La herida
La dificultad de ser Por Laura del Moral
En Tu (a) mor (2009) Fernando Franco diseccionaba quirúrgica y sentimentalmente nuestros corazones, terminaba la voz en off que narra el cortometraje explicándonos que en muchas ocasiones era imposible extirpar un tumor excesivamente ligado al corazón y que la única solución posible consistía en minimizar el dolor e intentar llevar una vida normal, pero permanecería ahí de por vida, identificándolo con las consecuencias de una ruptura de pareja y con la imposibilidad de olvidar a la otra persona. Y es que todos, en mayor o menor medida, portamos nuestras propias heridas, algunas más visibles que otras, lesiones que reclaman urgencia pero que no sabemos manifestar. Esto le sucede a Ana (Marian Álvarez) la protagonista de La herida que mutila su cuerpo para expresar todo aquello que no es capaz de decir verbalmente y esconde sus heridas interiores bajo incisiones a ras de piel. Aunque son distintos estos dos trabajos poseen ciertas similitudes, de hecho La herida nació después de que su director desestimara la idea de continuar con un documental sobre el Trastorno límite de personalidad o Borderline lo que hará que el proyecto se encamine hacia el terreno de la ficción con este largometraje donde refleja este trastorno con una psicología experta, fruto de la investigación para el documental, pero llevándolo a un ámbito personal, a la vida cotidiana de una mujer que lo padece. Se refuerza todo este recorrido por la magnífica interpretación de Marian Álvarez, que consigue sumergirnos completamente dentro de ella y experimentar todo lo que va sintiendo a lo largo de la película.
Ana sobrevive a su vida diaria con esa rutina que quiere romper, intenta descubrir su lugar, aparcar su soledad, pero no lo consigue, sus intentos de llamar la atención de su madre tan solo provocan la mirada de ésta hacia otro lado en lo que parece una falta de comprensión del problema de su hija, su deseo de retomar la relación con su padre también fracasa, él está más centrado en rehacer su vida con su nueva pareja que en lo que le ocurre a Ana, la relación con su novio no funciona y parece haber perdido ese contacto habitual con sus amigos. Su trabajo como conductora de ambulancia le satisface y mantiene una gran complicidad con los pacientes que transporta pero ella busca algo más, algo que no encuentra, una felicidad que parece resistírsele.
Fernando Franco en La herida demuestra un poder de indagar en las más profundas emociones admirable.
Sabe llevarnos con sus imágenes hacia donde quiere y parece saber muy bien hacia dónde quiere ir y aunque aquí se nos muestra a una persona con un Trastorno límite de personalidad con todos los síntomas que conlleva: inestabilidad, acciones impulsivas, relaciones caóticas con otras personas, incertidumbre acerca de su identidad, también nos habla de sentimientos universales: la soledad, la dificultad de ser, la incomunicación, el miedo, esos obstáculos en los que tal vez se encuentren las respuestas pero que complican considerablemente la búsqueda.
Acertado punto final el que cierra La herida. Después de que Ana trate de retomar su pasado intentando volver con su exnovio y parezca caminar hacia un futuro con cierta confianza con su escapada a la montaña (el único momento de la película que se transpira un poco de libertad), su director nos deja en el presente, encerrados en su coche con ella, aquí ya no daña su piel para sentir y pronunciar su dolor interno sino que al fin su herida sangra, explota, estalla. Desconozco si las heridas se cierran alguna vez, parece más posible que si no las dejamos abrirse y haciendo referencia al principio del texto, las operamos a corazón abierto, no habrá nunca oportunidad de volver a comenzar.