Inside the Box, Tryouts, Sequence

Cortometrajistas españoles en LA Por Pablo Sánchez Blasco

Si alguna función desempeña el palmarés de un festival –al margen, por supuesto, del aspecto económico y publicitario– debería ser la de señalar cuál es la tendencia capital entre aquellas emergentes, o solo insinuadas, que componen su programación. Bajo este prisma de análisis, una lectura del palmarés de Málaga 2014 nos lleva a establecer como prioritario el tema de la diáspora española, del éxodo masivo de profesionales a otros países en busca de trabajo. Por una parte, la emigración y sus consecuencias son el germen de 10.000 km (Carlos Marques-Marcet, 2014), la película ganadora de la sección oficial. Por otra parte, los dos grandes premios de cortometraje han ido a parar a directores nacidos en España pero afincados en la ciudad de Los Ángeles. Tanto Susana Casares con Tryouts –Biznaga de Plata a mejor cortometraje– como David Martín-Porras con Inside the box –esta vez sin premio aunque galardonado, por ejemplo, en la Seminci de Valladolid– se han graduado recientemente en el máster de cine de UCLA y ya suman numerosos premios internacionales. De igual modo, el catalán Carles Torrens –Premio Especial del Jurado con el corto Sequence– cursó estudios en Chapman University y ha debutado en 2011 con la película de terror Emergo (2011), escrita y producida por Rodrigo Cortés.

Los datos más recientes dan motivos para la reflexión. El entramado del cine español –como cualquier otra industria de las que, al fin y al cabo, forma parte– comienza a descomponerse desde opuestas direcciones. Mientras técnicos consagrados airean su bobina por los despachos de Los Ángeles –Medem, Cabezas, Berdejo, Mañas o el músico Roque Baños–, jóvenes con talento aspiran a integrarse, de manera más orgánica, en una industria profesional y de carácter aglutinador. Aun siendo muy distintos, los tres cortometrajes citados reflejan unas condiciones de producción muy superiores a la media española, así como unas temáticas que cuestionan el concepto de nacionalidad basado en atributos personales. Curiosamente, tampoco les faltan temas en común. En Tryouts y en Inside the box emerge una crítica similar a la intolerancia religiosa, estética o sexual que, más atenuada, también se intuye al fondo de Sequence y su demente visión del americana, muy en la línea de la serie En los límites de la realidad (The Twilight zone, 1959-1964). Distintos discursos y distintas puestas en escena para construir afines comentarios de la vida y la cultura en los Estados Unidos; analizado, no ya desde la fascinación del poeta en Nueva York, sino desde la altura de una realidad asimilada y cotidiana.

 Inside the Box

Inside the Box

Inside the box es lo que podríamos llamar una película con mensaje, concretamente sobre la criminalización del VIH en diversas legislaciones nacionales. Su personaje protagonista es, a un mismo tiempo, agente de policía y portador del gen, una antinomia que cuestiona la vigencia de los constructos sociales y su papel como medios de represión. Para su director Martín-Porras, el conflicto legal no es solo un error del sistema, sino la manifestación de los prejuicios sexuales y familiares que imperan en la sociedad. Aprisionado por el uniforme como símbolo cosificador, al personaje “manchado” por el VIH se le ofrece una alternativa condicionada: salvaguardar el silencio más absoluto o emprender el camino de la marginación y la soledad. Matt Palmer ha escogido la primera opción y eso hace que el cortometraje se escinda en dos realidades superpuestas que luchan por adquirir predominancia. La caja de herramientas –imagen arquetípica de la virilidad– se convierte en el botiquín de los medicamentos. El sexo con la esposa, en la prostitución de carretera. La ley, en el delincuente. Y la solidez de la imagen comunicativa, en la oscuridad de la imagen latente, reprimida, atesorada en el reverso de la postal.

La represión y la dualidad son los elementos sobre los que gira un guion inteligente con tres líneas temporales: el contagio inicial del VIH, la detención con resistencia a la autoridad y la visita del fiscal del Estado al protagonista –nada menos que Regina King, actriz de la serie Southland (2009-2013)–. La dosificación de estas informaciones permite enriquecer un drama sobrio, austero e introspectivo con el suspense que genera la necesidad de conocer y comprender el alcance de los hechos. A la misma altura de ambos, el trabajo con la puesta en escena refuerza el combate dialéctico entre revelación y encubrimiento. Sirva como ejemplo la hábil panorámica del dormitorio –que relaciona el tiempo presente con los remordimientos del personaje– o la discusión que tiene Matt con su mujer, partiendo del fuera de campo hasta alcanzar el primerísimo plano a través de un travelling de acercamiento.

