La naranja mecánica
Una visita a Kubrick: The exhibition. Cuarta parte: el Kubrick maestro Por Eloy Caloca Lafont
"Las posibilidades del hombre para escoger entre el bien y el mal, son en realidad muy limitadas”
Después de los créditos en un rojo sanguinario (solamente el título y A Stanley Kubrick Production), aparece la mirada penetrante de Alex DeLarge (Malcolm McDowell). Sus ojos, reflejantes como cuchillos, se cubren a medias por el ala del sombrero de bombín. En el derecho, abajo, cuelga una pestaña postiza. La toma abre. Alex se acompaña de un trío de jóvenes furiosos –Pete, Georgie y Dean–, los droogos, que comparten un vaso de leche con “Venocentina, Sintesitenía, Drencomina, o lo que sea 1”. La música del proemio es de Wendy Carlos: clavicordio sintetizado; notas ríspidas y espeluznantes. La cámara se aleja. “Esperábamos en el Bar de Leche Korova, como perros parasitarios, a que cayera la tarde”, narra Alex, con cinismo y pulcro acento británico. El Korova es una habitación negra, con palabras inentendibles en tipografía abultada –hoy denominada Synthemesc–, sobre las paredes: Moloko Plus, Vellocet, Drencrom 2. En 1995 (imaginado a finales de los sesenta) los rebeldes callejeros usan el nasdat (“adolescente”), una mezcla de ruso, inglés y argot gitano 3. La subversión contra el establishment llega al absoluto, y tal como se ha disuelto la tradición en el habla se ha dejado atrás cualquier atisbo de moral o tradición. El plan más divertido para cualquier noche es la ultraviolencia. Alex y sus droogos, aturdidos, cruzan las calles y ríen como hienas mientras masacran a un ropavejero, violan a una chica, pelean con otras pandillas o conducen aceleradamente un automóvil futurista –una modificación del Adams Probe 16– sin conciencia. Esta noche será una de esas.
La sala dedicada a La naranja mecánica es una reducida réplica del Bar Korova. Las paredes e iluminación son idénticas, y se exponen las eróticas esculturas de Allen Jones que hacen la función de mesas y dispensadores de “leche” en el pub cinematográfico. Estos maniquíes, rígidos y blancos, son figuras femeninas que se distancian del realismo para reforzar su papel de fetiche. Tienen elementos incitadores (peluca, vello púbico, pestañas) y alusiones sexuales claras (la fuente lactosa en los senos, posiciones de cópula), pero irónicamente, se reducen con indiferencia a ser objetos; mera utilería, signo del «anti-deseo» y la incapacidad de sorprenderse en los tiempos postmodernos 4.
Como en todo Kubrick, los estudios previos para montaje e iluminación son muy detallados.Fotografías del corredor exterior del Thamesmead Housing State, en Londres, a la orilla de un estanque, donde Alex golpea a un compañero droogo, jugando, mientras lo humilla; la unidad de apartamentos en Linear North, donde la pandilla protagónica reposa frente a un mural de motivos obreros, intervenido con dibujos de falos y vejaciones; o un canal subterráneo en Trinity Road, con salida en forma de trapecio invertido 5. Este “futuro” de Kubrick, muy distinto al de 2001, una odisea en el espacio debía destacar por su kitsch, intensidad y estrambotes. En los sesenta tardíos, el pop art se vislumbraba como una posibilidad estética de esta sociedad violenta, al menos en su saturación de color y gráficos, o en sus planteamientos sobre la publicidad y la reproducción mecánica, de naturaleza “articida” (la muerte del arte, de Danto) 6. Se observan en la Kubrick Exhibition, al respecto, los dibujos psicodélicos que Mel Ramos hizo para el filme: la máscara de Alex con desproporcional nariz-falo, aspectos de ornamentación en interiores (la casa de unas víctimas de los droogos con motivos del pop de Roy Lichtenstein y Tom Wesselmann), la habitación de Alex, con su edredón de círculos y lámparas esféricas, y la tienda de discos llena de luces y bulbos 7. Todos estos sets serían construidos físicamente por John Barry, como lo dejan ver ciertos stills comparativos en la exhibición. El trabajo de Barry en materia de colores, instrumentos y volúmenes, es básico para los ambientes, donde proliferan espejos, plástico, resina y madera 8. Uno de los cimientos estéticos de toda la película es la secuencia criminal, por su imaginería: la escultura de pene erecto, curveado, con la que Alex azota a una mujer mayor (Rocking Machine, de Herman Makkink 9, con ciertos aires a Brancusi o Jeff Koons 10), o la parte en la que el protagonista ataca a un hombre y abusa de una mujer cantando ‘Singin´ in the rain’, volteando a ver a la audiencia, rompiendo la cuarta pared. Estos aspectos se reproducen en dibujos en aerógrafo de Philip Castle, a manera de storyboards.
