La invasión de los ladrones de cuerpos (1956)

Una aproximación ideológica del film: Milles Bennell contra los invasores de Santa Mira Por Eduard Grañana

La transformación física o mental del cuerpo humano por la invasión de otro ser, es un tema recurrente en el mundo del cine, sobre todo cuando nos encontramos dentro del género fantástico o de ciencia ficción. Ya sea esta invasión por un ser diabólico, como el caso del El Exorcista (The Exorcist, William Friedkin, 1973); por un ser de otro planeta, como momentáneamente le sucede a Elliot en E.T. El extraterrestre (E.T.: The Extra-Terrestrial, Steven Spielberg, 1982) o por una madre posesiva como en Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960), el cuerpo invadido, se acaba convirtiendo en un ser totalmente dependiente del invasor. Un nuevo ser, que con cambios físicos o sin ellos, terminará representando una amenaza para aquellos que lo rodean.

Para muchos, hablar de películas con estas características es hablar del film de 1956 dirigido por Don Siegel, La invasión de los ladrones de cuerpos. Estrenado en plena guerra fría y en una américa gobernada por el republicano Eisenhower, la película se ha convertido en una obra de culto que ha dejado tras de si tres remakes más. Una película donde muchos han visto un claro mensaje ideológico, aunque este mensaje ha cambiado de significado dependiendo del espectador.

Bienvenidos a Santa Mira: ciudad utópica del ultraconservadurismo

Casi la totalidad de la acción se desarrolla en Santa Mira. Esta pequeña localidad ficticia que el guionista Daniel Mainwaring, situó en el estado de California, podría ser considerada una clara representación de la ciudad utópica del ultraconservadurismo estadounidense de la década de los cincuenta. Con una aperiencia más cercana a Seahaven, la ciudad-plató también utópica del film El show de Truman (Peter Weir, 1998), que a cualquier otra ciudad norteamericana de la época, la población de Santa Mira está compuesta exclusivamente por habitantes de raza blanca que aceptan, sin ningún tipo de reparo, un modelo de vida patriarcal. Un paraíso conservador, que de existir, ignoraría la germinación del feminismo y los movimientos sociales vividos en los Estados Unidos de los cincuenta, como el activismo de Rosa Parks y Martin Luther King, así como la publicación al inglés de la obra de Simone de Beauvoir, El segundo sexo. Esto convierte esta pequeña población en lo que M.Alexander Müller llamó en un estudio sobre este film, en una ciudad insular. Un aislamiento social, que incluso parece físico, cuando el protagonista de la obra, el Doctor Milles Bennell, intenta inútilmente, comunicarse a través del teléfono con ciudades como Los Angeles, Sacramento o Washington (imposibilidad debida a que los cuerpos invadidos controlan la central de teléfonos) y aislamiento físico también, cuando intentando cruzar la autopista para pedir ayuda, sus clemencias son ignoradas.

Pero el aislamiento no es total. Sus ciudadanos conocen la situación política nacional e internacional en la que está sumida los Estados Unidos, y es que, se partirá de la situación política norteamericana, para buscar posibles conjeturas que expliquen los extraños fenómenos de Santa Mira. Así, una primera hipótesis expuesta por el Doctor Dan Kauffman, el colega psiquiatra del Doctor Bennell, se basa en una histeria colectiva debida a la preocupación por lo que pasa en el mundo. Más adelante es Bennell quien argumenta la posibilidad de que este fenómeno sea causa de las radiaciones sobre plantas o animales, e incluso, predice que es debido a un organismo extraño. Sin duda, no son hipótesis carentes de sentido ideológico, y señalar como analogías el comunismo y lo que pasa en el mundo, o las pruebas nucleares a las radiaciones que plantas o animales han recibido, no es nigún desatino. Se han realizado ya muchos estudios que han buscado la ideología que se esconde detrás del film, haciéndose incluso lecturas contrapuestas, dado que, mientras unos han definido esta película como una alegoría anticomunista, otros la han visto como una denuncia del macartismo. Para los primeros, Santa Mira sería la ciudad perfecta para los seguidores del entonces presidente de los Estados Unidos, el paranoico-anticomunista Dwight D. Eisenhower. Pero para aquellos que han defendido la teoría que el film es una denuncia hacia el (también paranoico-anticomunista) senador Joseph McCarthy, esta pequeña ciudad californiana es la antesala de la alienación y falta de libertad a la que esas políticas conservadoras pueden llevar. Sea cual sea la lectura que como espectadores realicemos del film, no vamos a obviar que nos encontramos en Santa Mira, un paraíso para cualquier conservador.

