Jordi Grau, cineasta único
Por Hugo Pascual Bordón
Jordi Grau (Barcelona, 1930-Madrid, 2018), retratado para el proyecto Cineastas Contados
Jordi Grau falleció el pasado 26 de diciembre a los 88 años. Las primeras reacciones a su muerte han dado una muestra de las muchas formas que hay de identificar a un director que posee un amplio repertorio entre cine popular, de terror, de autor, experimental y documental. Se han compartido breves artículos y comentarios afectuosos en varios idiomas desde distintas partes del mundo, recordándose sobre todo sus películas de terror, especialmente No profanar el sueño de los muertos (1974), su película más conocida a nivel internacional. En España se ha destacado también que fue el director de La trastienda (1975), película célebre de la Transición por el desnudo de María José Cantudo. Pero la obra de Grau es mucho más, puesto que permite contemplar la sociedad española en la segunda mitad del siglo XX a través de una mirada sincera y singular, desde sus inicios a finales de los años cincuenta coincidiendo con la apertura del franquismo, pasando por la Transición, hasta su última película, Tiempos mejores (1994). Jordi o Jorge Grau, catalán que vivía en Madrid, siempre lúcido e inconformista, definido por sí mismo como un “director de cine descatalogado” en sus memorias publicadas en 2014 1, dirigió cerca de una veintena de películas de distintos géneros y estilos cinematográficos. Merece ser reconocido no solamente como un cineasta versátil, sino también como alguien único que desafió las etiquetas por medio de una obra comprometida y coherente a reivindicar.
Noche de verano (1962). Archivo Francisco Rabal
Barcelona, Madrid y Roma
Los inicios de Grau en el cine fueron en Barcelona y estuvieron precedidos por su dedicación a la pintura y al teatro. Dos aspectos clave para entender su enorme capacidad tanto para la dirección de actores como para enriquecer el componente visual. Su participación en el cine-club Monterols fue también decisiva, porque de allí surgió su pasión por el cine a raíz de ver algunas películas de Roberto Rossellini. Además, ese ámbito –ligado al Opus Dei– le condujo a Madrid, a la productora Procusa, que financiaría su primera película en 1962. Lo consiguió después de dirigir varios cortometrajes documentales, ser colaborador de, entre otros, Sergio Leone y Luis García Berlanga, además de disfrutar de una beca en el Centro Sperimentale de Roma. Allí conoció a Federico Fellini, entablaron amistad y Grau años después le consagró un libro, Fellini desde Barcelona. Noche de verano es la visión de Grau de una dolce vita barcelonesa entre las dos noches de San Juan de dos años consecutivos. En su primera película ya se encuentra su constante temática: la desigualdad social, las relaciones de pareja y el dilema moral de la infidelidad en el seno de una sociedad católica. Fue un filme ambicioso con Francisco Rabal y otros actores del momento como Gian Maria Volontè, Umberto Orsini, María Cuadra o Marisa Solinas, y tuvo problemas con su propia productora, según ha narrado el propio Grau en sus memorias. Por suerte, en 2012 se presentó una versión íntegra y restaurada por la Filmoteca Española.
El espontáneo (1964)
Su segunda película fue El espontáneo, un duro retrato del Madrid del desarrollismo, en el que un joven piensa hacerse torero para sacar a su familia de la pobreza. Muy en sintonía con el grupo del Nuevo Cine Español que se estaba fraguando en Madrid con Carlos Saura como principal referente, con el tiempo El espontáneo ha quedado más asociada a la temática taurina. En el libro ¡Torturadores?, escrito junto a Ángel Arranz, Grau lamenta que el cine español no haya dado representaciones más efectivas del entorno taurino y comparte sensatas reflexiones sobre ese asunto.
Teresa Gimpera y Serena Vergano (Simón Andreu en una foto entre medias) en Una historia de amor (1966).
Sus siguientes películas, la experimental Acteón –un proyecto inicialmente concebido junto al escultor Jorge Oteiza–, seguida de Una historia de amor –con un formidable trío protagonista formado por Simón Andreu, Teresa Gimpera y Serena Vergano encarnando a la juventud de los preámbulos del 68–, le abrieron las puertas al grupo de la Escuela de Barcelona, junto a Joaquim Jordà, Jacinto Esteva y compañía. Tuset Street estaba destinada a ser la gran película del movimiento barcelonés, pero los desacuerdos con la actriz Sara Montiel forzaron el despido del director, que fue reemplazado por Luis Marquina. A finales de los sesenta, Grau dirigió además en Barcelona Historia de una chica sola y el ejercicio de docuficción Chicas de club, sobre los clubes de alterne en Madrid.
Lucía Bosé haciendo de condesa Báthory en Ceremonia sangrienta (1972).
Cine de terror en el tardofranquismo
Las tres películas de terror que dirigió Grau en la primera mitad de los setenta son solo una pequeña parte de su filmografía, pero es la más recordada y aplaudida. Con el género fantástico en plena ebullición, Grau logró adaptar la historia de la condesa Báthory, que el director tenía en mente desde la década anterior. Ceremonia sangrienta, protagonizada por Lucía Bosé y Espartaco Santoni, además de una historia de vampirismo sobre la eterna juventud, trata la lucha de géneros y de clases. De nuevo contando con Santoni, Grau dirigió Pena de muerte, en la que Fernando Rey interpreta a un juez francés –tenía que ser extranjero por exigencias de la censura–que está de vacaciones en Galicia y se ve envuelto en una serie de asesinatos.
No profanar el sueño de los muertos / The Living Dead at the Manchester Morgue (1974).