Tryouts

Tryouts

En Tryouts de Susana Casares, la represión de los patrones sociales y religiosos, la intolerancia con las minorías o la difícil construcción de la identidad son los temas que nos sugiere la historia de Nayla, una adolescente musulmana y americana que intenta entrar en el equipo de animadoras de su instituto. El conflicto de este cortometraje no puede ser más sencillo ni más pertinente. Solo con la primera secuencia, su directora ya logra contraponer los estilos de una cultura tradicional, de fuertes atavismos, con una cultura joven donde funcionan rígidos estereotipos de grupo. La imagen es el termómetro que determina esas adhesiones. Sin embargo, la mirada del relato esquiva el recurso a la ironía para asimilarse a la inocencia de la protagonista. Durante el plazo de apenas dos jornadas, la cámara en mano sigue los vagabundeos de la chica con una distancia púdica hacia su cuerpo y sus sentimientos, pero siempre atenta a los hallazgos de esa observación –la escena del ensayo con su hermana, la sutileza del encuentro con su amiga–.

La sociedad que describe Tryouts comparte con Inside the box una clara tendencia a la homogeneización de los individuos, que son clasificados por uniformes, clases sociales, razas, empleos o modelos de familia. No obstante, el conflicto de Nayla no surge por su incapacidad de ser quién es, sino por su deseo de ser aceptada por el colectivo, de participar de ambos modos de vida sin tener que elegir uno de ellos. Se trata de un impulso natural –igual que el de su hermana o el de su mejor amiga– que no puede completarse por la intromisión de dos fuerzas opuestas. Por una parte, una represión de tipo religioso-cultural, simbolizada en el pañuelo como hecho diferencial respecto a los demás. Pero por otra parte, una represión llevada a cabo por estos, al aplicar una imagen concreta de belleza que no admite divergencias ni transgresiones a la norma. Por ello, y al margen de sus aciertos cinematográficos, Tryouts termina por seducir mediante el desafío de su desenlace, cuando la adolescente encuentra una identidad-puente entre ambos mundos que será, a su vez, equidistante de los dos. Si Nayla consigue la integración con las animadoras no lo sabremos; los rostros de sus compañeras son desenfocados para concentrarse únicamente en la chica, feliz tras su conquista triunfante de un espacio propio.

Sequence

Sequence

Por último, el cortometraje Sequence de Carles Torrens compone una pieza breve de género fantástico cuya factura está a la misma altura –como mínimo– de un largometraje norteamericano convencional. En apenas veinte minutos, Torrens nos cuenta la historia de un hombre que es rechazado por todo el mundo –y no de forma genérica, sino refiriéndose a todo el planeta– debido a un sueño innombrable que han tenido esa noche con él. La idea destaca desde el principio por una originalidad que luego va a verse confirmada por un desarrollo en múltiples direcciones, tanto en el ámbito de la pareja como en la vida laboral, las relaciones vecinales o incluso el thriller y la delincuencia. La causa del sueño parece deberse a un maligno juego rotatorio, mientras la consecuencia se sintetiza en asumir la personalidad de cada uno al margen de las opiniones ajenas, precisamente lo mismo que reclamaba Tryouts. Sobre Billy ha caído una maldición que adquiere tintes kafkianos al censurarnos esa imagen que late en la conciencia de los ciudadanos y que resulta imposible de representar; un recurso semejante al ya citado en Inside the Box de David Martín-Porras.

La propuesta narrativa que nos hace Sequence es la más próxima al cine norteamericano. Su eficiencia y brillantez son incuestionables. Combina una extensa gama de humor, que va desde el blanco hasta el más oscuro de los negros, con una intriga consistente, un estupefacto drama personal, una secuencia de acción con pulso maestro y un comentario implícito sobre la intolerancia y el linchamiento ejercidos por la masa. Todos estos elementos adoptan la estructura de una continua superación cinematográfica. Cada una de las secuencias intenta superar a las que la preceden hasta terminar en la representación de ese mal inaccesible en la pantalla. Esta apuesta final es arriesgada, o mejor dicho valiente, ya que sale airosa de un reto que requiere notables efectos visuales y una imaginación en las fronteras de la sensatez. Hubiera sido lógico preservar la imagen soñada en nuestra fantasía, pero esta ilustración refuerza el componente humorístico del corto y supera las expectativas contraídas con anterioridad. La sospecha permanente de la intolerancia y la representación de la imagen-tabú se revelan entonces, de forma definitiva, como el vínculo más evidente entre los cortometrajes de David Martín-Porras, Susana Casares y Carles Torrens.

 

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