La flor del día #4: Claudio Caldini

Un jardín austral: juegos que no suman cero Por Damián Bender

Dentro de la sección A flor do día de la edición dual del (S8) se encuentra una división bastante explícita de los focos del conjunto de audiovisuales de cada día y su relación con el común denominador de la sección en su totalidad, que son las flores y las plantas en general: en el primero nos encontramos con una exploración metafórica y surrealista del estado interior de la directora en cuestión —Suzan Pitt—, en el segundo los elementos vegetales encuentran sinergia en metraje encontrado, con todas las posibilidades que este tipo de “reciclaje” de material suele ofrecer —fuertemente atado a la noción del recuerdo y el paso del tiempo—, mientras que en el tercero los elementos vegetales son objetos de estudio en diferentes tipos de ilusiones, exhibiendo sus autores un cierto nivel de distanciamiento sobre lo que están registrando. La cuarta flor del día, en cambio, arroja la cámara sin miramientos hacia los jardines, haciendo del elemento vegetal el epicentro absoluto del audiovisual. Esto no quiere decir que no aparezcan lecturas o variables relacionadas con conceptos por fuera de lo estrictamente percibido, pero estas lecturas se extraen de lo que su autor, en este caso Claudio Caldini, ha hecho el foco absoluto: los jardines, las hojas y las flores. A partir de ellas podemos extraer conclusiones y partiendo de esa fijación en su belleza, forma y estructura es donde apreciamos el valor de los dos audiovisuales que nos son pertinentes en este texto: Cuarteto (1979) y Poilean (2020).

Claudio Caldini

Cuarteto (1979)

Lo primero que podemos destacar sobre la naturaleza de Cuarteto es la parsimonia que caracteriza todo su metraje, a lo que se le añade un carácter rítmico, casi musical a pesar de que en la banda sonora no se percibe sonido alguno hasta llegar a la parte final del cortometraje. Como si se tratase de una pieza musical, Cuarteto divide su estructura en diferentes secciones que presentan características particulares en lo referente a los elementos mostrados y a la densidad visual que se puede apreciar en pantalla. Es posible aventurarse a decir que la pieza presenta tres secciones diferenciables, dentro de las cuales también se detectan algunas subdivisiones:

  • Una primera sección en la que se introduce un grupo determinado de planos de plantas y hojas que se alternan mediante sobreimpresiones de evolución lenta, una imagen alterna a la otra a través de fundidos encadenados en donde se detectan estas sobreimpresiones de carácter pausado. Esta primera sección presenta dos subdivisiones en las que este ritmo lento se mantiene, pero cambia el grupo de planos a mostrar, de modo que cada subdivisión tiene características visuales diferentes a pesar de mantener el mismo tempo.
  • La segunda sección presenta otro tipo de densidad visual al introducir planos en los que Caldini realiza capturas más “frondosas”, ubicando la cámara debajo de grupos de hojas, o realizando primeros planos de las hojas de forma que los elementos ocupan la totalidad del plano, sin aire o espacios vacíos. Las sobreimpresiones se vuelven más frecuentes y las tonalidades de verde invaden toda la pantalla, generando una densidad e impacto visual mucho más significativo que en la calmada sección introductoria.
  • La sección final también consta de dos partes, en la primera se vuelve a un ritmo más calmo, similar al del inicio para ir en crescendo hacia una segunda mitad con características similares a la segunda sección. Lo interesante es como se encadena este crescendo, ya que la subdivisión no está marcada por algún tipo de fade out pronunciado —esto pasaba en la primera sección— sino que se detecta por el incremento sucesivo de la densidad visual. Esta sección final presenta además dos características particulares: la predominancia del color rojo y las flores por encima del dominio del verde y la hojarasca de las secciones anteriores, así como la aparición de un sitar en la banda de sonido acompañado de efectos de delay que parecen acompañar de forma sonora la característica de repetición de elementos que dominan la totalidad del apartado visual.

