Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás

La ausencia y renuncia de la especificidad Por Fernando Solla

No dices nada, pero tu mirada es desafiante…
Esa mirada la he visto muchas, muchas veces
Jack Reacher (Cristopher McQuarrie, 2012)

Segunda entrega cinematográfica del personaje creado por Lee Child. Si en la anterior aparición de Jack Reacher en pantalla nos encontrábamos con un ex policía militar que investigaba la acusación de un francotirador, en esta ocasión se sentirá obligado a ayudar a su sustituta a la cabeza de su antigua unidad. Más allá del protagonismo del personaje titular, no habrá prácticamente conexiones entre la cinta dirigida por Christopher McQuarrie y Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás.

La filmografía de Edward Zwick, el realizador de este título, es difícil de clasificar. Cuando nos encontramos ante un caso como el que nos ocupa, la pregunta no suele ser tanto qué puede ofrecer un proyecto de estas características a un veterano de la industria sino al revés. Varios intérpretes con nombre y estrellato consolidado confían en él, especialmente cuando también se encargan de invertir su patrimonio y convertirse en productores de los filmes que protagonizan. Es el caso de Tom Cruise, que repite con él tras El último samurái (The Last Samurai, 2003).

A estas alturas, decir que una película es funcional, entretenida o solvente como si eso fuera suficiente resulta un lugar común. Hasta qué punto el conformismo ya no de la crítica sino de la demanda del espectador (al final, ambos eslabones somos consumidores) debe o no analizar en mayor o menor profundidad la calidad de un filme, en función de las supuestas expectativas o inquietudes de sus creadores, tampoco parece un criterio justo. Si en el terreno de la política o la especulación el enriquecimiento como único y ansiado fin se cuestiona moralmente, ¿por qué no hacerlo también en el terreno cinematográfico?

No es una cuestión de elitismo cultural, sino de rigor profesional. Aquí no nos encontramos ante un ejercicio de perpetuación del género, sino de la industria en sí misma. La realización formal de la película es justa, casi correcta. La fotografía de Oliver Wood parece tomarse su tiempo para que los espectadores podamos disfrutar de las escenas de acción a un ritmo lo suficientemente detallado como para que el ojo humano lo pueda captar, aunque la coreografía de las mismas es bastante descafeinada. Suerte del montaje de Billy Weber, que multiplica los puntos de vista de las escenas clave cuando el movimiento no fluye al ritmo al que estamos acostumbrados en este tipo de producciones.

Jack Reacher 2

El guión de Marshall Herskovit, Richard Wenk y el propio Zwick sabe condensar todo el contenido del original literario y mantener su ritmo. En el caso de este último, es una lástima que no se consiga trasladar el nervio ni al desarrollo del personaje principal ni a las interpretaciones del resto de protagonistas. Todo sucede porque está escrito sobre el papel o en los diálogos. La negación a la que se ve sometido el espectador de poder participar o empatizar en algún momento es quizá la mayor frustración del largometraje. No hay implicación posible.

Llegados a un punto del largometraje, cuando cabe esperar que se cuestionen las motivaciones o la moral de la figura de Reacher, asistimos a un leve replanteamiento del intervencionismo norteamericano en las guerras de Afganistán o Irak que no aporta nada específico, nada concreto. Cinematográficamente, Reacher todavía no es un personaje lo suficientemente desarrollado como para permitirse una pasividad como la que vemos aquí. De alguna manera, a nivel formal, podemos intuir un amago de por situarnos en un contexto cercano a la década de los noventa, pero la nostalgia no despierta en ningún momento.

Es curioso cómo la ausencia de credibilidad o emoción se intenta justificar con la presencia de Tom Cruise. Méritos conseguidos durante su carrera aparte, faltan muchos quilómetros para llegar a la altura de creaciones como las de Matt Damon para Jason Bourne o Daniel Craig para James Bond. El carisma de un intérprete puede maquillar las carencias del desarrollo de su personaje, pero a día de hoy, no es suficiente con fingir una mirada melancólica, pasear por una carretera desierta mientras se pone el sol o mostrar una amplia sonrisa cada pocas secuencias. Se necesita algo más que poner el piloto automático y delegar en un nombre. La confianza en la marca Reacher todavía debe fidelizar adeptos para convertirse en una franquicia respetable.

Finalmente, esta secuela ve reducido su interés en la medida en la que las interpretaciones y el desarrollo de los personajes secundarios se encuentra a años luz del trabajo realizado por Robert Duvall o Wener Herzog en la primera entrega. Decir que Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás es una película aburrida sería faltar a la verdad, puesto que las dos horas de metraje se suceden con verdadera ligereza. Si es eso lo que buscamos cuando vamos al cine, ésta es nuestra película. Si en cambio, la inverosimilitud combinada con la frialdad narrativa y dramática y la presencia de un intérprete protagonista que parece tan o más despistado que los propios espectadores no es suficiente y no buscamos sentarnos en una butaca y saber de antemano cómo y qué va a suceder ante nuestros ojos escena tras escena y secuencia a secuencia, quizá deberíamos optar por otro título. Todo es cuestión de gestión de las expectativas. Las nuestras y las de los profesionales cinematográficos.

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