El cuidado en la planeación de cada secuencia, según Jan Harlan, consistía en que el director quería ser lo menos explícito posible, haciendo metonimias o elipsis, donde el horror se sustituyera con caricaturas o afiches que llenaran la toma de golpe. “Lo que no vemos es más terrible que lo que se muestra”, dice Harlan 11. Por supuesto, también se exhibe en la sala el poster promocional que el mismo Castle hizo para el filme, donde Alex empuña una navaja 12, junto a boletos de la premier oficial, periódicos donde se redunda lo atroz y polémico del filme, y un número satírico de la revista MAD, en el que el niño pelirrojo, ícono de la publicación, viste como droogo. Me detengo en los periódicos. La controversia de La naranja mecánica fue tan notoria, a causa de supuestos siniestros y expresiones criminales ocasionados por la película, que Kubrick pidió retirarla de las salas en Reino Unido. Para los directores Sidney Pollack o William Friedkin, no se trataba de una película tan salvaje, pero sí de una interpretación desoladora de lo violento 13. En el argumento, los aparatos sociales de seguridad y las instituciones están tan corruptos y obsoletos que no pueden contener la amenaza de las pandillas. Es la muestra de un Estado ineficiente, obligado a buscar nuevos correctivos. “Una sociedad donde ya no hay respeto, ni temor”, como dice un vagabundo en la película, instantes previos a ser molido a golpes por los droogos.
Más allá de los bocetos y conceptos, hay props invaluables. Cuelga, aislado y radiante, el póster de Beethoven que Alex guarda en su habitación. El rostro del compositor, de mirar pesado y expresión adusta, grabado por Paterno en 1859, metaforiza toda la trama: las pulsiones musicales de la 9a, Opus 125, que inspiran el mal en Alex –romántico decadente, autodestructivo, como gran parte de la música alemana del XIX–, y que pasan a ser su peor pesadilla conforme el filme avanza 14. Después, en una vitrina, se resguarda el tocadiscos de Alex: un disco de aluminio con múltiples palancas, botones y rondanas, diseñado por David Gammon. Al fondo, sobre un pedestal, la joya de la sala: el vestuario original de Alex-Malcolm McDowell en un maniquí; el traje de rugby de los droogos, con tirantes, suspensorio, botas militares y bastón. No puede faltar el bombín, que según el propio McDowell, representa toda la irreverencia del droogo: el referente de la elegancia, del dandi inglés, coronando a un asesino que luce como un payaso (en clara conexión con el Joker de Batman 15). El propósito del traje, según un estudio de McDougal, académico de Cambridge, es irrumpir visualmente con la etiqueta y el entorno (lo blanco en lo negro; lo íntimo del suspensorio al exterior; las botas encima del pantalón) y dotar a los pandilleros de cierta facha de outsiders 16. No es casualidad que, por eso –comenta el actor Warren Clarke, sidekick de Alex en el filme– los droogos son antecedentes de los punk en moda, pues siguen la misma lógica de lo marginal y contestatario 17.
