recolecta objetos ruinosos frente al muro que separa las dos tierras, la otra prepara el vestido de fiesta para salir por Tel Aviv. Representar así este dimorfismo, corto de miras, condena al público a ejecutar de manera inconsciente la única sentencia posible, recuperando el tono mártir de Los Limoneros (Etz Limon,Eran Riklis,2008) , alejándolo del examen de conciencia del documental The gatekeepers (Dror Moreh, 2012) y distanciándose de la simple pero efectiva óptica que ridiculiza la pugna a través de una relación homosexual entre un israelí y un palestino en La burbuja (Ha-buah, Eytan Fox, 2006).
La recta final no adquiere la dimensión obligada de opresión. La determinación de actuar y posicionarse tiene lugar sin el tiempo de maduración requerido y define la decisión como atropellada e incomprensible, pero arrojando a debate público la misma cuestión que ha germinado internamente en Chloé: ¿hasta qué punto un conflicto de otros puede convertirse en propio? El dictamen se resuelve como obvio cuando la subjetividad fractura el equilibrio, los sentimientos afloran y los juicios se componen de materia personal, dejando a un lado la realidad y anteponiendo nuestra interpretación sesgada como auténtico relato de los hechos. Ahora, la mirada canadiense (perfectamente extrapolable a la europea) no queda lejos de la praxis llevada a cabo sobre el terreno y posteriormente designada como radical en Occidente.
Y así, cuando figurada (y literalmente) explota la bomba en el lado israelí, en el lado palestino resiste la figura de un niño que, ayudado por un puñado de piedras santas, golpea con sus propias manos el muro que separa la frontera, insistiendo en erosionar la pared de cemento hasta que finalmente logra crear un agujero. El niño mira a través de él y descubre que existe otra ciudad. Un flash sobre el Berlín de 1989. Una bella metáfora, aunque reduccionista e irreal, sobre el destino de dos pueblos separados por un muro que no caerá hasta que la valla mental en sus cabezas desaparezca y, en su lugar, brote la sana curiosidad por la exploración del otro, la reconciliación con el vecino.
viejo tema… .De un lado del muro( eso sí, bien lejos) tenemos a un tal Abraham sentado en medio de sus indescriptiblemente lujosos aposentos con un ejemplar de la «Torá» en una mano y un celular de oro, platino y bellos diamantes como teclas en la otra conversando con un tal Mohammed, quién del otro lado del muro (eso sí, bien lejos) sentado en medio de sus indescriptiblemente lujosos aposentos
con un ejemplar de «El Korán» en una mano y un celular de oro, platino y bellos diamantes como teclas en la otra decia » como te astraño, no olvides de la bombardeo bor fabor» oyendo luego: «como voy olvidar hermañito kierido vos r ecurda missiiles. «