Inmersión
Apertura del #65SSIFF Por Manu Argüelles
La película de inauguración de la #65SSIFF vuelve a evidenciar, una edición más, esa inevitable brecha entre los intereses del festival y la preferencia y/o gustos de la comunidad crítica y la prensa desplazada.
Lo decía Quim Casas 1 como miembro del comité de selección del festival que nos ocupa:
Como seleccionador debes bascular –y a veces es un ejercicio de auténtico funámbulo– entre tus gustos como crítico-espectador y los criterios del festival en el que trabajas. Una película que te gusta mucho por su radicalidad igual no es acertada para el certamen, al menos en su sección oficial (…), del mismo modo que un filme que no te gusta, poco o nada, es recomendable que esté en la selección oficial por esa mecánica propia con la que fluyen las decisiones en los festivales.
Inmersión, co-producción entre Alemania, Francia y España, dirigida por un legendario de la autoría europea como Wim Wenders, con dos actores con proyección internacional como James McAvoy y especialmente Alicia Vikander que es la que, no por casualidad, acompaña al director en su presentación en el Zinemaldi, puede ser un filme-escaparate que sirva como reclamo dentro de la cinematografía europea occidental, pero que no evita dejarnos un cierto regusto de naftalina cuando estamos siendo testigos de un innecesario reverdecimiento de un modelo de producción europeo que debería ser algo caduco como fue el europuding. Sobre este, José Enrique Monterde 2 comentaba que:
consiste en coproducciones entre varios países europeos, rodadas en inglés, con participación técnica de intérpretes y técnicos de diversa procedencia, a partir de núcleos temáticos de supuesto interés supranacional y destinados a la satisfacción de un supuesto público «europeo», tan pretendidamente «transnacional» como los propios films, aunque de resultas de esa mezcla los productos resultantes tengan un tufo de laboratorio inevitable.
Así pues, Inmersión, dirigida por Wenders, sólo puede comprenderse de él como presidente de la European Film Academy (EFA) y como un gesto coherente en una de sus facetas públicas, donde está interesado en legimitar este artefacto raído del europuding, más que encontrarnos ante el último trabajo del firmante de Paris, Texas (1984). Dado que parece que en materia de ficción la excelencia creativa del pasado parece que no va a volver, le preferimos en su vertiente de documentalista, en la que parece estar más inspirado.
En todo caso, dado que el #65SSIFF insiste en reafirmar este divorcio sangrante entre prensa y festival con la película inaugural -ya llevamos tres ediciones consecutivas con películas fallidas- a sus responsables debe compensarles o no preocuparle mucho, cuando se ha convertido en una marca de fábrica que identifica al evento.
Inmersión se estructura a partir del encuentro amoroso entre una biomatemática y un ingeniero hidráulico que también es un agente del MI6. Se conocen en un hotel de la costa normanda, un lugar de paso, justo cuando ambos se encuentran en una fase de espera. Mientras que él está a punto de embarcarse en una operación de desactivación de un grupo yihadista en Somalia, ella está preparando la acción aludida en el título de la película, a bordo de un sumergible, para tratar de llegar a un lugar inaccesible dentro de la profundidad marina. La película pretende construirse mediante capas que se sitúan de forma paralela y que se superponen una frente a la otra. Para ello, de forma un tanto caprichosa y artificial, se conjugan dos tiempos, presente y pasado, donde el eje estructural del relato siempre pertenece al personaje interpretado por Alicia Vikander, por lo que la narración se organiza desde la perspectiva femenina sin que se comprometa la entidad masculina. Si se hubiesen invertido los términos, seguramente el personaje femenino hubiese sido demasiado dependiente del masculino. En este caso, al menos, eso se ha corregido. Es uno de los pocos y tímidos valores que podemos señalar.
Así pues, después de esa situación previa de inacción que les permitirá conocerse, tanto ella como él vivirán en un estado de parálisis e indefensión cuando acaban en un espacio que les retiene y que les limita los movimientos (ella voluntariamente, él en contra de su voluntad). Quedarán varados en un foso en el que queda comprometida su propia integridad física, ambos en ese límite donde la muerte está demasiado cerca; él cuando cae apresado por los terroristas y acaba confinado en una celda, incomunicado y donde no sabe si acabarán con su vida, ella en el fondo marino a partir de su empresa científica y los dos agraviando su propio estado anímico de tensión e incertidumbre cuando deben luchar frente a nuestra básica necesidad sentimental, cuando estamos lejos de nuestra pareja y no tenemos noticias del otro. En Inmersión se apela así a dos oscuridades, la de lo incognoscible como espacio de descubrimiento del origen de la vida, la que se vincula a la mujer como procreadora de la vida y la de él que apela a la oscuridad de la cerrazón del integrismo islámico, como una evidente alusión al fin de la civilización. Principio y fin, mujer y hombre. Wenders quiere dotar a su ficción de una belleza lírica a partir del embelesamiento frente al paraje marino, en su preciosista filmación de amplios planos panorámicos que recogen la costa francesa (la vida figurada a partir de la belleza de la naturaleza) en contraposición al escenario de Somalia, un territorio hostil, un paraje de naufragio, estampa de las ruinas del hombre (la extinción de lo humano). Y en el lugar cenital, la belleza física de los amantes en generosos y abundantes primeros planos en su encuentro amoroso.
Desgraciadamente, este trascendentalismo raso, dado que estamos en una gran producción a la europea, no acaba cuajando en un filme esquematizado y bochornoso en su mirada ideológica de primer mundo que caricaturiza hasta extremos de lo denunciable realidades complejas como pueden ser el problema del terrorismo. Una mirada a África que responde a la más vergonzante perspectiva colonialista de una Europa imperalista que filtra bajo su enfoque una superioridad moral y una prepotente actitud que no trata de comprender sino que únicamente se limita a señalar la barbarie en el Otro, mientras que, desde aquí, por supuesto, con nuestra amplia infraestructura tecnológica y científica podremos llegar a ser capaces de descubrir el principio del mundo. Asimismo, la película se enfrenta a la nula química entre ambos actores principales, mientras que ellos para poder defender sus papeles tienen que hacer frente a unos diálogos imposibles y ridículos que lo único que nos provocan es que nos apiademos de los intérpretes, mas que sintamos algún tipo de conexión emocional con el film. Inmersión carece de nervio y de vibración alguna, un film aletargado hasta el hartazgo, que sobre el papel resultaba prometedor. Un puding que nos sabe peor que un flan caducado de hace meses.
- En In & Out, artículo disponible en la página del ACCEC: http://accec.cat/ca/in-out/ ↩
- Font, Domènec y Losilla, Carlos (2007): Derivas del cine europeo contemporáneo. Ivac, ediciones de la filmoteca, pág. 114 ↩