Jordi Morató, director de El inventor de la selva (Sobre la marxa)
Por Jose Cabello
Construir una selva con las manos, al lado del paso de una autopista, es la hazaña sobre la que gira el documental El inventor de la selva. El artífice de este extraño levantamiento, Josep Pujiula -también conocido con el apodo de “El Garrell”- emula en su creación, por medio de construcciones de madera, laberintos naturales y edificaciones entre árboles, un trozo de jungla que, al mismo tiempo, funciona como coartada perfecta para la ambientación de tres películas sobre la vida de Tarzán. Lecturas y reinterpretaciones de un Tarzán que él mismo encarnó y rodó con la ayuda de un niño del pueblo. De ahí su otro apodo, “El Tarzán de Argelaguer”, municipio donde se desarrolló la aventura del protagonista de El inventor de la selva.
Jordi Morató, director del documental, se sirve de la figura de Garrell y de sus construcciones alienígenas, para erigir un elogio al acto lúdico y hacerlo entender como una de las virtudes más sanas e innatas del ser humano. Jordi recoge con su cámara la inyección de actitud positiva que sustenta el manual de vida de Garrell.
Tras haberse visto en el Festival de Málaga, la ópera prima de Jordi Morató encontró su hueco dentro de la sección Un impulso colectivo, en el marco del D’A, Festival de Cine de Autor de Barcelona, donde se alzó con el premio del público del certamen, para luego poder verse en Documenta Madrid. Aprovechando la presencia del director en el Festival de Málaga, quedamos con Jordi para hablar de su película.
¿Cómo conoces la historia de “El Garrell”?
Fue una cadena de casualidades. Por una parte, conocí Argelaguer, un pueblo de la provincia de Girona, cuando unos amigos me cuentan de la existencia de estas construcciones. Fui a visitarlo y quedé impresionado con la obra. Por otra parte, en una sesión de rodaje, cuando comienzo a grabar el sitio, como espacio, conozco a Garrell, y al conocer su historia me doy cuenta de que es más impresionante todavía que el propio lugar. Ahí comienza la idea de El inventor de la selva, con grabaciones, entrevistas y documentación del lugar.
Una parte muy importante en la cimentación de El inventor de la selva lo forma el material de archivo que rodó el propio Garrell durante la simulación de su particular Tarzán. ¿Cómo consigues acceso a este documento?
Convencerle a él no fue un gran problema, él se prestaba. Tenía esa filosofía según la cual, si tanta gente venía a verlo, ya que al lugar acudían muchas visitas, no presentaba problema alguno contar su historia. En ese momento me cuenta sobre la existencia de unas cintas, y yo al principio me lo tomo a broma, ¿cómo va a tener unas cintas recreando a Tarzán? Cuando me pasan el material y empiezo a visionarlo me doy cuenta de que es maravilloso. Aquí el documental sufrió un punto de inflexión importante porque yo vi que la historia debía cambiar completamente al ver el potencial del material.
Asocié rápidamente la construcción de estas películas de Tarzán, rodadas con la ayuda del niño del pueblo, a los problemas que él tenía cuando comenzó a llegar gente. Y, en lugar de enfrentarse a ellos, mediante la realización de estas películas, intentaba retratar los problemas que Tarzán tenía con la civilización. A su estilo salvaje, hizo una representación artística de su propio conflicto, y quise enfocarlo en ese sentido, otorgando también un componente lúdico al personaje ya que, al fin y al cabo, el se considera un niño de setenta y seis años.
¿De cuánto material disponías?
Me dieron siete VHS. Ellos grababan con una cámara doméstica de principios de los años noventa y lo editaban sobre VHS. Las tres primeras películas de Tarzán estaban mezcladas en varias cintas, no había continuidad. Solo existía una película que mantenía la trama dentro la misma cinta, la que aparece en último lugar en El inventor de la selva, pero recomponer las grabaciones originales del resto, fue un duro trabajo de edición.
Principalmente, quise mantener el equilibrio entre las películas de Tarzán, utilizarlas así como motor narrativo al contar el global de su historia y que, al mismo tiempo, el espectador pudiese ver la esencia de las películas, el carácter lúdico, tal y como él las hizo.
El documental muestra el proceso donde Garrell introduce elementos como animales, pareciendo acomodarse a una vida en su propia selva, pero ¿realmente tenía intención de vivir allí?
El nunca vivió en ese lugar. Tiene familia, algo que incluso sorprende después de haber visto el documental. Pero desde mi punto de vista, no quise darle importancia al contexto de la historia, evité tanto la parte política del Ayuntamiento como la de los vecinos. Lo veía como un niño mayor que empezó a jugar con el cine y quería focalizarse ahí.
