La doncella
Culminación cinematográfica de la apoteosis amatoria Por Fernando Solla
Have you ever seen a picture of yourself,
taken when you didn’t know you were being photographed,
from an angle that you don’t usually see when you look in a mirror…
El cine de Park Chan-wook es eminentemente contemplativo. Su capacidad para hacernos sucumbir y comulgar con las historias que nos explica a través de la fuerza expresiva de las imágenes, está fuera de toda duda. Sus ficciones narrativas propician un estudio de su lenguaje cinematográfico, cuyo análisis semiótico es tanto o más placentero que el visionado de sus películas.
En el caso de La doncella, el realizador parece haberse nutrido de sus trabajos anteriores para mantener toda la simbología estilística marca de la casa con una finalidad primordial: potenciar, exponencial y especialmente, la cualidad de la imagen como contenido de un lenguaje, y no como continente. Semiología pura que concatena todos los sistemas de signos posibles que permiten la comunicación entre el material proyectado y el espectador, erigiéndose el largometraje en un mecanismo perfecto que contempla desde la creación hasta la recepción, convirtiendo al canal y código en protagonistas.
La estela del autor es tan profunda y multitudinaria que, por momentos, llegamos a olvidar que el material de partida no es propio. La doncella es la particularísima adaptación de Park Chan-wook de la novela galesa Falsa identidad (Fingersmith, Sarah Waters, 2002). Curiosamente, la fidelidad argumental es absoluta. Reduciendo incluso los múltiples giros argumentales del original a tres (uno por protagonista), el guión sabe cómo trasladar al lenguaje cinematográfico el triunfo erótico del lesbianismo sobre cualquier característica (física u objetiva) que los hombres de este relato puedan disponer.
La cuestión genérica se desmaraña en este intrincado juego misterioso y erótico de un modo que va mucho más allá de la cuestión cinematográfica. Park Chan-wook se somete totalmente al punto de vista femenino de Waters, convirtiéndose a sí mismo en la burla masculina a la que reduce a todos sus heterónimos en la ficción fílmica. Nunca un autor masculino ha creado una obra de arte tan feminista como esta. Femenina y comprensiva con el género, por supuesto que las ha habido, pero feminista no. En la película, los hombres pueden fantasear con las relaciones eróticas entre dos mujeres pero nunca, por años que vivan, serán capaces de conocer, comprender o reconocer la explosión de libertad que supone para los corazones de ellas, mantener una relación sexual como la aquí mostrada. La máxima expresión de la independencia femenina, manifestada físicamente mientras el hombre queda relegado a imaginar, a recrear en su imaginación una historia a modo de infructuoso ejercicio onanista (el castigo al que se somete al protagonista masculino es una elocuente muestra de lo aquí descrito, ya que mientras las mujeres se disfrutan, los hombres se castigan en búsqueda de venganza).
Lo mismo hace el realizador al adaptar el manuscrito de la autora. Recrear con su delicioso talento figurativo el material ajeno. Reimaginar y reinventar. Hay otro aspecto muy importante en esta adaptación y es la relación sumisa que se establece entre territorios vecinos. Corea del Sur y Japón (Gales e Inglaterra en el original). El punto de vista del primero sobre el segundo. Es muy interesante cómo se combinan en la película los dos idiomas, coreano y japonés. El sentimiento de pertenencia a uno u otro espacio geográfico se sustituye aquí por una especie de pesar ante la inferioridad impuesta por factores externos del poder adquisitivo dominante. Hombre-mujer, nación rica-nación pobre (y viceversa, sobretodo viceversa). Lo mismo sucede con la lucha de clases. La aristocracia sexual femenina será la mayor fortuna de ambas. No se trata de doncella o señora, sino de hembra versus macho. El que progresiva y alegóricamente perderá sus miembros. El hombre convertido en objeto fácilmente sustituible por otro de material más duradero y resistente. O más útil.
Explicar el desarrollo de la historia narrada (incluso las premisas del argumento) supondría un perjuicio imperdonable, ya que La doncella, como las mejores obras de arte, merece ser descubierta y no explicada. De todos modos, es imposible no destacar la fotografía de Chung Chung-hoon y el imprescindible montaje de Jae-Bum Kum y Sang-beom Kim, así como la dirección artística, vestuario y caracterización. Hay un uso constante del plano y contra plano, para contextualizar el escenario interno y externo donde van a transcurrir las acciones, pero sin duda son los planos indirectos los que configuran el armatoste narrativo del autor. La importancia de los espejos y de las ventanas, así como de las imágenes mostradas a través de reflejos serán clave para entender la naturaleza de la propuesta, incluso para delimitar los planos. No es casualidad que algunas de las escenas más sugerentes a nivel estético transcurran en ámbito acuático y húmedo. A destacar también, la ética (estética) de la recreación de los rituales literarios a los que parece someterse la señora, ante su supuesto amo.
Los travellings de descubrimiento son igualmente impactantes, ya que muiltidimensionan la sensación hiperrealista y el punto de vista de la protagonista en el primer tramo del largometraje. Esta elección servirá para transformar la primera persona del singular en plural. Nosotros descubriremos más que la doncella, o eso creeremos. Los planos subjetivos no lo serán tanto cuando vayamos descubriendo la renuncia a unir los tres puntos de un triángulo. Aquí no hay ningún interés en formar polígono y sí un poliedro. El volumen que aporta el triple punto de vista es excepcional y adquiere dicha excelencia gracias a las magníficas interpretaciones protagonistas. Pura trigonometría cinematográfica. Los filtros cromáticos en función de la situación y el ambiente también conforman una hermosísima alegoría narrativa. Por momentos creeremos encontrar la muestra fílmica más fiel al espíritu literario de Charles Dickens, en lo referente a la recreación de las viviendas y los espacios interiores y su relación con la personalidad de sus protagonistas. Reventando cualquier tipo de frontera colonialista, a nivel geográfico, humano o artístico.
Finalmente, la estructura narrativa de La doncella es la talentosa puesta en imágenes del acto sexual en todas sus fases. Aquí no cabe la palabra coito por el condicionante genital masculino sobre el femenino que implica su definición. Deseo preliminar, exitación, culminación y orgasmo. El clímax cinematográfico termina ahí, en su punto álgido, sosteniéndonos en un placentero ejercicio donde sumisión se sustituye por voluntariosa entrega. La recompensa es total, convulsiva y espasmódica, igual que esta absoluta obra maestra con que nos obsequia Park Chan-wook con éste, su último trabajo.