La bicicleta verde
Los niños van en bicicleta y las niñas a pie Por Fernando Solla
“Pero de algo estoy seguro… Si conseguimos que una
generación (…) crezca libre en España, ya nadie les podrá
arrancar nunca la libertad. Nadie les podrá robar ese tesoro.”
He aquí una película que durante (y sobre todo tras) su visionado obliga al espectador, especial pero no únicamente al occidental, a replantearse lo arraigado de su integrismo cinematográfico e ideológico. Sin ningún tipo de aspaviento formal ni argumental, incluso diría que de una manera más (necesariamente) arquetípica y trillada que no precisamente novedosa o fresca, la realizadora Haifaa Al-Mansour plantea algunas preguntas de las que quizá queremos ocultar, avergonzados, nuestra respuesta, desenmascarando a la vez lo reduccionista, soberbio y autoindulgente de los constructos sociales bajo los que amparamos y supeditamos los juicios de valor que emitimos con tono alto, firme y convencido, inversamente proporcional a la ignorancia (e indiferencia práctica) que mostramos, con orgulloso desdén, de cara a la galería social, aunque ficticiamente comprometidos mientras ocupamos las plateas de los cines donde se proyectan largometrajes como La bicicleta verde.
Por otro lado y, muy probablemente, sin proponérselo, la realizadora y guionista nos invita a una fructífera reflexión sobre la futilidad / utilidad de la recreación o representación de la realidad a través de la ficción, en este caso la cinematográfica. ¿Qué cambiará la proyección internacional de esta película? No es una fábula ni tampoco detectamos ínfulas especialmente evidentes o latentes de denuncia social. Más cercana a un retrato o a una fotografía (por tanto a un objeto estático) de la actualidad sociopolítica de Arabia Saudí, La bicicleta verde corre el peligro de ser olvidada al poco de ser vista, a causa no tanto de la ausencia de factores y motivos destacables, como del letargo anímico de su público potencial. ¿Qué busca el espectador “medio” que ocupará, militante, su butaca? Pues lo más probable es que autocomplacencia generada a través del sufrimiento ajeno e injusticia (auto)infligida por el vecino desfavorecido, acompañada de ese pensamiento no verbalizado que almacenamos en nuestro cerebro para airearlo en ocasiones como la que nos ocupa. Algo así como… “ay que ver, qué buena persona soy, cuánto sufro y qué mal lo paso cuando veo a esta pobre gente que vive en lugares que nunca visitaré… La incultura, qué mala es…”. Si nos viéramos con nuestros propios ojos de juez tan severamente ignorante como nosotros, qué distinto sería todo. Víctimas y verdugos de nuestro propio desconocimiento.
Egoísmo ególatra del que ni siquiera puedo escapar escribiendo este texto. Aunque deambulando por mis cavilaciones, detecto que quizá Haifaa Al-Mansour lo ha conseguido. Con una honestidad profesional y humana que se contrapone a todo lo especificado en los párrafos anteriores (en lo que a los espectadores se refiere), Haifaa ha conseguido retratar lo general desde el caso concreto. Y un caso concreto poco habitual. Formalmente convencional, la realizadora y guionista se sirve de ese lugar (repetimos, formal) común para dar media vuelta y girar la tortilla. Wadjda (Waad Mohammed, sobrina en la vida real de la directora) no forma parte de una familia desfavorecida ni pobre (como esas que tanto compadecemos en el cine, pero a las que tanto ignoramos cuando nos cruzamos con ellas por la calle). Clase media, obrera, trabajadora… De momento, ya rebajamos nuestra superioridad y empezamos a tratar a los personajes como a un igual. Por si fuera poco, el patriarca (Sultan Al Assaf) es de esos hombres que, por sacar adelante a su familia, pasan semanas fuera de casa, trabajando. Del mismo modo, la madre (Reem Abdullah) será ni más ni menos que una maestra de escuela. Y aquí ya empieza a saltar la alarma y seremos los espectadores los que vamos a aprender algo.
¿Cómo puede ser que una maestra, por lo tanto una mujer culta y cultivada, acepte que su marido busque otras mujeres con las que comprometerse en matrimonio y compartir su vida? ¿En qué cabeza cabe que en un colegio se oprima a las niñas, atemorizándolas y limitando su conocimiento de manera unidireccional en lugar de abrir puertas y ventanas y ofrecer alternativas potentes con las que poder derribar los barrotes mentales imperantes en la sociedad? ¿Quién diantres le prohibiría a una niña montar en bicicleta, bajo el pretexto que su pureza (virginidad) corre el peligro de verse mancillada en contacto con el sillín de la misma? De momento, Haifaa Al-Mansour ya ha conseguido que aparquemos el juicio y aprendamos a contextualizar y a valorar no a partir de nuestro ideario, sino en base al del vecino (el extranjero), convirtiéndonos casi en intrusos que observan furtivamente aquello cada vez menos desconocido, lo que paulatinamente (sin prisa pero sin pausa), irá desarmando todos y cada uno de nuestros prejuicios y argumentos preconcebidos. Otro punto para la realizadora y, lo más importante, una nueva pregunta para el espectador: ¿En su lugar, no haríamos nosotros lo mismo?
