La última ambulancia en Sofía
Contra la corriente Por Damián Bender
Plano. Un vehículo avanza por los interiores de un establecimiento. Los camiones estacionados y las columnas de materiales apilados y empaquetados que moldean el espacio hacen suponer que estamos en una fábrica de algún tipo, aunque resulta difícil precisar exactamente de qué. El vehículo se desplaza a baja velocidad, siguiendo a un empleado que al trote hace de guía improvisado. La cámara delata su ubicación al mostrar las numerosas manchas de tierra acumulada en el parabrisas del vehículo en cuestión. El recorrido culmina en frente de una puerta desvencijada en la que parece haber mucho movimiento. Un hombre sale de ella y observa cómo se detiene el vehículo. Su lenguaje corporal transmite expectación, una cierta ansiedad. Se oye deslizarse las puertas del vehículo y a sus ocupantes bajando del mismo, que pocos segundos después se muestran ante nuestros ojos. Son dos paramédicos, el vehículo es una ambulancia y están atendiendo una emergencia.
Esta secuencia marca el inicio de La última ambulancia en Sofía, documental que supone el debut del búlgaro Ilian Metev detrás de las cámaras y que en retrospectiva sorprende por la claridad de ideas y conceptos con los que trabaja la temática en cuestión. Habiendo visto en primer lugar 3/4 (2017), su segunda película estrenada este año en Locarno, es fácil notar que muchos de los elementos que la caracterizan ya se encuentran presenten en el documental que nos compete.
La temática que atraviesa a La última ambulancia en Sofía está implícita en el nombre: el sistema de salud pública de la ciudad de Sofia, capital de Bulgaria y contenedora de aproximadamente un millón doscientas mil personas, se encuentra en un estado de abandono total. La tendencia al vaciamiento del sistema público que comenzó a principios de siglo se agudizó hasta tal punto que en los hospitales la falta de camas, infraestructura y personal médico se volvió moneda corriente. La falta de inversiones en salud por parte del gobierno búlgaro hace que los médicos escapen en masa hacia servicios privados debido a los bajos sueldos y el abandono. Por supuesto, los servicios de emergencias médicas no son la excepción. Para el momento en que se estrenó el documental solamente había 13 ambulancias para la totalidad de Sofia y un reporte de 2008 muestra que en el 94% de los casos las ambulancias llegaban tarde a destino. Como se puede notar, el panorama no era alentador.
¿De qué manera se puede denunciar el abandono sin caer en la manipulación o el artificio audiovisual? Para Metev, la mejor forma de denunciar esta problemática es a través de las personas que a diario se sacrifican para poder asistir a la gente en medio de un sistema colapsado. El método elegido para ello es el observacional (probablemente el método más laborioso pero también el que obtiene mejores resultados), por esa razón las cámaras seguirán los quehaceres laborales de uno de los equipos de emergencias médicas, equipo integrado por Krassimir “Krassi” Yordanov, Mila Mikhailova y Plemen Slavkov, los dos primeros doctores y el tercero el conductor del grupo. De esta manera el director busca la espontaneidad y las reacciones crudas como motor de la narración, y al mismo como catalizador emocional.
Esta apuesta por lo espontáneo no quiere decir que se descuide la estructura o la puesta en escena. Metev ordena el periplo de los médicos de manera cronológica, por lo que el ciclo comienza de día y culmina por la noche en lo que se lee como una jornada completa. Si bien lo más probable es que estemos hablando de varias jornadas organizadas vía montaje, la uniformidad de la vestimenta y de los planos permiten leer el conjunto como si fuera un doble turno. La sensación de continuidad que esto genera permite crear una curva dramática que se encarga de acumular tensión a lo largo del relato, tensión que refiere a las consecuencias que genera un sistema sencillamente roto. Como las emergencias que atienden nuestros protagonistas, la narrativa va desde las dificultades leves hacia las más preocupantes.
