La historia de Marie y Julien

Por Laura del Moral

(…) “Déme un poco de tiempo”.

Con esta frase termina La Historia de Marie y Julien, tiempo es la última palabra que pronuncia Marie y es que en esta sutil historia de fantasmas todos gira alredor del tiempo, de los límites del pasado y el presente, de la realidad y la ficción, de la vida y los sueños.

En 1975, Jacques Rivette se propuso filmar un ciclo de cuatro historias fantásticas bajo el título Filles de feu (Las hijas del fuego), en alusión a unos cuentos del escritor francés Gérard de Nerval, y que, finalmente, acabarían por llamarse Scènes de la Vie Parallèle (Escenas de la vida paralela). Sólo llegó a completar dos de esos filmes. La que entonces tendría por título Marie et Julien y que iba a estar protagonizada por Leslie Caron y Albert Finney, se suspendió  al tercer día de rodaje.

Casi 30 años después, en 2003, la retomaría bajo el titulo de La historia de Marie y Julien con guión de Pascal Bonitzer y Christine Laurent.

Encontramos claras referencias a Edgar Allan Poe, el nombre del gato de Julien, Nevermore, esa palabra que se repetía en El Cuervo, poema que recreaba una atmósfera sobrenatural al igual que en La historia de Marie y Julien.

La historia de Marie y Julien

Jacques Rivette es un autor que consigue dotar su arte de un ambiente siempre mágico, vinculado al teatro, otorga una enorme importancia a los personajes, tras sus largos metrajes y rodajes pausados está la improvisación de los actores a los que sólo entrega unas pequeñas líneas generales acerca del guión, Rivette y su equipo se sumergen en el ritmo de la historia como hará después el espectador, saboreando cada escena, viviéndola como propia, reflexionándola.

Julien (Jerzy Radziwilowicz) es un restaurador de relojes que vive encerrado en su casa, en la monotonía de su vida (en un momento del filme le dice a Madame X, “ésta es mi vida, hubiese preferido otra, pero es la que tengo”), en la primera escena de la película se reencuentra (primero en un sueño y después en la realidad) con una mujer de su pasado, Marie (Emmanuelle Béart) y así comenzará La historia de Marie y Julien a la que acompañarán el chantaje de Julien a Madame X (Anne Brochet), una falsificadora de telas, la relación de Marie con la hermana muerta (Bettina Kee) de Madame X , el suicidio, el misterio, la presencia del gato de Julien y que nos irá cautivando con una atrayente reflexión sobre el destino, el amor y la pérdida.

Jacques Rivette construye en La historia de Marie y Julien una historia de realidades posibles, de espectros, sin límites perceptibles entre vida y muerte.

El espectador se sumerge en este devenir de movimientos extraños, misteriosos y acaba por no distinguir que es real y que es ficción pero… ¿no somos los vivos, en tantos momentos, como fantasmas, que transitamos sin rumbo, sin saber a dónde vamos?

Julien, Julien y Marie, Marie y Julien, Marie, así se estructura esta cinta de personajes que están fuera de sincronía con el mundo, como el reloj que está reparando Julien del que dice que lo que le ocurre “no es grave, pero sí delicado”,delicado como las personas ante las relaciones, como ese temor que expresa Julien a que Marie pueda hacerle daño pero que es capaz de dejar a un lado por el deseo de conocerla y de que se quede con él o el miedo de Marie al recuerdo de Julien por su anterior relación pero al que no puede evitar confesar que lo único que quiere es vivir con él (“No quiero más que eso”).

Rivette realiza una inspirada y profunda disección del vínculo amoroso y de su naturaleza inestable. Siguiendo la estructura de suspense que tomaría de Hitchcock, iremos descubriendo poco a poco quien es Marie, nos introducirá en esa espiral que experimentábamos en Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958), en ese espacio que es  protagonista por sí sólo en ambas películas, espacio que es real y es ficticio al mismo tiempo, como los encuentros amorosos de Marie y Julien, en los que ambos relatan fábulas a la vez que sus cuerpos se unen y que desprenden grandes dosis de sensualidad que nos recuerda a ese amour fou, ese amor pasional, sublime, que sobrepasa los límites de la razón y que establece un vínculo entre dos personas repentinamente liberadas de todo lo que pesa sobre ellas en la vida cotidiana.

La fuerza de la película radica en que el realizador francés no lo explica todo, es un filme que plantea más preguntas que respuestas, el espectador tratará de encontrar su lugar en la película, al igual que Marie y Julien tratarán de encontrar un lugar, un espacio y un tiempo para compartir, en la vida o en un sueño, en la realidad o en la ficción.

La única pieza musical de la película, que no aparecerá hasta el final, “Our day will come” (Nuestro día vendrá) parece querer otorgar (nos) esa posibilidad de que a partir de una herida que al fin ha terminado por sangrar se puede abrir la oportunidad de un nuevo comienzo.

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