Jaulas

El pequeño ruiseñor Por Javier Acevedo Nieto

Jaulas

Nicolás Pacheco ha estrenado Jaulas (2018) en la SEMINCI proponiendo en su segundo largometraje un peculiar retrato familiar. Hasta ahora la metáfora animal ha jugado un papel relevante en el festival. Si en Gräns (2018) Ali Abbasi proponía el reecuentro de la protagonista con su entorno y la pérdida de la identidad heredada por medio de la vinculación con el animal y en Dogman (2018) Garrone exhibía una venganza con dinámicas de amo y mascota, en Jaulas la metáfora se traslada al mundo de la ornitología. El film de Pacheco abre con Antoñito, hombre cuya mayor virtud es reproducir el canto de los pájaros. A su alrededor se apelotonan los apostadores, representantes de un casticismo casi folclórico, y el Canario, patriarca y autoridad de un pequeño poblado de extrarradio que vigila atentamente a Antoñito, individuo recluido en una jaula mental y física que solo encuentra consuelo en el canto de las aves. Concha y Adela son la mujer e hija del Canario, y tras la fuga de Antoñito y el romance juvenil de Adela con un joven rumano la violencia de Canario aumenta y motiva también la huida de madre e hija a casa de la hermana de Concha. Un reencuentro que traslada la acción y desencadena una trama que opta por desdoblar la narración en dos líneas argumentales: la de la madre y la hija y la del joven tratando de abrirse paso en una España poblada de oportunistas y masculinidad inserta en sabiduría popular.

Jaulas es ante todo un relato que dialoga sobre las posibilidades de la reconciliación y la herencia familiar y del entorno como perpetuadores de la frustración. Pacheco construye una propuesta arriesgada debido al barroquismo y el abigarramiento de la puesta en escena y los resortes dramáticos de la narración. La historia se mueve entre la comedia costumbrista, con arrebatos de un lirismo folclórico y el retrato mas castizo de una España arcaica. Los ecos de Almódovar y Wes Anderson resuenan primero por ese costumbrismo rural llevado al paroxismo y segundo por una estética formal filtrada en encuadres geométricos y una escala cromática cercana a los excesos almodovarianos. El universo de Pacheco se conforma a partir de jirones de material muy diverso, pero sirve para consolidar una visión propia, con una sensibilidad cercana al realismo mágico de Kusturica o a la lírica de Medem, principalmente en su primer tramo. Algunos podemos considerar excesivo ese universo barroco, ese dramatismo rural que estalla en escenas de intensidad mal llevada, pero quizá el logro de Jaulas principalmente se ciñe a la puesta en escena, proponiendo una superación del pastiche propio de todos los realizadores que intentan seguir la estela de los Almodóvar o Dolan. Está lejos de ser un film que impacte o cuya propuesta dramática, a caballo entre el relato de familiar, la descripción de una España patriarcal y folclóricamente costumbrista y la transversalidad de géneros, resulte estimulante. Aún con todo el cineasta consigue ofrecer un personalísimo reflejo de una Andalucía donde la sensibilidad femenina queda condensada en las numerosas secuencias elaboradas donde el encabalgamiento de la música crea virtuosas muestras de una mirada sensible y sobre todo personal a algunos de los tropos y mitos estéticos de la Andalucía mas lorquiana.

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