La novela que inspiró el filme de Kubrick, escrita por Anthony Burguess, no pretendía ser una apología del crimen o de la indolencia, sino lo contrario: el malestar en la cultura y shock ante la degradación.Burguess, afecto al cristianismo, terminaba su texto con un aire tranquilizador. Alex, maduro y padre, dejaba atrás la vida hostil: “Todo se explicaba porque era joven. Pero al final de esta historia no soy joven, ya no. Alex ha crecido, oh sí 18”. Kubrick, sin embargo, resignifica el discurso. La sustancia de la versión fílmica no está en el sadismo de las andanzas de Alex, sino en un cuestionamiento sobre el libre albedrío 19. El énfasis llega cuando Alex, después de la violación y el homicidio, es atrapado por la policía y sometido a un novedoso tratamiento de readaptación social, el Ludovico, que usa técnicas pavlovianas para que su cerebro asocie la maldad con la enfermedad y bloqueé todo ánimo de fechoría en el subconsciente. En el sendero teórico de Nietzsche o de Foucault, Kubrick reflexiona sobre si lograr el bien suprimiendo la legitimidad de elegirlo es en verdad hacer el bien 20. La exposición, en este sentido, recuerda estas disquisiciones sobre el comportamiento, al disponer de stills sobre la terapia Ludovico: Alex, con un casco de electrodos y los ojos abiertos a la fuerza, mediante pinzas, es obligado a ver atrocidades con música de Beethoven. El binomio de su pecado y de su héroe. Por eso grita, “¡Es enfermo! ¡Enfermo! ¡Usar a Beethoven así!” Sobre la pared de la sala también se exhibe uno de mis fotogramas predilectos: De arriba hacia abajo, los senos de una modelo esperan ser palpados por un Alex ya rehabilitado, que voltea a verlos aterrado, reducido, incapaz de alcanzarlos. Aquí, subyace todo el sentido del filme, que era, según Kubrick, una lectura de las ideas de Skinner sobre el condicionamiento: Lo mismo es la maldad que la bondad si son irracionales, acríticas, porque en ellas no hay juicio, sino un actuar mecánico a favor o en contra del sistema de poder. Si la maldad es mala, peor es la deshumanización; toda supresión del yo 21.
El Alex de Kubrick, a diferencia del de Burguess, se sale con la suya. Termina en un hospital, también abatido, pero fantaseando con un festín depravado, donde tiene relaciones sexuales enérgicas sobre la nieve, rodeado de gente que lo celebra, vestida a la usanza victoriana 22. “Estoy curado”, dice. Más que una fábula de antihéroe, la versión de Kubrick es una ontología: la crueldad de Alex enamora porque es tan compleja como el ser que la contiene; la ultraviolencia es reprobable, sí, pero su “impulso [es] genuino; una fuerza antediluviana que, aunque nos duela, es la libertad como acto humano por excelencia 23”. Por eso, La naranja mecánica no es otro filme sobre pandillas (Grupo salvaje – The Wild Bunch, Sam Peckinpah, 1969; Quadrophenia, Fran Roddam, 1979; Los guerreros – aka The Warrios, los amos de la noche, The Warriors, Walter Hill, 1979), sino un tratado sobre la capacidad de decidir, la desobediencia y los límites éticos del castigo.
(El artículo continuará con Quinta parte: continuación de las obras cumbre de Kubrick)
- BURGUESS, A. (ed. 2003) A Clockwork Orange. Penguin Classics. P. 18. ↩
- Por inferencia y una lectura de la novela de Burguess se sabe que Moloko es leche, Vellocet, droga y Drencrom, adicción o fiesta. Para la tipografía, Synthemesc Font, en https://www.myfonts.com/fonts/typodermic/synthemesc ↩
- Véase FULWOOD, N. (2003) One hundred violent films that changed cinema. Batsford Publishers, Inglaterra. También, el documental Great Bolshy Yardblockos! The Making of A Clockwork orange. ↩
- AGER, R. (2010) A depth analysis of Stanley Kubrick´s, A Clockwork Orange. V. Statues and mannequins. En http://www.collativelearning.com/ACO%20chapter%2005%20.html Sobre el deseo y anti-deseo, BATAILLE, G. (ed. 2010) El erotismo. Amorrortu, Buenos Aires. También, URZAINKI, M. (2010) Deseo y transgresión. En Lecturas, 16, mayo de 2010. ↩
- A Clockwork Orange: The Film Locations. En http://www.movie-locations.com/movies/c/clockwork.html#.VaXega5_Oko ↩
