La reconquista
La esperanza del reencuentro Por Fernando Solla
Cómo iba yo a saber, cómo iba yo a saber
Cómo iba yo a saber, cómo iba yo a saber
Que venía mi turno y mi vez
Cómo iba yo a pensar, ni aún para mí,
Que el amor era así
Y que iba a ser alcanzado por él
(y que era esto querer, esto… esto… esto…)
Jonás Trueba firma una historia de amor. Quizá lo más interesante de La reconquista sea la importancia de la temporalidad en la narración. La autenticidad o no de la propuesta lo será, especialmente, para los protagonistas. Hay una validación de la calidad de la experiencia amorosa de Manuela y Olmo a partir del razonamiento de Kant reforzado, además, por el montaje y la secuenciación. La validación de la tesis o premisa romántica a posteriori y después a priori (por este orden) nos sitúa en un estado entre enarbolado y emergente en el que los hechos se valorarán a partir de la práctica, en primer lugar, y después a partir de la razón pura.
¿Cómo se aplica esto al amor? Jonás Trueba acaba filmando, con La reconquista, el fracaso tanto del racionalismo como del empirismo romántico. En su presentación, ambos personajes teorizarán sobre el devenir de un importante tramo en sus vidas. Ambos se intentan explicar, siempre con corrección, siempre escogiendo las palabras con un significado concreto y preciso, siempre teorizando. Veremos cómo a cualquier edad nuestro mayor fracaso, experimentados o no, es la constante obsesión con la intelectualización y el razonamiento de los sentimientos.
De alguna manera, el desarrollo ante nuestros ojos de la historia de amor se verá contrastado con las canciones de Rafael Berrio, que interpretará también al padre de Manuela. Sus letras las escucharemos a veces al tiempo que los protagonistas y a veces sólo nosotros. A modo de juglar urbanita y moderno, al cantautor recordará que ninguno podemos saber nada del amor que sentimos o nuestro perpetuo nivel primerizo cuando nos enfrentamos a él. La introducción de la música puede parecer algo caprichosa en un principio pero, a medida, que avanza el largometraje veremos cómo es imprescindible para su desarrollo. Lo mismo sucede con el resto de disciplinas artísticas como la danza (hermosísima escena, clave y punto de inflexión del filme) o la pintura y el improvisado debate sobre el globo rojo en mitad de la tormenta.
El valor de la palabra. La escrita y la dicha. La escuchada y la recordada. La sentida y la asimilada. “Traducir también es escribir” dirá Olmo.“La pareja es contranatura” dirá Manuela, escondiéndose en la periodicidad de lo que denomina “sexo metódico” como alternativa a una relación de pareja. Entonces llegará la carta. La que él le escribió a ella a los quince años. Un mero recuerdo amable ¿En realidad es así o ambos están intentando mostrarle al otro que no le necesitan para, finalmente, reconquistarle? Con la reflexión de Olmo, que prefiere traducir textos de otro a escribir los propios y su motivación de transmitir las palabras de otra persona a terceros se establece en paralelismo con la vocación de un cineasta para explicar(se) a los espectadores a través de las historias de sus personajes. La vocación de un autor, Trueba, manifestada siempre a través del material con el que trabaja, anteponiéndolo.
El resultado y la entidad evocadora de la propuesta no sería la misma si el orden se sucediera en sentido inverso, es decir, cronológico. El presente de ambos será el futuro, pero el pasado también se mostrará narrativamente como si fuera el presente. La estructura futuro (presente) – presente (pasado) – futuro (presente) consigue momentos realmente delicados y emotivos y refuerza las interpretaciones de los protagonistas. A su vez, éstas se ven protegidas por la fotografía de Santiago Racaj. El distanciamiento y apertura de plano del segundo tramo de película se contrapone a los primeros planos del rostro de la pareja protagonista durante la mayoría de la película. Esa necesidad de captar su expresión coincidirá con la urgencia de mostrarse el uno al otro.
Itsaso Arana (Manuela) compone a su personaje desde la exaltación contenida del principio a una más relajada serenidad en su última intervención. Francesco Carril (Olmo), en cambio, construye al suyo desde el desconcierto inicial a la resolución de su conversación con su actual pareja, personaje interpretado por Aura Garrido, introducido en el momento preciso para que el desarrollo de La reconquista funcione. La capacidad de los tres, especialmente de Carril, para aguantar un primer plano transmitiendo toda la fuerza de su personaje es muy elocuente y, por supuesto, emocionante.
Del mismo modo, en el apartado técnico, el largometraje goza de muy buena salud gracias en gran medida a la precisión en el sonido de Álvaro Silva Wuth, Eduardo Castro y Ana Belén Martín. Teniendo en cuenta que la historia de Manuela y Olmo la conoceremos (en gran medida) en distintos locales donde hay música, se ha conseguido un trabajo muy depurado tanto en interiores como exteriores, evitando que el ruido del entorno dificulte la recepción de los diálogos.
Otro factor a tener en cuenta es el punto de vista y cómo lo expone Jonás Trueba. La intelectualización y conceptualización de sus diálogos se viste con una voluntad esteticista presente durante todo el largometraje. El modo de recrearse en el sonido de las palabras, la iluminación del rostro de los protagonistas en interiores, la limpieza y luminosidad de exteriores… Su manera de incluir el espacio, en este caso la ciudad de Madrid, como factor integrante de la historia de los personajes, sería otro ejemplo, así como el racionamiento y dosificación de la información sobre el pasado (presente) de los protagonistas. Lejos de condensar la esencia del filme en un ejercicio manierista, la voz del autor consigue rodar un ejemplo cinematográfico independiente de cualquier etapa o época. Como el tratamiento de la historia de Manuela y Olmo, su estilo se adecúa a la misma convirtiendo a La reconquista en una obra completamente identificable con el resto de las del autor, pero a la vez distinta de las anteriores.
Finalmente, y más allá de la conceptualización romántica, Trueba es capaz de explicar todos los conceptos e ideas planteados a partir de la historia concreta de los personajes presentes, anteponiéndolos siempre a cualquier manifestación de la voz del autor en boca de los mismos. Más universal o menos, la esperanza del reencuentro sólo es posible a través de una canción de Berrio o de una película de Jonás Trueba.