La llegada (Arrival)
La solución habermasiana Por Samuel Lagunas
For the heptapods, all language was performative. Instead of using language to inform, they used
language to actualize. Sure, heptapods already knew what would be said in any conversation; but in order
for their knowledge to be true, the conversation would have to take place.
Después de haberse inmiscuido con cierto éxito en el engorroso tema del narcotráfico en la frontera México-Estados Unidos, Villeneuve estrenó en el Festival de Venecia 2016 su octavo largo, adaptación del relato de Ted Chiang The story of your life publicado en 1999. Entre etiquetas tan enigmáticas como pretenciosas que califican el filme de “ciencia ficción espiritual” y las siempre impertinentes declaraciones que la ponderan como “la mejor película de las últimas décadas”, La llegada ha cosechado ya una gran cantidad de elogios por parte de la crítica de habla hispana. Sin demeritar la calidad aséptica de la fotografía de Bradford Young o la contenida y no por ello menos eficaz actuación de Amy Adams, la cinta de Villeneuve no puede evitar tomar postura respecto a un tema acuciante en nuestras sociedades contemporáneas. Y es que de la misma manera que el zombi alude al ser humano múltiplemente alienado, o el ciborg explora la superación posthumana del organismo biológico, el encuentro con los extraterrestres -cuando no se convierte en una ampulosa apología del poderío militar norteamericano o en la representación cinematográfica de paranoias conspirativas- nos provoca una reflexión sobre el comportamiento de los grupos sociales ante inesperados o imprevistos flujos migratorios: son los bárbaros, los gentiles, los extranjeros (piénsese, por mencionar los dos extremos, en el belicismo exacerbado y legitimado entre invasores e invadidos en La Guerra de los mundos [War of the Worlds, Steven Spielberg, 2005] o en la mucho más inteligente fábula imaginada “desde abajo” de Neil Blomkamp Distrito 9 [District 9, 2010]).
En su capa superficial, La llegada cuenta la historia de una inusual visita alienígena a la Tierra. De la misma manera que los 12 apóstoles enviados por Jesús a los confines de la tierra para sanar enfermos y echar fuera demonios, 12 naves extraterrestres se posan en distintos sitios del planeta que no guardan entre ellos ninguna conexión lógica. El coronel Weber (Forest Whitaker), ante el fracaso de responder la pregunta que preocupa a todos los gobiernos del mundo “¿por qué y para qué están aquí?”, contacta al prestigioso físico teórico Ian Donelly (Jeremy Renner, siempre de bajo perfil) y a la lingüista más reconocida del país: la doctora Louise Banks (Amy Adams). La presencia de la lingüista le permite tanto a Chiang como a Villeneuve y al guionista Heisserer adentrarse en el mundo alienígena por un camino poco frecuente: la comunicación, y lo hacen con base en aquella hipótesis que Sapir y Whorf popularizaran a mediados del siglo XX que sostiene que la lengua en la que uno habla condiciona la forma en la que se vive y se entiende el mundo: la forma en la que un sujeto piensa y sueña. Esta vertiente del relativismo lingüístico se complementa en la cinta con el infaltable relativismo temporal que ahora es revisitado por Villeneuve con la agudeza narrativa que le caracteriza: el director quebequés sigue siendo, ante todo, un gran creador y administrador de intrigas.
Una vez que el equipo se concentra en la base militar dispuesta en Montana, comienzan las peripecias antropológicas de Banks con los heptápodos, bautizados por los terrícolas como Abbot y Costello, aventuras muy acordes a los modelos legados por Boas y el mismo Sapir que, además de no poder negar su impronta imperialista, hoy se saben y se sienten viejas. Pero ese no es un escollo para que La llegada despliegue fuertes dosis de suspenso en lxs espectadores ya que desde un principio queda claro que la invasión alienígena no es lo único importante en la película.
Louise Banks, en una estructura importada del relato de Chiang, es también la voz en off que se dirige de manera epistolar a un oyente invisible cuya realidad o irrealidad se mantiene ambigua hasta el final del filme. Es en esa relación entre Banks y su hija de nombre palindrómico Hannah que la película concentra su fuerza. Así, entre anacronías (que sean analépticas o prolépticas es parte del misterio) expresadas en un montaje alterno bien dispuesto y el suspenso propio del desconocimiento de la intención alienígena y la paranoia que esto provoca en el gobierno chino, La llegada se va construyendo hasta alcanzar su clímax en el desenlace llevando al espectador a la catarsis y a la anagnórisis de forma simultánea.
Del mismo modo que en su anterior Sicario (2015), Villeneuve trata de conjugar el reto de “salvar el mundo” con un problema íntimo: filial e identitario. Es, entonces, cuando La llegada recalca que el problema entre civilizaciones no sólo puede abordarse a partir del choque huntingtoniano, recurrencia en el cine y en la literatura de ciencia ficción, sino que también puede ser visto como un problema comunicativo: si queremos evitar el conflicto hay que buscar entendernos. Habermas pensaba más o menos lo mismo cuando publicó su a veces hermética Teoría de la acción comunicativa (aparecida en español en 1981). En un desarrollo extensísimo de las ideas sugeridas por Austin y Wittgenstein, aunque también de Peirce (y de esa disciplina ahora tan popular que es la semántica), el filósofo alemán sostiene, a sabiendas de estar realizando una grosera síntesis, que el éxito de la práctica comunicativa se funda en una “racionalidad comunicativa”, es decir, en la creencia en la capacidad que tiene un habla argumentativa para “aunar sin coacciones y fundar consenso”. Para él, todo entendimiento discursivo descansa en el reconocimiento de las pretensiones de validez de las oraciones de los hablantes: “la inteligibilidad de la emisión o manifestación, la verdad de su componente proposicional, la rectitud de su componente realizativo y la veracidad de la intención que el hablante manifiesta” 1.
Lejos de hacer un rastreo de cómo aparece en la cinta la búsqueda de estos cuatro elementos (tarea a lo mejor ociosa pero que mucho nos diría sobre la relevancia político-social de la ciencia ficción contemporánea), hay que decir que el problema comunicativo presente en La llegada entre el lenguaje “semiográfico” de los heptápodos y nuestro lenguaje humano radica en que son los humanos los que tienen/tenemos la responsabilidad de reconocer al otro no-humano como “hablante racional”, en términos habermasianos, y que es dicho reconocimiento el que evitará el uso excesivo e irracional de nuestras armas nucleares. Los heptápodos no tienen necesidad de tal entendimiento ya que en su omnisciente performatividad lingüística, o en su “acto de habla”, ya saben lo que van a decir cuando lo dicen e incluso pueden anticipar lo que el otro va a responder. Es en apostar por la utopía (¡y ucronía!) de la conversación y en ese voluntarismo de naturaleza cuasi-trascendental, presente tanto en Habermas como en Villeneuve, donde cabe el mayor cuestionamiento a lo que hoy nos dice la cinta y la forma en que se sitúa frente a las crisis migratorias. Pero la incomodidad que genera La llegada al pensamiento crítico no es cosa nueva en Villeneuve, ya que en Sicario tomó también una salida fácil reduciendo la violencia fronteriza del narcotráfico a una mera venganza personal. En La llegada, al final la sugerencia es mucho más naif: quienes nos visitan/invaden tienen una misión entre nosotrxs, sólo hay que tener la disposición de entender y sentir su lenguaje para aprehender su propósito; entonces nos dejarán en paz y podremos continuar con nuestra vida, sea ésta como tenga que ser.
- Habermas, J. (1989). Teoría de la acción comunicativa: complementos y estudios previos. Madrir: Cátedra, pág. 98 ↩