La quinta ola

La trampa extraterrestre Por Samuel Lagunas

"Los alienígenas son estúpidos. No hablo de los alienígenas de verdad. Los Otros no son estúpidos. Los Otros nos sacan tanta ventaja que es como comparar al humano más tonto con el perro más listo. No hay color. No, me refiero a los alienígenas que nos montamos en la cabeza. Los que nos inventamos, los que llevamos inventándonos desde que nos dimos cuenta de que esas luces que brillaban en el cielo eran soles como el nuestro y probablemente tenían planetas como el nuestro girando a su alrededor. Ya sabes, los alienígenas que imaginamos, la clase de alienígenas que nos gustaría que nos atacaran: alienígenas humanos."La quinta ola, Rick Yancey

Basta leer las primeras páginas del libro de Rick Yancey ‘La quinta ola (2013)’ para sufrir una desilusión. Después del inicio ágil y mordaz, el sarcasmo de la voz narradora es desplazado por la voz de una chica naif cuya preocupación última, más que sobrevivir el ataque, es tener con quien salir cuando acabe la guerra. O el mundo. Lo primero que pase.

Esta tensión entre la “Cassie que mata” y la “Cassie preparatoriana”, rasgo central en el libro de Yancey, desaparece en la adaptación dirigida por J. Blakeson donde Cassie, interpretada por una desganada Chloë Grace Moretz, está dispuesta a todo con tal de rescatar a su pequeño hermano Sammy (Zachary Arthur), menos a perder la oportunidad de “entregarse” al musculoso Evan (Alex Roe, totalmente artificial) en un auto desvencijado en medio de un bosque donde aguardan centinelas alienígenas cómodamente disfrazados de vecinos.

Y es que en La quinta ola nadie sabe quién es quién: las diferencias son construidas virtualmente y son percibidas únicamente a través de un lente capaz de detectar qué persona tiene un molusco pegado a su cerebro. Ésa, la venganza, es la tarea del ejército infantojuvenil reclutado por el coronel Vosch (Liev Schrieber, indiferente). Y ése juego de máscaras y antifaces es precisamente la trampa extraterrestre.

Así La quinta ola sigue ambas historias: la del viaje de Cassie y Evan en busca de Sammy y la del escuadrón comandado por Ben Parish (Nick Robinson) quien, él no lo sabe, es el amor platónico de su excompañera de escuela Cassie. Los miembros más pequeños del escuadrón, Sammy y Teacup (Talitha Bateman) son acompañados por otros personajes a los que no conocemos más allá de su apodo y su habilidad principal: poner una inyección, manejar computadoras… Luego, a media cinta, vemos incorporarse a la ruda, Hacha “Ringer” (Maika Monroe), y así el marasmo de arquetipos queda puesto. Las dos tramas, sin embargo, muy pronto se vuelven predecibles y, salvo por momentos bien manejados (la distancia con la que Blakeson trabajó las secuencias del entrenamiento militar de los niños), no logran despertar mayor interés.

la quinta ola 2

La trampa extraterrestre no es sólo controlar el ritmo de su ataque a la Tierra, dispuesto en olas sucesivas donde cada una remite, casi como clichés, a imágenes a las que el excesivo número de películas apocalípticas de la última década ya nos tiene acostumbrado: alteraciones electromagnéticas, catástrofes naturales, virus. La trampa extraterrestre, donde intenta radicar la tensión argumentativa del filme, está en la (con)fusión y superposición de identidades: la humana y la alienígena. Sin embargo, muy poco dura el suspenso y en un movimiento brusco y cuasi-mágico el secreto se revela y la cinta se hunde en el letargo salvo por un par de explosiones y un triángulo amoroso –Cassie, Evan el alien, y Ben el “zombi”–sobre el que descansa la apuesta de los productores: convencer al público adolescente de comprar un par de boletos más para las secuelas.

Terminada (a tropezones) la saga de Los juegos del hambre y a dos entregas de finalizar la serie, fallida desde el principio, Divergente, La quinta ola aspira a llenar ese hueco en la industria young-adult con una chocante historia de amor que, so pretexto del escenario apocalíptico y la presencia extraterrestre –otra vez “de moda” gracias al resurgimiento de Expediente X (X-Files, 1993-) y el próximo estreno de Independence Day: Contraataque (Independence Day: Resurgence, Roland Emmerich, 2016)–, recicla motivos cinematográficos y enarbola un discurso (“la esperanza nos hace humanos”) que, al no ser bien manejado, acaba sonando poco menos que kitsch. Sobresale, en cierto sentido, el descaro ideológico que trasuda la cinta con un tono que complementa bien el homenaje a Disneyworld que fue Tomorrowland: El mundo del mañana (Tomorrowland, Brad Bird, 2015). Si la película dirigida por Bird hizo eco de la consigna del tío Sam “I want you” en busca de reclutas para reconstruir el futuro, la película de Blakeson, en su tramposa ambivalencia, sienta un mensaje claro: los “otros” pueden lucir como nosotros pero, no hay que engañarnos, ni siquiera son humanos: ¡hay que matarlos! Y esto, en tiempos como los de ahora, se antoja innecesario y hasta pernicioso.

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