Joven y bonita

Conte des quatre saisons Por Laura del Moral

Descubrimos a Isabelle (Marine Vacth) a través de unos prismáticos por los que mira su hermano pequeño, su cuerpo y su precioso rostro, toda la belleza se encuentra ahí, una belleza que no puedes dejar de admirar y de observar. Un inicio en el que está Eric Rohmer, está La coleccionista (La collectionneuse, Eric Rohmer, 1967) y está el recuerdo de Charlotte Rampling (que además aparecerá para dejar huella hacia el final del film) en la playa de Bajo la arena (Sous le sable, François Ozon, 2000). Con apenas estos minutos el director francés ya nos está revelando que nos va a ofrecer una visión profundamente íntima de esta joven pero que él va a asignar a la cámara el lugar de un observador, sin ningún propósito de establecer un juicio, un François Ozon que respeta a sus personajes, seres que deambulan por su propio mundo y a los que parece que más que filmar, sobre todo, se dedica a acompañar en su travesía.Una elegancia y delicadeza llevada a sus cotas más altas en esta indagación sexual pero sobre todo vital de una joven de mirada melancólica a la que seguiremos a través de las estaciones y de las canciones de diversas bandas y en especial de la nostalgia adolescente tan presente en las de Françoise Hardy.

Joven y bonita

Del verano, del  L’amour d’un garçon (La petite fille que tu as connue/ Non, je ne suis plus…) y su primera relación sexual donde parece iniciarse esa dualidad: La pequeña chica que tú has conocido, ya no seré más…nos trasladamos a la ciudad, a París, al comienzo del otoño, esa estación que se revela siempre como una especie de refugio solitario mientras suena A quoi ça sert? pero que en Isabelle, a sus 17 años, lo que va provocar son las ganas de descubrir, de arriesgar y de dar sus primeros pasos hacia ese necesario tiempo de perderse para llegar a encontrarse. Que decida dedicarse a la prostitución esta joven de familia acomodada es quizá lo menos importante de toda la película, aunque es significativo en tanto tiene de punto de partida hacia la búsqueda y la experimentación.

Hay una exploración muy femenina de la identidad en Jeune et Jolie, a través del cuerpo (del de la protagonista y del de sus compañeros masculinos) hacia algo más, hacia algo inconsciente, un viaje de ella misma hacia el exterior en perspectiva con los demás, una comprobación de sus propias posibilidades en el camino hasta convertirse en mujer pero siendo aún una niña. Se podrían escribir mil detalles de esta película, diría incluso que cada pequeño hecho que ocurre contiene un gran significado, al mismo tiempo que todo está manejado con tal sutileza y con una mirada tan curiosa como distante donde lo que se despliega a los ojos de cada espectador va a concluir en una lectura diferente.

En mi colección de imágenes particulares de esta película una de las que se ha quedado más en mi recuerdo con el transcurso de los días ha sido el rostro de Isabelle invadido por las lágrimas, el único instante en el que se puede sentir levemente que podríamos llegar a traspasar dentro de ella, sucede cuando habla de su padre, de la ausencia de la figura paterna, algo sobre lo que no se otorgan demasiadas claves manteniendo así ese enigma de simple voyeur, no hay detalles pero está presente. Hay varias similitudes y una atmósfera muy similar con un film belga que descubrí hace unos años también en el Festival de San Sebastián y que me transmitió las mismas sensaciones, Marieke (Marieke, Marieke, SophieSchoukens, 2010) donde la protagonista aunque no se prostituía también buscaba refugio y compañía en hombres mayores, le acompañábamos también en su recorrido, como a Isabelle,en el que trataba de encontrarse y llegar a ser ella misma.

Joven y bonita 2

Jeune et Jolie es una historia de iniciación, del misterio de actuar, un misterio intencionado.

Porque Isabelle parece insondable, una mezcla de rebeldía obstinada y de fracturas secretas, así como siempre observamos lo bonita que es, nunca sabemos con certeza que pasa dentro de ella, un hermetismo que parece más pronunciado con la llegada del invierno, a consecuencia del hecho que sucede con Georges (Johan Leysen), a raíz del cual su familia descubre a lo que se está dedicando y que va a producir ese primer gran encuentro con la realidad, con su entorno y con todo lo que ello va a significar a partir de ahí, ese Première rencontré (je resta isseu le dans ma chambre / rêvant de celui qui viendrait / me sortir un jour de l’enfance / et avec qui je partirais loin…).

La aparición de Alice (Charlotte Rampling) en el papel de la esposa de Georges con el propósito de conocer a la mujer con la que se acostaba su marido crea un vínculo especial en la pantalla entre las dos, se produce entre ellas un momento de confidencia; Isabelle, una joven que se atreve a actuar y Alice, una mujer mayor a la que le hubiera gustado también acostarse con hombres por dinero en su juventud, en el sentido de haber experimentado y actuado mucho más en la vida. Después de todo, como viene a decir el poema Roman de Arthur Rimbaud que leen en la escuela Isabelle y sus compañeros, nada es tan importante a los 17 (Onn’est pas sérieux, quandon a dix-sept ans).

François Ozon nos despide con la llegada de la primavera, con el comienzo de la aceptación, con el deseo de continuar siempre hacia nuevas experiencias, nos deja en ese trayecto que será siempre una constante vital en el que cada uno tratará de hacer un poco suyas esas tres palabras que dan título a la canción de Françoise Hardy: JE SUIS MOI.

Jeune et jolie Ozon

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