La mayor parte del audiovisual transcurre dentro de la cabina frontal de la ambulancia, lugar donde el grupo pasa gran parte de su tiempo viajando hacia a su punto de atención, esperando a poder comunicarse con la central de emergencias o fumando copiosamente en los descansos. Metev decide segmentar ese espacio en tres partes, por lo que cada cámara se centra en un individuo en particular. Esta organización de los planos permite captar las expresiones individuales con gran nivel de detalle, poniendo el foco de la imagen en capturar las personalidades y los diferentes estados emocionales, estados que no suelen manifestarse con claridad dentro de la charla cotidiana. Ante un espacio fragmentado, el sonido unifica el fuera de campo en tiempo y espacio. Esto también aplica en las situaciones de emergencia, donde la cámara se enfoca permanentemente en los médicos y no muestra a los pacientes, que como otros agentes forman parte del fuera de campo. Este fuera de campo también está integrado por los compañeros de otras unidades y por la central de emergencias, todos ellos agentes que rodean a los protagonistas y los afectan de una manera u otra.
El gran acierto de Metev para el documental reside en la elección del equipo a filmar. Nuestros tres protagonistas tienen un carisma particular y personalidades complementarias entre sí, por lo que las interacciones entre ellos tienen la fluidez y naturalidad propias de un conjunto de individuos que han desarrollado una química particular fruto de llevarse bien y haber coexistido por un buen trecho. Es fácil desarrollar empatía con ellos, ya sea por los silencios reflexivos de Krassi, la alegre espontaneidad de Mila o la pericia al volante de Plemen, la cámara actúa como nexo entre los sujetos y el espectador, estableciendo una familiaridad que trasciende las barreras del lenguaje. Esta simpatía ayuda a comprender el panorama y nos invita a ponernos en su lugar, a pensar cómo reaccionaría uno mismo ante situaciones como las constantes caídas del sistema de comunicación con la central de emergencias, pacientes que se rehúsan a cooperar y se ponen en peligro a sí mismos o la acumulación de horas extras (y su correspondiente estrés) para mejorar un salario insuficiente.
Todas estas pequeñas piedras que se acumulan a lo largo del audiovisual generan reacciones en los protagonistas, mostrando el hastío y la pérdida de empatía que ello conlleva. Las situaciones, que como se mencionó anteriormente van escalando en gravedad, llegan a su punto culminante sobre el final del metraje al enfrentar a la unidad ante la consecuencia última del vaciamiento. La muerte en fuera de campo no se siente como un golpe bajo hacia la audiencia, sino como una consecuencia tristemente inevitable que deja una marca en el grupo. Al final, la tragedia es incapaz de dejar a alguien indiferente.
En definitiva, La última ambulancia en Sofía (Sofia’s Last Ambulance) se sostiene sobre una temática fuerte, una puesta en escena rigurosa y una curva dramática que consigue atrapar al espectador, manteniendo en todo momento la disciplina y el compromiso por capturar la realidad de un grupo de personas. La detallada construcción del material audiovisual no entra en disonancia con la búsqueda de lo genuino, y ese detalle eleva el resultado final. Ilian Metev muestra todas las señales de ser un autor con estilo propio y una preocupación especial por reflejar lo real y el mundo individual de sus protagonistas, por capturar las emociones humanas desde el hiperrealismo. Inquietudes claramente marcadas en esta ópera prima.
Plano. Es entrada la noche, y la cámara frontal del vehículo nos regala nuevamente su imagen. Apenas hay luz en el lugar, por lo que el ruido de la cámara es altísimo y por lo tanto, perfectamente perceptible. Apenas se vislumbran las luces que emanan de algunas ventanas en un edificio lejano, ventanas que no se ven con claridad debido a que la lente no enfoca particularmente en ellas. El silencio es un absoluto que se ve interrumpido por una conversación apagada, seca y contenida. Las voces se oyen tensas y los reclamos cortan el aire. Al finalizar la conversación, la ambulancia pone reversa y se aleja con lentitud del lugar. Solo se oye la fricción de las cubiertas sobre el pavimento, ya no queda nada que decir.