- Ver: OSTERWOLD, T. (2011) Pop Art. Taschen, Italia. SHANES, E. (2012) Pop Art. Parkstone, Nueva York. JUANES, J. (2009) El Pop Art y la sociedad del espectáculo. UNAM, México. Sobre el llamado fin del arte, DANTO, A. (1999) Después del fin del arte. Paidós, Barcelona. ↩
- Designing for the future: A Clockwork Orange. En http://www.apartmenttherapy.com/a-clockwork-orangecolortherapy-100336 ↩
- Kubrick´s A Clockwork Orange Collaborators, en https://skiffleboom.wordpress.com/2013/06/29/the-complete-stanley-kubrick-exhibit-at-lacma-skiffleboom-com/kubricks-a-clockwork-orange-collaborators/Kubrick Classic arrived 40 years ago today, en http://herocomplex.latimes.com/movies/a-clockwork-orange-kubrick-classic-arrived-40-years-ago-today/ ↩
- Semblanza en Herman Makkink Obituary, en http://www.telegraph.co.uk/news/obituaries/10588299/Herman-Makkink-obituary.html ↩
- MELETTO, B. (2013) El arte en las películas de Stanley Kubrick: La naranja mecánica. En http://barbarainwonderlart.com/2013/12/28/arte-cinema-stanley-kubrick-arancia-meccanica/?lang=es CIMENT, M. (2010) Kubrick on A Clockwork Orange. En http://www.visual-memory.co.uk/amk/doc/interview.aco.html ↩
- Documental Stanley Kubrick: A life in pictures. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=CYGAydpoG1k ↩
- Philip Castle on designing iconic posters for Stanley Kubrick. En http://www.designcurial.com/news/airbrushing-history-4159971/ ↩
- Ver entrevistas a Poitier y Friedkin en Great Bolshy Yardblockos! The Making of A Clockwork orange. ↩
- KOLDO RÍOS, A. (2010) La música en “La Naranja Mecánica”. Instituto Fray Pedro de Urbina, Departamento de Música, Burgos, España. LEE GENGARO, M. (2005) Listening to Stanley Kubrick, The music in his films. Rowman and Littlefield. Estados Unidos. MCQUISTON, K. (2007) We´ll meet again. Musical design in the films of Stanley Kubrick. Oxford Musical Studies. Estados Unidos. ↩
- Ver la entrevista de McDowell en Films & Arts: La Historia detrás de “La Naranja Mecánica”. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=Rg8mVilT4HE ↩
- McDOUGAL, S. (2012) (ed.) Stanley Kubrick´s A Clockwork Orange: Cambridge Film Handbooks. Cambridge, Reino Unido. ↩
- Ver entrevista en Films & Arts: La Historia detrás de “La Naranja Mecánica”, Op. Cit. ↩
- BURGUESS, A. Op. Cit. P. 251. ↩
- DE ITURRARTE, F. (2013) El nacimiento de una pasión: El cine de ultraviolencia y su contexto en Grupo Salvaje y Naranja Mecánica. Universidad de Málaga, España. ↩
- NIETZSCHE, F. (ed. 2001) Genealogía de la moral. Biblioteca EDAF, México. FOUCAULT, M. (ed. 1992) Vigilar y castigar. Paidós, Barcelona. Sobre el Ludovico, específicamente, puede verse un análisis a nivel estético en: MARRONE, G. (2006) Le traitement Ludovico, corps et musique dans Orange mécanique, Universitaires de Limoges, Francia. ↩
- SKINNER, B.F (1971) Beyond freedom and dignity. Bantam, Estados Unidos. “Skinner habla de un condicionamiento positivo, mas no negativo. El Alex del inicio es el hombre primitivo, la cura es el proceso de civilización, pero como la civilización misma está corrupta, provoca neurosis, porque tienta y castiga al hombre, y he ahí la enfermedad”. KUBRICK, en CIMENT, M. Kubrick. Cuadernos Akal. Madrid. P. 149. “La víctima y el victimario se confunden, (…) es la propia sociedad la que fabrica sus delincuentes a la medida de sus faltas. (…) Una comunidad puritana, solemne y paternalista, que da a luz a una prole de violadores, payasos y pillos irreverentes.” VELASCO, J. La probidad de la violencia. En https://cinepanorama.wordpress.com/2010/05/20/tres-de-stanley/ GARCÍA, D. 40 años de La Naranja Mecánica, en http://www.achtungmag.com/naranja-mecanica-stanley-kubrick-malcolm-mcdowell-revista-achtung-cine-pelicula/ LÓPEZ MAGUI, J.P. La Naranja Mecánica, en http://www.sosmoviers.com/cine/opinion-cine/opinion-la-naranja-mecanica/ ↩
- El verdadero final de Naranja Mecánica, en http://www.lagaceta.com.ar/nota/580568/sociedad/verdadero-final-naranja-mecanica.html MARZAL FELICI, J.J., RUBIO, MARCO, S. (2002) La Naranja Mecánica. Aproximaciones. Octaedro, El Salvador. ↩
- VELASCO, J. Op. Cit. ↩