Las facultades y Music and apocalypse
Diálogos Por Damián Bender
La programación en un festival de cine supone una suerte de diálogo, una conversación con la audiencia mediada a través de las películas que se proyectan. Quizás la palabra exacta no sea diálogo, sino propuesta: las elecciones de los programadores se antojan como expresiones de ciertas ideas fuerza que se van atomizando en cada sección para ganar en especificidad. En festivales de escala pequeña resulta sencillo capturar una panorámica de los núcleos que constituyen la propuesta programática, sin embargo esto se complica cuando hacemos referencia a citas de mayor tamaño. En los casos que la oferta supera con creces la disponibilidad horaria del público, se suele deducir esta línea programática dentro de las secciones competitivas más relevantes, que si bien no consiguen englobar a un festival en su totalidad, sí pueden discernir sus prioridades. Pero en estos festivales hay otros diálogos, accidentes fortuitos o conexiones dispersas que encuentra el espectador al encontrar similitudes entre dos o más películas de diferentes secciones. Personalmente, estas conexiones son las que le dan un sabor especial a cada edición, en esos pequeños hallazgos reside buena parte de la esencia de un festival de cine. En esos momentos, es como si fuera un ecosistema fílmico vivo.
La más reciente de estas epifanías conecta dos filmes a través de sus disímiles abordajes de una temática en común: el mundo universitario. Estos dos títulos provienen de continentes y —dentro del BAFICI— secciones distintas. Las facultades, documental de Eloisa Solaas, forma parte de la Competencia Argentina; mientras que Music and Apocalypse (Weitermachen Sanssouci), comedia del alemán Max Linz, se integra en la dinámica desde la Competencia Internacional. ¿Pero de qué manera se relacionan estos dos audiovisuales?, se preguntará el lector. De una forma particular: el complemento.
Las facultades
Resulta conveniente empezar por Las facultades, ya que se concentra específicamente en lo que viene a ser la base de toda institución universitaria: la adquisición del conocimiento. El aporte primordial que la universidad brinda a la sociedad es ni más ni menos que la generación de los profesionales del futuro en las diversas áreas del conocimiento humano —teórico y práctico—. Estos futuros profesionales atienden a clases de diversas materias que los forman tanto técnica como éticamente para poder desempeñar su especialidad de la mejor manera posible. Si las clases funcionan como el método de transmisión del conocimiento, los exámenes son el mecanismo por el cual los profesores pueden constatar que esos conocimientos fueron propiamente adquiridos, y que el alumno está preparado para pasar a la siguiente etapa de su educación superior. Es por eso que la directora pone como eje conductor de su obra el momento de los exámenes: la esencia misma de la universidad se juega en estas instancias.
Solaas comienza sus observaciones desde el momento de la preparación de los exámenes. Sigue a los alumnos de diversas carreras de la Universidad de Buenos Aires —UBA— en sus siseos y palabreríos que esperan retener antes de que se los lleve el viento, en las dudas, las rectificaciones con el compañero de estudio, en los mates lavados después de tanta lectura. Los miedos y preocupaciones que tienen lugar en estos momentos son capturados con precisión, de modo tal que en la siguiente parte del metraje —la instancia de evaluación propiamente dicha— esas características capturadas por la lente tienen su extensión lógica o, en algunos casos, su contraparte. La agudeza observacional con la que Solaas filma permite contemplar la evolución temporal de los alumnos y sus reacciones emocionales con sumo detalle: una estudiante de agronomía a la que literalmente le tiembla la mano de los nervios en plena exposición oral, un futuro sociólogo yendo y viniendo por el aula mientras explica con sumo entusiasmo cómo clasificaría a sus compañeros de prisión según su comportamiento, estudiantes de la carrera de diseño en imagen y sonido que no recuerdan conceptos bazineanos como el montaje prohibido, son algunos ejemplos de lo que Solaas captura con claridad. Una claridad que, salvando las distancias, en ocasiones me remite al cine de Wiseman.
Las facultades, entonces, concentra sus esfuerzos en la base de la estructura universitaria, compuesta por la relación profesor-alumno. Observa cómo se pone en juego esta dinámica en la que los conocimientos aprehendidos por el estudiante durante las clases se manifiestan ante el maestro para cerrar un ciclo, y nos permite reflexionar sobre ello, asociar libremente las concepciones de cada disciplina, identificarnos con tal profesor o tal alumno. En la diversidad de carreras y de alumnos el documental permite esbozar un panorama de la relevancia del sistema universitario en Argentina, poniéndolo en valor en el proceso.
