Las distopías de Philip K. Dick
La extensión (lógica) de lo conocido Por Fernando Solla
I will define science fiction, first, by saying what science fiction is not
En la literatura distópica de Philip K. Dick todo está conectado. Tan importante es lo humano como lo no, sea lo que fuere. Las historias del autor, ya sean cuentos, novelas o relatos; franquean sobre las cualidades y la significación del ser, en su sentido verbal, humano. Conceptos intelectualizados mediante los argumentos desarrollados en sus páginas, pero no a través de sus diálogos. Citando al escritor y editor Michael H. Rowe,
“Dick no pretende cristalizar un sentimiento particular. No pretende ser un autor citable, reducible a una frase. En cambio, sus novelas se adivinan como la mano de obra que ordenara los resultados de algún experimento desesperado” . 1
En cualquier caso, a través de su extensa obra, Philip K. Dick usa la ciencia ficción para contextualizar temáticas políticas, sociológicas y metafísicas en mundos dominados por gobiernos autoritarios y corporaciones monopolísticas. Una alteración del poder dominante, hiperdesarrollado al mismo nivel que la tecnología.
Blade Runner
En la carta escrita por el propio autor un año antes de fallecer y publicada a modo de prólogo al primer volumen de sus historias completas 2, Philip K. Dick postuló lo que, a través de su obra, había ido desarrollando: la negativa de reducir la ciencia ficción a un compendio de historias localizadas en el futuro, a modo de aventura espacial. El autor defendía que también la ciencia ficción podía estar contextualizada en el presente (divertido guiño el de Richard Linklater en A Scanner Darkly, cambiando el había una vez inicial de la novela original por un siete años a partir de ahora muy acorde a la sensación paranoica y esquizofrénica del protagonista).
Lo esencial en la literatura de Philip K. Dick es la ideo de lo nuevo, algo que todavía no existe, pero que perfectamente podría hacerlo.
En un mundo ficticio, sí, encontraremos a una sociedad que es resultado de la nuestra, y que se muestra sobrexpuesta a la que conocemos, perpendicularmente avanzada en proporción al mundo creado en las historias del autor. Perpendicular y no en paralelo, porque si bien es cierto que hay una marca equidistante al punto de partida, el avance de las tecnologías y del mundo distópico no estará en sintonía con el individuo protagonista de las historias, y de ahí surgirá el conflicto.
Para Philip K. Dick tampoco era correcto equiparar ciencia ficción a fantasía, ya que si del elemento nuevo hemos dicho que tiene que parecer intelectualmente creíble para el lector, asimilarlo a algo fantasioso, sería por definición negar su futura – posible – lógica existencia. Pero aunque su obra no se reduce, ni mucho menos, a un otrora estimulante ejercicio de catalogación, sí que es cierto que Philip K. Dick resulta influyente en el movimiento ciberpunk, cuyo ambiente de agotamiento y cambio en el sistema social ha servido de marco indisociable de sus historias y, especialmente, de las adaptaciones cinematográficas de las mismas, siendo Blade Runner (Ridley Scott, 1982) el ejemplo más representativo. En este caso, Scott omitió las reminiscencias míticas y religiosas de la novela, acercándose más al citado movimiento que al original de Philip K. Dick, en lo que al formato se refiere. Sirve esta película de catapulta cinematográfica de la figura y la obra del autor, no sólo por ser la primera, sino por estrenarse apenas meses después de la muerte del mismo, quien a pesar de las reticencias iniciales, acabó mostrándose favorable a la versión fílmica como material complementario a su novela, manteniendo Scott algunas líneas de diálogo idénticas a las manuscritas.
A pesar de las múltiples diferencias entre material filmado y escrito, hay dos premisas que siempre estarán presentes cuando se adapta a Philip K. Dick, algo que siempre motivará las acciones y reacciones de los personajes principales: ¿qué significa ser humano? y ¿qué es real? Aunque algunas adaptaciones, véanse Payckeck (John Woo, 2003) o Desafío total (Total Recall, Len Wiseman, 2012), parecen desmadrarse pronto de la significación de las historias que les dan origen para continuar por otros derroteros acólitos a la idiosincrasia estilística de sus autores, que aprovechan la acción potencial del argumento de Philip K. Dick, pero no su intelectualización; siempre habrá reflexión, por mínima que sea, sobre las citadas premisas.