Sin duda, ese cambio en las percepciones y puntos de vista es lo más estimulante de La bicicleta verde para un servidor. El trasfondo, el contexto. En cambio, la historia de la niña que quería una bicicleta, convertida en símbolo de libertad, se sigue con más amabilidad que interés, al menos cinematográfico. Donde realmente destaca la labor de la autora es en la construcción de personajes, especialmente los femeninos (hija, madre y profesora). Los tres están tan bien escritos, que poco esfuerzo parece que realicen las actrices para insuflarles vida y aportarles verosimilitud. Una vez más, una banda sonora en exceso preciosista en algunos pasajes interrumpirá y nos distraerá de la acción. Un mal menor, eso sí.
Finalmente, tres escenas a recordar: la burla de la niña hacia el sistema escolar y la estructura social al desvelar su auténtica motivación para participar en un concurso recitando el Corán; la modificación de la relación niño-niña (futuros hombre-mujer), en la que él quedará admirado y superado por la tenacidad de ella y, finalmente, la mejor de todas: la negativa de Wadjda de no participar de su árbol genealógico familiar (donde sólo aparecen los integrantes de sexo masculino), que la llevará a escribir su nombre en un trozo de papel y clavarlo en el cuadro con una horquilla para el pelo. Árbol que, quién sabe, quizá con esta generación, dé sus frutos.
Y para los que opinen que esto es más de lo mismo, sólo se me ocurre decir que sí, es muy posible. Pero, ¿no lo es la constante revisión de la Guerra Civil, cada vez a través de géneros y formatos relativamente inexplorados por parte del nuestra cinematografía autóctona? Miramos al pasado para comprender el presente cuando películas como La bicicleta verde analizan el presente para intentar modificar el futuro. ¿Ingenuidad? Es probable. Pero ¿quién es ahora el avanzado?
Crítica | Película | La bicicleta verde | Cine divergente, me ha parecido muy ameno, me hubiera gustado que fuese más amplio pero ya saeis si lo bueno es breve es dos veces bueno. Enhorabuena por vuestra web. Besotes.
Muchas gracias Fernando por aclarar aquellos temas que parecían que teníamos puntos de vista tan distintos, pero tienes razón, una vez esclarecidas mis dudas, no observamos la película desde puntos de vista tan distintos. Salvo en el último punto que tu has redactado, ahí tenemos menos divergencia. Un saludo y gracias.
Jose Cabello.
Buenas Jose,
muchas gracias por comentar la crítica. Por lo que leo, a mí me parece que coincidimos en más puntos de los que crees. Estoy de acuerdo en que la realizadora actúa como un espejo y que su forma de mostrarnos «la» realidad no es descarada, pero donde tú ves sutilidad yo veo falta de posicionamiento (muy probablemente intencionada para que el espectador saque sus conclusiones, pero aún así ausente). Que no es tendenciosa… Des del momento en que se eligen un punto de vista y no otro, unos personajes y no otros… ¿Qué es y qué no es tendencioso?
En segundo lugar, para nada equiparo la Guerra Civil con los conflictos que puedan surgir de la realidad saudí actual, ni mucho menos creo que ninguno de los conflictos esté olvidado y/o superado. A lo que me refiero es al enfoque que se hace generalmente (hay honrosas excepciones) de estos conflictos en el cine. En este aspecto, creo que «La bicicleta verde» es un gran ejemplo de cómo usar el medio con utilidad, ya que aprovecha el presente para mejorar el futuro y no el pasado para entender el presente. Me refería, pues, a que es mucho más «avanzado» el enfoque que nos propone «La bicicleta…», más allá del conflicto que trate.
Finalmente, tampoco digo que esta película sea «más de lo mismo», sino que los que piensen que lo pueda ser sólo necesitan un visionado para darse cuenta de que no es así. EnlLo que ya no estoy de acuerdo es que por ser la primera película saudí lo que se pueda contar en ella sea novedoso. Una cosa es la producción y otra el contenido.
Una vez más, muchas gracias por compartir tu opinión y por leer la crítica
Hola Fernando, a pesar de tener visiones diametralmente opuestas y sentimientos encontrados, me ha resultado muy interesante tu crítica sobre La bicicleta verde, no obstante, intento hilar los puntos en los que no coincidimos, para exponer mi experiencia durante la proyección de la película. Por una parte, no comparto la idea que mencionas en tu texto sobre que La bicicleta verde (o la directora) no ejerce una denuncia social, cuando creo que todo lo contrario, Haifaa Al-Mansour optar por actuar como un espejo reflejando la realidad de la sociedad saudí, es obvio que el juicio que emite es enorme pero quizás la forma no es tendenciosa o descarada, ha preferido usar la sutilidad. Quizás mi desconocimiento, puesto que no he leído mucho aunque sí he visto cine árabe, sobre el mundo musulmán me lleve a deliberar que esta propuesta no es para nada más de lo mismo ni equiparable a la Guerra Civil Española, primero porque una se ha superado en tiempo, (que no en memoria) y en la otra sigue coexistiendo en la vida diaria de estos países, y en segundo lugar, es la primera película de un Estado, no creo que pueda configurar ya más de lo mismo, cuando la religión árabe se tinta de integrista o fundamentalista, pero, para mí, aún siendo conocedor de la imagen que se nos vende de esta religión la película me ha impactado considerablemente, sobre todo por el detalle de cómo construyen la sociedad en torno a la figura del hombre, pero cómo el hombre carece de presencia física continuada en el hogar, dejando así al descubierto las sospechas que ya parecían llegar a Occidente, la mujer es el pilar de esa sociedad.
Un saludo.
Jose Cabello.