Ya que la repetición de planos y la superposición de unos sobre otros son las señales de identidad de Cuarteto. Caldini elige un grupo de planos con características similares y los repite con sutiles variaciones de foco que generan cambios en la forma en que percibimos la luz dura que ilumina a las plantas y por lo tanto alterando lo que vemos. Son cambios sutiles que requieren de la atención y el ojo atento ante cada repetición de los elementos, que en su letárgico ritmo parece intentar ponernos en trance. Estas ideas se vuelven muy interesantes en la segunda sección, ya que estos cambios son más perceptibles y sus efectos visuales más estimulantes: los cambios de foco difuminan los bordes de las hojas y la luz se vuelve más intensa, generando así un pseudo efecto caleidoscópico donde los elementos pierden parte de su forma original y los verdes y blancos inundan la mirada. Contemplación y minimalismo, estos dos conceptos definen el grueso de la propuesta estética de Cuarteto. Caldini elabora una propuesta visual que es prácticamente sonora, o que al menos tiene un claro paralelismo con las obras musicales de Steve Reich o Philip Glass. El manejo del tempo, la repetición y las relaciones entre planos que en su superposición generan nuevas capas de densidad a partir de ligeras modificaciones de la idea original hacen que la comparación surja naturalmente, y los resultados finales de esta transposición de lo sonoro a lo visual resultan exitosos.

Claudio Caldini

Poilean (2020)

Haciendo un considerable salto en el tiempo hasta el presente año, el otro audiovisual presentado en A flor do día es Poilean, una obra tan sencilla como sumamente bella. La idea es simple: una cámara recorriendo un campo de girasoles, ni más ni menos. Sin embargo, la forma en que la cámara deambula por el espacio es capaz de suscitar numerosas conjeturas, deja volar la imaginación, funcionando como un disparador de ideas audiovisuales. El punto de vista es lo primero a destacar debido a que tranquilamente podemos percatarnos de que estamos dentro de la vista de una abeja o avispa yendo de un lugar a otro, extrayendo el polen de cada una de las flores que se escudriña con sumo detalle. Esto se debe al manejo de la cámara, al modo inestable con que se desplaza por cada una de las flores, a los recorridos erráticos por el aire que nos permiten contemplar el hermoso paisaje o mirar hacia el cielo y también al pormenorizado estudio que realiza por cada una de las plantas de girasol. Caldini aplasta la lente contra las flores, arrastra la cámara por los pétalos, nos permite contemplar detalladamente la estructura de las plantas y admirar cada una de las composiciones y patrones visuales que las componen con sumo detalle. La sensación que transmite la cámara es física, cada choque contra los pétalos, cada acercamiento extremo hacia las semillas de girasol y cada detalle de sus dentadas hojas es apreciable desde una distancia tan cercana que podemos ver sus formas con claridad, con una nitidez casi palpable, eminentemente física.

De esto se trata todo el metraje, un recorrido mucho menos estructurado en comparación con el minimalismo encontrado en Cuarteto que sin embargo consigue cautivar debido a su maravillosa capacidad de estimular la imaginación, de establecer lazos e ideas entre lo que vemos y todo el entorno que lo rodea. Basta con solo pensar en que un campo de girasoles es un ecosistema en sí mismo para mirar mucho más allá del vivaz amarillo de los pétalos externos. En su nombre, Poilean, en el acto de llenar toda la lente de la cámara con polen se encuentra la idea principal, la de mostrar los pequeños e insignificantes momentos que conforman eso que llamamos vida, la maravillosa conexión entre una planta que late internamente al ritmo de los rayos del sol, los insectos que la polinizan y llevan esa vida hacia otros lugares en un viaje capaz de conectar agua y viento, cielo y tierra, todo esto con el simple movimiento de una cámara. Lo que Claudio Caldini consigue reflejar es todo lo que late debajo del concepto que llamamos vida, haciendo de Poilean un audiovisual superlativo.

De esta forma, la cuarta parte de la sección A flor do día nos presenta dos aristas diferentes del mismo artista, que a partir de un mismo elemento vegetal nos lleva por dos viajes distintos en su naturaleza, pero no tanto en su visión global. Uno más contemplativo y el otro más inmersivo, uno más estructurado y el otro más físico y directo, pero ambos sumamente reflexivos, invitando al espectador a que mire con atención, que escudriñe cada sector de la pantalla en busca de esos detalles capaces de cambiar todo el esquema perceptivo que teníamos hasta el momento. Parafraseando la frase del filósofo Chuang-Tzu que cierra Cuarteto, Caldini busca que entendamos una idea subyacente en el discurso audiovisual, una idea que nos transmite con sus palabras-imagen y que con algo de suerte podremos entender. La idea se encuentra en los detalles, en la difuminación de los bordes de los objetos, en las estructuras detalladas de las flores, en la combinación de sonidos sintetizados y largamente sostenidos con planos secuencia. La idea es más que la suma de todas las partes, en definitiva, es más que el desglose que una crítica sea capaz de hacer de las palabras, del lenguaje empleado. Con que esto último se haya entendido puedo darme por satisfecho.

Claudio Caldini
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