Desafío total (2012)
Contrariamente, la mayoría de cineastas han obviado la elocuencia de Philip K. Dick en cuanto al tema del género, femenino, se refiere. En una sociedad en la que tradicionalmente se equipara al hombre como sujeto activo y a la mujer como objeto pasivo, las distopías de Philip K. Dick permiten una alegoría del estado de la cuestión. En un mundo utópico, la ecuanimidad generacional es posible. Por el contrario, en el distópico esto no tiene cabida. El autor lo mostró en sus historias y, una vez más, Blade Runner es el mejor ejemplo (cinematográfico) de ello. Todas las mujeres protagonistas son replicantes, entes semejantes en apariencia al resto de humanos, pero opuestos por naturaleza. Scott lo mostró a través de los personajes de Pris, Zhora y Rachael (Rosen, en el libro). Prostitutas las dos primeras, vulnerable y sometida a Rick Deckard la tercera. Las tres reflejo de una sociedad distópica patriarcal. Sólo la devota sobrevivirá, la única que se acerca a la idea que el hombre tiene de lo que debe ser la mujer, hecha a su imagen y semejanza. Esclavitud patriarcal a la vez que racial, algo que a excepción del caso de Scott se ha limitado a una hiperbolizada e inevitable lucha de clases, reduciendo algo el potencial y la diversidad del imaginario de Philip K. Dick.
La descripción de las urbes donde se localizan las historias del autor es quizá el aspecto más desarrollado en su plasmación en imágenes. Cierto es que, en el caso de Minority Report (Steven Spielberg, 2002) se cambia Nueva York (localización del relato) por Washington, Baltimore, Maryland y Virginia; y que en Blade Runner pasamos de San Francisco en 1992 a Los Angeles en 2019. A pesar de estas alteraciones geográfico temporales lo que se mantiene intacto es lo sombrío de estas grandes ciudades y el contraste entre clases sociales. Visualmente apabullante, sobretodo el segundo ejemplo citado, contemplaremos paisajes plagados de monumentales rascacielos y omnipresentes pantallas publicitarias que delimitaran a una sociedad consumida por el comercio, algo en lo que también se ha centrado la dirección artística de Patrick Banister en el remake de Desafío total. En el caso de Blade Runner, David L. Snyder hermanó lo imaginado por Philip K. Dick con elementos expresionistas alemanes, obviamente inspirados en Metropolis (Fritz Lang, 1927), donde la sociedad se dividía piramidalmente en tres clases: la clase privilegiada, que vive en lo alto, verticalmente opuesta a la clase obrera, con un nivel intermedio que representará el ámbito laboral. Sólo en la parte de arriba se podrá ver la luz del día, mientras que abajo se respirará un ambiente de alienación considerable. En este caso, se usaron edificios antiguos de Los Angeles, añadiendo a sus fachadas neones y elementos futuristas.
Volviendo al plano perpendicular, otro aspecto que ha quedado algo subdesarrollado en las adaptaciones de la literatura de Philip K. Dick es la relación de la masificación comercial y la superpoblación con la contaminación y el agotamiento de los recursos naturales y animales, a causa de los ataques constantes de la sociedad hacia el medio ambiente. Con el título ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Do Android Dream of Electric Sheep?, 1968) ya nos hacemos una idea de hacia dónde van los tiros. El capitalismo ha comercializado hasta la fauna y la flora y los únicos animales que veremos serán manufacturados. En este relato, una de las mayores motivaciones del personaje de Deckard, sino la más, es hacerse con una oveja real, algo que en la película se alegará sin darle más importancia, y centrando la aventura en la relación del protagonista con los replicantes. Paradójicamente, en el mundo distópico de Philip K. Dick, el control de los medios de comunicación por parte de unos pocos, no impedirá el desarrollo de los medios y las redes de transporte, con unos vehículos podríamos decir que domóticos, donde los personajes vivirán las escenas de acción más extraordinarias, como podemos ver en cualquiera de las adaptaciones citadas en este texto.