La invasión de los ladrones de cuerpos

El hombre perfecto entre la masa, Dr. Bennel

Y si Santa Mira es el paraíso del conservadurismo, el Dr. Bennel, protagonista del film, es su ciudadano ideal. Este personaje no difiere en gran medida del arquetipo heroico propio del cine de ciencia ficción durante su edad dorada. En la descripción que Ramon Freixas y Joan Bassa realizan sobre estos tipos de personajes en su obra El cine de ciencia ficción. Una aproximación 1, lo definen como un ciudadano medio (americano), dotado de un don natural de gente, con una simpatía casi infantil, que vive en un ambiente cotidiano y rodeado de gente normal entre la que se encuentra su pareja, ya sea esposa o novia, que será el vivo retrato del ama de casa y con una belleza que se aleja de los estereotipos propios de las sex-symbol hollywoodienses. Una descripción que encaja a la perfección con nuestro héroe, pero que también podríamos extrapolar a cualquier ciudadano de Santa Mira, exceptuando, claro, a los que han caído en manos de los invasores. Pero existe una pequeña diferencia entre el Dr. Bennell y el resto de la población. Miles Bennell es el más querido, el ciudadano perfecto para la ciudad perfecta. Siendo el ciudadano perfecto, no sería extraño que bajo este simpático médico, se encuentre un personaje conservador, paternalista y racista, de la misma forma que parece ser su ciudad. Pero vayamos por pasos. Tildar de racista al Doctor Bennel por el simple hecho que Santa Mira parece ser el paradigma de la ciudad racista, convierte esta acusación en indecorosa. Más fácil será encontrarle rasgos paternalistas, como el hecho de que él, y solo él, dirige la acción y los planes, imponiéndolos a los expuestos por su compañera Becky o también al hecho (aunque a simple vista anecdótico, pero no carente de importancia) de que las chicas que conducen, le ceden siempre el asiento del conductor cuando él sube al vehículo. No podemos otorgarle muchos más elementos que nos muestren este paternalismo, incluso cuando hemos dicho que sus planes para escapar de sus enemigos se sobreponen a los de su compañera, hemos de tener en cuenta que también los planes de Bennell se anteponen a los propuestos por otros compañeros suyos varones. Su paternalismo por tanto, aunque visible, no llega a límites desorbitados. En cuanto a su conservadurismo, no hay mucho que decir de un personaje que se encuentra inmerso en una ciudad, como hemos dicho, utópica para la derecha estadounidense. Pero, ¿por qué acusamos a Bennell de conservador por el hecho de vivir en Santa Mira, y no lo acusamos de racista por el mismo hecho? Hay que apuntar, que Santa Mira parece (no podremos demostrar que es) un paradigma de la ciudad racista o xenófoba, pero en cambio, se ven claros indicios de su conservadurismo a través de sus ciudadanos: Becky vuelve con su padre tras divorciarse y no acepta su independencia, el policía que dejó de estudiar para poder formar una familia o simples comentarios o acciones realizadas por diferentes ciudadanos, así nos lo hace pensar. En definitiva, una ciudad en la que sus ciudadanos encajan perfectamente y donde viven tranquilamente, sin problemas raciales y sin el acecho de los movimientos feministas que en pocos años darán comienzo en gran parte de occidente, incluído en los Estados Unidos. Solo un peligro amenaza a estos ciudadanos americanos, las vainas vegetales que producen réplicas sin sentimientos de los habitantes de Santa Mira. Un enemigo del pueblo americano, del que se han hecho diferentes lecturas.