Music and Apocalypse
Music and Apocalypse, en cambio, prefiere mirar hacia arriba. Y con cierta preocupación. La sátira universitaria de Max Linz se ubica en el Instituto de Investigación en Cibernética y Simulaciones de la Universidad de Berlín, institución en peligro de cerrar sus puertas por falta de apoyo presupuestario. Nos introducimos en el mundillo de los posgrados, PhD’s, maestrías, investigación académica, ciencia. Es decir, el mundo de la producción de conocimiento; que también es el mundo de las publicaciones en revistas de ciencia aprobadas por pares, de las cantidades ridículas de dinero que pagan las instituciones a las editoriales para obtener acceso a papers por los que el investigador no ve un centavo, de la acumulación de estudios complementarios para mejorar el currículum y sin embargo, seguir compartiendo departamento con extraños porque no alcanza para el alquiler. Un mundo caótico y por momentos absurdo que parece estar sumergido en una espiral de recortes y precariedad permanente.
En este mundo satirizado es en el que transcurre la película, que como podemos notar no está muy alejado de la realidad. Linz desarrolla su relato dentro de una puesta en escena aséptica, en la que los personajes se desenvuelven con una cierta distancia de los sucesos que encarnan. Esto se nota especialmente en la protagonista, Phoebe, caracterizada por una parquedad tanto dialéctica como expresiva: Phoebe mantiene un semblante inalterable, que pareciera reflejar cierta pasividad ante los acontecimientos. Ella simplemente sigue adelante, dejándose llevar por la corriente. Linz concibe al instituto en todas sus aristas como un organismo cerrado en sí mismo, disociado de la sociedad de la que forma parte y sumergido en sus propios conflictos de intereses. Esa es su principal crítica hacia el sistema: el aislamiento que culmina con el abandono por parte del Estado y con las instituciones educativas arrastrándose por ayudas de organismos privados. Incluso los estudiantes reflejan esa pasividad y falta de reflejos para reclamar por lo que creen justo: lo hacen silenciosamente y se rinden sin dar pelea.
A pesar de todas estas buenas ideas y reflexiones, formalmente no funciona tan bien. Los elementos de comedia oscilan entre lo incisivo y lo estrambótico, su estructura episódica carece de momentos que las definan en particular, y su desenlace apocalíptico resulta más raro que gracioso. “Raro” no es malo per se, pero sí cuando esa rareza apuntaba a hacer reír. Estos problemas hacen de Music and Apocalypse un filme anticlimático, más frío de lo aspira a ser.
Sin embargo, el objetivo de este texto no es tanto sobre analizar la forma, como de mostrar las relaciones. Estas dos películas se complementan temáticamente una a la otra, y muestran ciertas particularidades características de los lugares de los que provienen. En primer lugar tenemos un filme centrado en la transmisión del conocimiento y otro que mira las problemáticas en el seno de la producción del mismo. Las facultades manifiesta una positividad de la que el filme de Linz carece, y a su vez, la película alemana piensa en la institución universitaria como un organismo cerrado en sí mismo, idea que choca contra ciertos ejemplos del documental argentino. Estos entredichos tienen parte de su origen en las realidades particulares de cada país, de la evolución política, económica y social de cada región. En Argentina la universidad pública goza de una buena posición debido a la cantidad de facultades distribuidas a lo largo del país, por su nivel académico en comparación con las opciones privadas y por su gratuidad, que democratiza el acceso a la educación superior; el abordaje de Solaas y las conclusiones que se pueden extraer de su documental reflejan buena parte de esta situación institucional. La posibilidad de que Linz exagere el panorama general es real, sin embargo, parece reflejar cierto estado de abandono por parte del Estado que pone a las instituciones a merced de intereses privados, lo que generaría una grieta aún más grande con el mundo exterior. Como mencionan los estudiantes en un momento, si eso pasa, ¿estaríamos produciendo conocimiento para toda la sociedad o solo para el mercado? ¿Cuál sería el rol de la ciencia si se pusiera al servicio de intereses particulares? ¿Acaso esto no está pasando enfrente de nuestras narices? ¿La institución universitaria necesita replantear sus estrategias para evitar la endogamia?
Y así sucesivamente. Porque si no nos preguntáramos nada, ¿acaso existiría la ciencia? ¿Acaso existiría el arte?