Su tercera incursión en el terror, No profanar el sueño de los muertos, fue concebida como una adaptación en color de La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, 1968) de George A. Romero. Grau supo darle personalidad propia, recuperando el carácter social de la cinta de Romero y captando el discurso contracultural del momento. El fenómeno zombie se hizo europeo con una cuidada ambientación en Inglaterra y coproducción entre España e Italia. Estas tres películas suelen ser vistas de manera individual, pero en su conjunto conforman una trilogía en la que el horror mostrado en pantalla llega a conectar con la descomposición del régimen franquista.
María José Cantudo y Frederick Stafford en La trastienda (1975).
Un destape intelectual
A mediados de los setenta Grau se juntó con el productor José Frade para realizar hasta cuatro películas que se enmarcan en el fenómeno del destape. José Sacristán, actor de comedia del momento, protagonizó El secreto inconfesable de un chico bien sobre un joven señorito madrileño que sufre impotencia sexual. El éxito de La trastienda inauguró el destape coincidiendo con una modificación en el código de censura en el preludio de la Transición. El desnudo integral de una jovencísima María José Cantudo –tan solo unos segundos frente a un espejo mordiendo una manzana representando así el pecado de Eva– fue el primero que se mostró en una película española comercial. Se trató de una sensación en su estreno a principios de 1976, con más de dos millones de espectadores en cines. Nuevamente introduciendo a sus personajes en la fiesta popular como forma de liberación, Grau nos concedió también unas imágenes muy valiosas de los Sanfermines del verano de 1975 en Pamplona. El tema de la infidelidad y la hipocresía quedó aún más de relieve al situarlo en una familia del Opus Dei, un ambiente que conocía, pero del que nunca formó parte. Siguió con La siesta, un drama costumbrista y macabro protagonizado por Ovidi Montllor, después con la histórica Cartas de amor de una monja, escrita junto a su mujer, Gemma Arquer. Fue un tipo de cine popular, provocador y con un mensaje social, definido como “destape intelectual” 2 por Miren Gabantxo-Uriagereka y Vanesa Fernández Guerra.
José Sacristán, entre Barcelona y Madrid en el cartel de El extranger-oh! de la calle Cruz del Sur (1987).
Hasta nuestros días
En la vuelta a la democracia, se fomentó un cine histórico que queda reflejado en la obra de Grau con sus producciones históricas sobre Cataluña La leyenda del tambor y La puñalada. En los ochenta Grau también hizo un cine de corte social. En consonancia con el cine quinqui del momento estuvo Coto de caza con Assumpta Serna interpretando a una abogada llevada al límite. Muñecas de trapo trató sobre una relación homosexual entre dos mujeres, por entonces un tema poco tratado. En su última etapa, Grau se permitió hacer un cine muy personal con El extranger-oh! de la calle Cruz del Sur, protagonizada por José Sacristán, haciendo un repaso a su vida entre Madrid y Barcelona; y Tiempos mejores con Arturo Fernández en un homenaje al teatro de variedades El Molino, símbolo de su infancia barcelonesa. Pese a no lograr dirigir más películas, Grau tuvo algunos proyectos en mente, como la vida de Edgar Allan Poe, la guerra de Cuba o los acontecimientos en Cataluña durante la guerra de Sucesión.
Grau se definía como “descatalogado” con sentido del humor, pero también con honestidad. En estos días muchos recuerdan sus películas, pero solo unas pocas se encuentran editadas o en el portal de cine español FlixOlé. Las otras únicamente se pueden encontrar en filmotecas. En esta era digital en la que se apela al blanco y negro neorrealista –Roma de Alfonso Cuarón– o al componente mítico del cine –el documental Desenterrando Sad Hill de Guillermo de Oliveira–debería ser esencial que una obra como la de Grau permaneciera accesible para todo el mundo. Preservar la memoria de Grau es preservar también la de toda una generación de cineastas –de George A. Romero a Bertolucci–, que pese a todas las dificultades de su tiempo nos enseñaron de dónde venimos.
* Hugo Pascual Bordón es profesor adjunto en la Universidad de Carolina del Norte, en Charlotte. Ha escrito una tesis doctoral en torno a la obra de Jordi Grau y actualmente prepara un ensayo monográfico sobre este tema.
- GRAU, Jordi (2014): Confidencias de un director de cine descatalogado. Calamar Ediciones. ↩
- GABANTXO-URIAGEREKA, Miren y FERNÁNDEZ GUERRA, Vanesa (2013): Conexión hispano-lusa en la traslación al cine de Cartas Portuguesas Una película de destape intelectual: Cartas de amor de una monja (Jordi Grau y Gemma Arquer, 1978) en Archivos de la Filmoteca nº71: Dos lenguas, dos continentes: el cine iberoamericano hoy. ↩
Estimada Dra. Miren Gabantxo-Uriagereka,
Lamento que su apellido no apareciera citado en el texto de forma completa.
Estoy al tanto de su investigación sobre la obra de Jordi Grau, de ahí el gesto por mi parte de citar uno de sus artículos. Espero que entienda que en este texto no hay lugar para todo tipo de referencias de rigor académico. Sin embargo, en mi tesis doctoral, aquí solamente mencionada en el apartado biográfico del autor del texto, se pueden encontrar las referencias pertinentes, siguiendo el código ético académico al que se refiere.
Atentamente,
Hugo Pascual Bordón
A la att de los responsables de Cine Divergente:
Solicito que mi apellido se cite bien GABANTXO-URIAGEREKA y sería también fundamental que Hugo Pascual Bordón cumpliera el código ético académico y citara que en 2012 yo realicé la primera tesis doctoral sobre el cineasta Jordi Grau, bajo la dirección del Catedrático Dr. Santos Zunzunegui: https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=161663
Dra. Miren Gabantxo-Uriagereka
Profesora Agregada de UPV/EHU
Universidad del País Vasco/ Euskal Herriko Unibertsitatea
48940 Leioa, Bizkaia