La invasión de los ladrones de cuerpos

El enemigo del pueblo

Si el Doctor Bennell el arquetipo del héroe de los films de ciencia ficción de la década de los cincuenta y Santa Mira, no solo su ciudad idónea, sino la localidad utópica del ultraconservadurismo norteamericano, las réplicas humanas que amenazarán a nuestro héroe y al resto de la población californiana, a penas encontrarán similitudes con otros malvados cinematográficos. En una década cargada de platillos volantes, animales mutados y extraterrestres pintorescos, La invasión de los ladrones de cuerpos nos muestra un villano donde su originalidad, reside precisamente, en su apariencia humana. Un enemigo difícil de identificar incluso teniéndolo delante, tal y como le ocurre a Wilma cuando intenta explicar al Doctor Bennell, que su tío, no es realmente su tío, sino un impostor. Puede uno pensar que prefiere este enemigo a las terroríficas hormigas gigantes de Them! (Gordon Douglas, 1954) o a los invasores de La tierra contra los platillos volantes (Earth vs. the Flying Saucers, Fred F. Sears, 1956), pero donde realmente la potencialidad del enemigo de La invasión de los ladrones de cuerpos reside, es que cualquiera puede ser nuestro enemigo, desde el vendedor de seguros de la ciudad, hasta Becky, la encantadora prometida del protagonista. Esta paranoia colectiva en ver los enemigos entremezclados entre la población, nos puede recordar al desarrollo de la política estadounidense y su sociedad en los años cincuenta, extendida a través de la Doctrina Truman, donde la propagación del miedo se esparció entre la población. No es extraño, por tanto, que muchos hayan visto en estos seres malignos, una representación del «enemigo comunista», con una apariencia normal, viviendo entre nosotros, pero acechándonos ideológicamente. Sin embargo, muchos otros han hecho una lectura totalmente antagónica, y han identificado los duplicados humanos sin sentimientos como una metáfora del macartismo.

Buscar una respuesta en las fuentes primarias sobre el significado que pueden tener estos seres, no nos aportará respuestas más claras. Para Daniel Mainwaring, guionista del film y con claras influencias izquierdistas y para el productor Walter Wanger, la película representó el conformismo con que la sociedad respondió al acoso del macartismo. En cambio, el director rechazó desde un primer momento los matices ideológicos de la obra, aunque si que defendió la intencionalidad del film de demostrar la pérdida de indentidad y la deshumanización de la gente de su época. Una lectura totalmente opuesta a los dos anteriores fue la realizada por el autor del relato, Jack Finney, que había publicado la historia a finales de 1954 en la revista Collier, reindivicando la falta de un doble fondo en su historia.

La invasión de los ladrones de cuerpos

A modo de conclusión: una invasión atemporal

Ver hoy en día La invasión de los ladrones de cuerpos es adentrarnos en un mundo utópico del conservadurismo de la década de los cincuenta, representado por Santa Mira, sus ciudadanos y por su protagonista, el Doctor Bennell. Un mundo donde la amenaza del ciudadano americano se representa en el film a través de unos seres sin sentimientos que quieren imponer a todo ser humano una forma de vida marcada por la falta de individualismos, sentimientos y pasión. No existe un consenso sobre el significado de estos seres; ni entre los espectadores del film, ni entre aquellos teóricos que han derramado ríos de tinta sobre la obra de Siegel. Ya sean estos seres una crítica a las políticas impuestas por los republicanos Truman y Eisenhower o, como afirma el historiador de cine Peter Biskind, una película de derechas, lo que no se puede negar es la intencionalidad del film de mostrarnos algunos peligros que como humanos estamos expuestos, como el individualismo, la conformidad, la deshumanización y (permitidme utilizar un término marxista) la alienación, una teoría que defendió desde un principio el propio director del film. Posiblemente es por este motivo que La invasión de los ladrones de cuerpos siguió teniendo sentido en los remakes realizados en 1973, 1993 y en el 2007. Y posiblemente por este motivo, en plena era digital y en pleno siglo XXI, se pueden extraer nuevas lecturas de un film que se estreno hace más de cincuenta años.

  1. Freixas, Ramón y Bassa, Joan (1993): El cine de ciencia ficción. Una aproximación. Barcelona, Paidós
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