Minority Report
Las historias de Philip K. Dick, así como sus adaptaciones cinematográficas se estructuran en tres niveles: el personal, el político y el filosófico – religioso. Curiosamente, Steven Spielberg fue el que mejor captó el mensaje político del autor, desarrollando la premisa de Philip K. Dick en Minority Report (relato corto publicado en 1956): ¿hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestra libertad individual bajo el manto de seguridad bajo el que se escuda el gobierno? ¿Qué derecho tiene el segundo cuando convierte en asesino a ciudadanos antes incluso que cometan su delito? Usando el agua como elemento de meditación, pero también de destrucción, con los precogs como suerte de videntes que adivinan los delitos antes que se cometan, en la adaptación cinematográfica, Spielberg se atrevió a tratar el tema de la fe, que tanto preocupaba al autor. Valiéndose de un macabro sentido del humor, presente a lo largo de toda la bibliografía del autor, Anderson (el protagonista) se someterá a una operación oftalmológica mediante la cual, previo cambio de sus glóbulos oculares, podrá pasar desapercibido. Curiosamente, será con los ojos de otro que empezará a ver la realidad tal y cómo es y olvidará la fe en cualquier sistema externo a su percepción del mundo. Una vez más, la respuesta a la pregunta sobre en qué consiste la verdad se relevará como algo completamente subjetivo y fácilmente manipulable. Un posicionamiento individualista es defendido frente a la coacción del estado por unificar las corrientes de pensamiento. De ahí a la opresión no hay más que un paso. Spielberg captó la idea del autor que la seguridad se consigue a partir de la libertad individual y no al revés.
En 2011, se publicó The Exegesis of Philip K. Dick, libro compuesto por fragmentos de diarios del autor, editados a modo de versículos, en los que Philip K. Dick exponía sus teorías metafísicas sobre la fe, aunando religión, filosofía y ciencia para intentar descifrar, una vez más, la cualidad física del ser humano, en este caso en primera persona. Estas preguntas, empezó a formulárselas después de la extracción de sus muelas del juicio. Artilugios y aparatos varios que bajo el control humano pueden convertirse en herramientas para el desarrollo, pero que aplicadas hacia el cuerpo humano nos sumen en un estado de sumisión, miedo y paranoia, como muy bien enfocó Paul Verhoeven en Desafío Total (Total Recall, 1990), cuando el protagonista se ve prácticamente obligado a convertirse en un investigador secreto sobre sí mismo y su memoria. Borrado de recuerdos y de sueños como herramienta más de control y personajes enfrentados a sí mismos y a la misión para la que han sido reprogramados: terminar con las fuerzas disidentes. ¿Quién es el enemigo? Convertirse en sicario del gobierno para asegurar nuestra seguridad y libertad no le parece moralmente ético a Philip K. Dick, algo a lo que el remake de Wiseman se ha intentado acercar, consiguiéndolo sólo a medias.
A Scanner Darkly
Finalmente, Philip K. Dick, como todo autor que se precie, plasmó sus inquietudes y vivencias en su obra. Con Una mirada a la oscuridad (A Scanner Darkly, 1977), Dick recogió sus experiencias con las drogas durante la década de los años setenta del siglo pasado, cuando se aficionó al consumo de anfetaminas, mientras vivía prácticamente de manera comunal entre un grupo de adolescentes. En la novela describe las alucinaciones paranoicas y psicóticas, efecto de este tipo de substancias, con un lenguaje completamente contextualizado en la cultura de las drogas de la época, algo que vivió en primera persona. Para su adaptación cinematográfica, Richard Linklater, captó toda la filosofía y las implicaciones morales y éticas de lo expuesto por el autor, optando por la animación rotoscópica. Obviando cualquier discurso moralista, A Scanner Darkly (2006) nos sume en la cultura de la adicción y en la paranoia de sus protagonistas, jugando con los fondos y las dimensiones de tal manera que parece que vivamos en primera persona en estado de perenne sintomatología drogadicta. Sin duda, la película más fiel a un relato de Philip K. Dick, mediante la que Linklater nos mostró toda la desolación, alienación y desconfianza del adicto, a la vez que entendió que la distopía nace no de la tecnología, sino de las visiones y paranoias del cerebro humano.
Como diría K. Dick, “the best is a tale that has yet to be written”.