La banda de las cuatro
Cuando el realismo se hizo mágico Por Laura del Moral
En La banda de las cuatro, Constance Dumas (Bulle Ogier), la profesora de teatro, les dice a sus alumnas en una de las clases: “demolición y duda, con eso debéis construir, crear, inventar…” Así es el cine que nos presenta Jacques Rivette, trata de enfrentarnos con lo que nos está ofreciendo, de derribar nuestras ideas para mostrarnos que también hay otras posibilidades y nos exige que construyamos, que creemos e inventemos su historia, no se puede ser un espectador pasivo ante una obra del director francés. De ahí que muchas veces se califique su cine de poco accesible o demasiado intelectual, más allá de esto, no cabe duda que es un cine para implicarse y sumergirse al cien por cien.
Rivette siempre nos muestra un nuevo mundo, otra verdad, se propone incitarnos a soñar, a que no creamos demasiado en la realidad que nos invade día a día, nos ofrece la posibilidad de inventar nuestra propia existencia y no quedarnos sólo con lo establecido, nos invita a que confundamos la vida con el arte, a adoptar el papel que queramos, tanto en una obra de teatro, como en nuestra cotidianeidad.
En La banda de las cuatro nunca se dibuja claramente el corte entre la vida y el escenario.
Incluso parece que la vida esté sobre las tablas y la realidad sea sólo incertidumbre, las alumnas estallan, sufren, padecen interpretando su papel en la obra que están representando, “La doble inconsciencia” de Marivaux, y son incapaces de dejar fuera del teatro lo que les está ocurriendo en su propia vida. Lo veremos también en una de sus obras posteriores Vete a saber (Va savoir, 2001) en la que teatro y vida se mezclarán hasta transformarse en uno.
El teatro se deleita en el juego, en su poder liberador y en la atracción por ser otro, procura herramientas para que el proceso creativo transforme a las personas, lo hemos visto recientemente en la magnífica obra de los hermanos Taviani, César debe morir (Cesare deve morire, 2012), no hay más que admirar la evolución de los presos a través de la recreación de “Julio César” de Shakespeare. Rivette como buen conocedor del mundo teatral, también incita a sus actrices a explorarse, a cuestionarse, a crecer a través de la película, de la obra, de toda la trama, sustenta a los personajes con la esencia de sus actores.
Hay otra dualidad en La banda de las cuatro, un enfrentamiento entre la colectividad y la soledad.
Las imágenes y el sonido del tren que se repiten nos separan la realidad de la ficción, la casa que comparten las chicas en las afueras y la escuela de teatro en el centro de París pero también marca la distancia entre las protagonistas y la soledad individual de cada una de ellas, nunca realizan juntas el trayecto a pesar de compartir casa y acudir al mismo curso de teatro. Esta duplicidad es acentuada por esa búsqueda del amor o de compañía, cada una a su manera y esa oposición siempre con un mismo protagonista, el único personaje masculino de importancia de toda la película, Thomas (Benoît Régent), que es el que introducirá el misterio y el que nunca sabremos con certeza quien es.
Una oposición presente también para protegerlas del mundo exterior y de la presencia masculina, que siempre aparecerá para agitar a las protagonistas, para sumergirlas en la conspiración y complot sobre los que gira la historia, Thomas alterará la vida de las chicas en la casa y los dos hombres que aparecerán en el teatro para llevarse a Constance perturbarán sus clases, aunque las alumnas continuarán con la representación de la obra, así, una vez más Rivette nos recuerda que la imaginación, el juego, la fantasía siempre serán nuestro refugio para escapar de la extraña y, en ocasiones, dura realidad.
Todas las tramas quedarán incompletas y nos parecerá que nada tiene sentido, ya sutilmente el director nos lo irá dejando ver a lo largo de todo el filme, a través de la historia de la lógica que cuenta Lucia (Inês de Medeiros) y que en realidad no tiene tanta lógica, con una de las frases que dice una de las estudiantes “cuanto más avanzamos menos sé hacia dónde vamos” o con la abundante repetición de esas dos palabras que darán título a una de sus obras posteriores que ya hemos mencionado “va savoir” (vete a saber).
En la banda de las cuatro se integran la totalidad de las obsesiones de Jacques Rivette, la falta de certezas, de respuestas, los misterios y la magia del teatro y de la vida, del arte y de la existencia misma.
Hola Laura,
3 anos luego, pero mejor tarde que nunca :). Bueno… Felicidades por la manera en cual has sorpendido el contenido de esta pelicula! De verdad que Rivette consigue mezclar la vida con el cine hasta el punto que se confundan. Varias veces me encuentro un observador activo a sus peliculas, con ganas de intervenir como si estaba presente.
Acabo de leer tu cronica y me puesto una sonrisa en cara cuando he leido la ultima frase, porque esta semana he pensado exactamente en estas cosas, pero dramatizando la situacion. Es verdad que “cuanto más avanzamos menos sé hacia dónde vamos”, asi que manana supongo que voy a ver «Va savoir».
Buenas noches,
Stefan