La enfermedad del domingo

El tiempo insoportable Por Paula López Montero

“Los dioses se aburrían, por eso crearon a los seres humanos. Adán se aburría, porque estaba solo, y por eso fue creada Eva. A partir de ese momento llegó el aburrimiento al mundo, y creció su tamaño en proporción exacta con el crecimiento de la cantidad de población. Adán se aburría estando solo, luego se aburrieron Adán y Eva en común, y más tarde se aburrieron Adán y Eva y Caín y Abel en familia, luego aumentó la cantidad de gente en el mundo, y los pueblos se aburrieron en masa. Para distraerse, tuvieron la idea de construir una torre, tan alta que llegaba hasta el cielo (…). Después fueron dispersados mundo adelante, tal como hoy se viaja al extranjero; pero continuaron aburriéndose” 1.

¿Cuánto podemos soportar el paso del tiempo? ¿Cómo se hace frente a la muerte? (…) Silencio. Recién acabada la proyección, me quedé con un gran desaliento, mi cuerpo pesaba terriblemente, me había calado hasta los huesos ese paso calmado del filme que hoy, sin embargo, se desconoce. Frente a esa ausencia de sonido con la que acaba la película empecé a percibir los comentarios de la gente: -¡Casi me levanto y me voy, qué aburrimiento!, ¡madre mía vaya tostón!- decían algunos. Y en ese preciso momento me di cuenta de que esta película está hecha de otro tiempo. Sí, otro tiempo para el que ya no estamos acostumbrados.

Lo primero que se me ocurre decir es que, probablemente, La enfermedad del domingo junto con La vida lliure  (Marc Recha, 2017) sea una de las mejores películas de los últimos estrenos del cine español. Y lo es por varios motivos, pero sobre todo, por esta cuestión del tiempo. Para empezar diré que La enfermedad del domingo hace frente a varias cuestiones sociales como son el abandono, la muerte, y el empoderamiento de la mujer con un telón de fondo que escenifica el conflicto entre la ubre y lo rural sobre el que se perciben ecos del Mayo del 68. Pero vayamos poco a poco.

La enfermedad del domingo

La enfermedad del domingo empieza con la tumoración o, mejor dicho, con la malformación de las raíces de un árbol y un tiempo deliberadamente pausado, casi como si de un sueño se tratara. Entonces entra en escena el equilibrado plano estético de la ciudad y la vida aburguesada, lujosa y terriblemente perdida, donde la mentira, el maquillaje hacen de escaparate de una mise en abyme interna y terrible que representa el personaje de Anabel (Susi Sánchez). En una fiesta donde la formalidad y la exigencia son las guindas del pastel entra en escena Chiara (Barbara Lennie), haciendo de camarera para destapar todo ese exceso de maquillaje y autocomplacencia. Chiara es la hija abandonada de Anabel que tras treinta años sin saber nada de ella, decide presentarse y pedirle pasar diez días con ella en su casa de campo. Descolocada, con abogados y marido de por medio, Anabel acepta el trato siempre y cuando ella renuncie a cualquier parentesco con ella. Y entonces sí, entra de lleno el mundo rural en el que vive Chiara, un mundo para el que Anabel con sus trajes de alta costura parece no estar hecha. No quiero desvelaros los pasadizos por los que transcurre el filme porque hablar de ellos es como hablar sobre la nada. No obstante, me gustaría atraeros hacia este filme con la interesante reflexión que provoca.

El título, La enfermedad del domingo, hace alusión no sólo al motor interno del filme, sino a esa enfermedad, esa angustia temporal que nos suponen los domingos (conflicto entre el aburrimiento y el comienzo de la rutina). Domingo, día del señor ¿Quién no se siente desubicado los domingos? Hoy el parón del domingo nos supone una especie de afección, el cuerpo lo somatiza. El aburrimiento es la terrible dolencia a la que nuestra modernidad hace frente con angustia y mucho antidepresivo. Ese aburrimiento que mencionaba ya Kierkegaard. El no saber cómo gestionar el tiempo del no hacer nada, o más bien, el tiempo de la nada. Pero La enfermedad del domingo no teme y no vacila ante este simple discurrir. La película está impecablemente construida, es como ese lago tremendamente profundo en el que acaba por hundirse la muerte. Y es que hacer frente a esa pausa, o a ese fluir tímido del tiempo es como mirar cara a cara a la muerte para una conciencia moderna que asemeja el progreso y el correr incesante con la vida. En este sentido, me parece que el último año hemos accedido a dos películas de mención en la que el tiempo es el gran escenario de fondo y son Verano 1993  (Estiu 1993, Carla Simón, 2017) y Call Me by Your Name (Luca Guadagnino, 2017). En la primera, es la infancia la que no teme al paso del tiempo, al aburrimiento; en la segunda es la alta cultura representada en los clásicos y en las lecturas la que marca este flujo temporal mucho más sosegado. Y es que ¿puede uno escuchar música tecno, o navegar por internet sin estar abocado a un tiempo hiperacelerado? Escuchar a Bach es un buen ejercicio de calma para el que ya no estamos acostumbrados, el ritmo digital está terriblemente desenfrenado. Además ¿puede uno leer un libro a otro tiempo que no sea al tiempo mismo?

La enfermedad del domingo 2018

Además, otro de los temas sobre los que ahonda La enfermedad del domingo es el abandono. Recuerdo el relato magnífico de Nathaniel Hawthorne: Wakefield 2, que nos situa en los inicios de la Modernidad. Wakefield que no se conforma con su vida y cansado de su rutina, abandona su casa para verse a sí mismo desde otra perspectiva, para ver su ausencia. La enfermedad del domingo nos propone a Anabel, que abandona a su hija por ese ideal del querer comenzar de cero, de un siempre querer más. Pero ese siempre querer más tiene una explicación que viene representada en una de las imágenes que Chiara le enseña a Anabel, de cuando la madre era joven y presenció el Mayo del 68 para el que dice “no puedo explicar lo que fue, había que estar allí”. Pero ¿qué fue ese Mayo del 68 para muchos jóvenes? Un aliento, un ráfaga de aire fresco que impulsó un sentimiento de libertad, de romper con los moldes, esa ilusión de poder empezar que se convirtió, sin embargo, en un siempre querer más, que es como decir nunca es suficiente. Por cierto, este año se cumple 50 años del Mayo del 68, y me parece interesante esta película en el sentido de que nos propone una lectura sobre las consecuencias de esas revuelta, de esa rebeldía, y del espíritu que impregnó a toda una época y del que hoy inevitablemente bebemos. Mayo del 68 abrió los ojos de una generación ante la ilusión del libertad. Una libertad que aún seguimos buscando bajo el velo del progreso y del consumo.

Para terminar, considero que La enfermedad del domingo es un relato muy pulsional, muy profundo, que para de verdad entenderlo tienes que sumergirte en el fondo de ese lago y mirar cara a cara a la muerte. Hacer frente a ese tabú es superar las anestesias y edulcorantes, esta falsa idea de progreso a la que nos tiene abocado el sistema y este correr desatado de los tiempos. Si no hay miedo a la muerte, no hay miedo al pasar de los tiempos. Correr no evita el lago en donde la muerte nos espera.

  1. Kierkegaard, Søren (2007): O lo uno o lo otro. Un fragmento de vida II. Trotta Editorial
  2. Hawthorne, Nathaniel (2011): Wakefield. Nórdica Libros
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