Como en El pequeño salvaje (L’enfant Sauvage, François Truffaut, 1970), El inventor de la selva viene a hablar de un individuo que tampoco logra adaptarse a las reglas dictadas por la sociedad. Incluso el personaje de Garrell adquiere tal potencia, que acaba eclipsando a Josep, dibujando un perfil similar al niño de la película de Truffaut. ¿Se siente ajeno a la sociedad?
Hablando con él llegas a concebirlo como una persona a la que no le genera ningún tipo de tensión vivir en sociedad. El trabajó como tornero mecánico y su tiempo libre lo dedicaba a las construcciones. Cuando se jubiló, construir ya fue a full time. Él mismo ha sabido lidiar muy bien con ese equilibrio, lógicamente necesitaba su mundo aparte, pero un microcosmos derivado del juego. Ya desde niño, iba a jugar al río que aparece en la película, o a pescar con las manos, o a saltar al agua desde los árboles. Toda su vida ha estado jugando en ese lugar y, progresivamente, al hacerse mayor, ese juego fue a más.
El título original del documental en catalán es Sobre la marxa. Resulta irónico porque sobre la marcha ha construido una ciudad, ¿deriva el título de esta cuestión?
Sí, exacto, se le fue de las manos, iba sobre la marcha. No obstante, llegó un momento de gran magnitud en el que las consecuencias podían ser mayores. Esos son los puntos donde hay tensión y donde él termina destruyendo todo, ya fuera por vandalismo, por la construcción de la futura autovía o por seguridad institucional. Pero siempre sufre un punto de choque donde no puede más. De algún modo, la sociedad impone su status quo y le permitió jugar durante bastante años pero hasta un límite. La sociedad puede mirar a otro lado, pero hasta cierto punto. A partir de ahí, tiene que reprimir el comportamiento que se sale de la norma.
El aspecto más fascinante de la historia de El inventor de la selva lo compone la visión optimista con la que inundas la película. Garrell dice haber cumplido su sueño en más de una ocasión, se siente afortunado. ¿Es una persona que se crece ante los problemas del día a día, como así lo refleja la película?
Totalmente, él es así. Lo curioso del caso es que cuando iba destruyendo el lugar, también disfrutaba. Al igual que juega con el agua, juega con el fuego. Si no hubiese tenido esta filosofía del juego no habría podido llegar tan lejos. Por otro lado, él es muy responsable, y dado que el terreno no era suyo, cuando le dijeron «hasta aquí», él paró. En la última etapa surgió una plataforma para apoyar sus construcciones, aunque llegó un poco tarde y no pudieron evitarlo, pero él nunca quiso hacer ruido.
El inventor de la selva es tu proyecto de fin de carrera, y está producido por Isaki Lacuesta, Isa Campo y Elías León Siminiani. ¿En qué momento les planteas el tema de producción de la película?
Antes de entregarlo como proyecto final de carrera, llevaba dos años trabajando en él. Entonces veo que integrarlo en la estructura de la Universidad y tomarlo como mi proyecto final podía ayudarme a finalizarlo en condiciones. Isaki, Gonzalo de Lucas y Elías eran los tutores, me orientaron en el largo proceso de guión y montaje. A ellos les debo mucho, me dieron la confianza necesaria para poder lidiar con los altibajos que conlleva desarrollar un proyecto de estas características. Cuando Isaki Lacuesta y Isa Campo vieron un corte muy avanzado de la película decidieron apoyarme con su productora, consideraron que la película merecía llegar al público. Ellos creyeron en el proyecto y lo apoyaron, se lo agradeceré siempre.
A día de hoy, ¿Garrell continúa construyendo?
Sí, levantó una cúpula de donde salen diez túneles, pero a nivel del suelo, no ha hecho torres para evitar problemas de seguridad, y está arreglando la cueva. Garrell sigue cada día por las mañanas, no va a parar nunca. Cuando vio la película se emocionó y está muy contento y agradecido porque alguien haya decidido inmortalizar sus experiencias.
Para seguirle la pista a El inventor de la selva, ¿puedes contar parte de ese gran recorrido que le espera al documental?
En enero estrenamos en Rotterdarm, en Málaga en marzo, como estreno español. Llegó el 2 de mayo al D’A (Festival de Cine de Autor de Barcelona) como premiere en Cataluña y ha viajado a la ciudad de Madrid para DocumentaMadrid el 3 y 4 de mayo. Paralelamente, va a estar en festivales de Canadá, Lisboa, Italia, Suiza… el documental está teniendo una muy buena acogida.