Las mentiras de los vencedores
Apertura de Hochhaüsler del 17 FCA Por Paula López Montero
"La historia la escriben los vencedores”
Cuando vi el título de la película -que con exclusividad y cierto halo de prestigio tras el matasellos que garantiza la buena circulación en los circuitos artístico-comerciales como es el apellido Hochhaüsler seguido de Cannes y la Escuela de Berlín-, me vino a la mente directamente esa frase que se pronuncia con eco en la Modernidad, que reestructuramos en la Posmodernidad y que es el pistoletazo de esta crítica.
La Historia que vaga entre dualismos, entre crisis y conflictos, que se anuncia casi inevitables, parece que es propiedad de los que ganaron, lo que se supone que dicen que ganaron, y que hace bandera cada telediario, o cada 4 de Julio, y ensalza un nacionalismo del que hoy en Alemania, como en España, sigue generando tensión. Y de repente llega ese título que parecía metáfora, Las mentiras de los vencedores, como si Hochhaüsler anunciase que la historia se construye a base de mentiras (acertado en el título, escaso en su representación).
El título prometía. Y quizá sea oportuno hablar aquí de dos historias. La Historia con mayúsculas y la historia como relato. Suponemos que la primera es la oficial, imponente, predominante, y la otra es un mero bosquejo de lo que cada uno re-creamos como buenos platonistas en el celuloide o en cualquier cuadernillo, no muy lejos de la gran mascarada del rostro de la posmodernidad. Hochhaüsler anunciaba tras el film su interés por el poder, porque para él contar historias es un ejercicio del mismo, y, los poderosos son los guionistas de la historia. Éste quizá sea el gran motor de su filmografía como en The City Below (2010) o Milchwald (2003), y en Las mentiras de los vencedores, unido a un profundo análisis de los medios de comunicación que son quien sin duda alguna cuentan la Historia o las historias hoy, se vertebra esa obsesión por deconstruir una historia (con o sin mayúscula).
Hasta aquí todo parece óptimo para ser una de las grandes películas del cine alemán contemporáneo, pero luego la narración, el ritmo, algunas escenas o motivos irrelevantes frenan un impulso que de carrerilla ya había tomado el título.
Fabian interpretado por (Florian David Fitz) periodista diabético y adicto al juego es enviado a investigar un caso de envenenamiento entre las tropas aliadas en Afganistán ayudado por su becaria cuyo rostro y actitud se presenta ante todo momento inquietante y con la que mantiene una relación amor/odio que deja al espectador intranquilo. Que por cierto es el rostro con el que se inaugura el festival. Quizá tenga mucho que decir. Buen juego.
Quizá lo más destacable sea una cámara flotante, giratoria (si mal no recuerdo siempre hacia la derecha, como posible metáfora de la linealidad de Occidente y que marca nuestro transcurso), a veces cercana a La ventana indiscreta hitchcockiana, y que hace alarde de la mejor representación de los mecanismos de espionaje, y de falsa seguridad-vigilancia que nos venden como a ganado. De hecho la cinta se anunciaba como la mejor representación de la maquinaria periodística desde Zodiac de David Fincher. Y aunque al otro lado de la dualidad como es el documental, a mi me viniese a la mente Citizenfour, sí que considero que el trabajo de Christoph Hochhaüsler recoge con merecido prestigio ese título que parecía pretencioso. Aunque cierto es que Las mentiras de los vencedores es más un ensayo del propio director a medio terminar, que pueda o no acabar en escrito y reflexión, pero que sin duda me parece una propuesta acertada (lejos de la representación que funciona a gustos y que me pareció llana). Será interesante leer próximamente alguno de sus ensayos en la revista en la que es crítico y editor: Revolver.