Las películas favoritas del 62 Festival de San Sebastián 2014
Expectativas cumplidas Por Manu Argüelles
Sí, lisa y llanamente expectativas cumplidas, que no es moco de pavo. La edición de este año prometía y a tenor de lo que uno ha seleccionado las películas han respondido con lo esperado. Nuestro acercamiento a Nuevos directores ha resultado, un año más, infructuoso. Pero compañeros nos han advertido de películas en la sección que eran estimables. Tendremos que afinar más nuestra intuición, porque siempre damos con escollos. Como es tónica también de cada año, ante la falta de sueño y el esfuerzo me bajan la defensas y los cambios de tiempo me acaban propiciando que los virus me entren en el cuerpo. No hay año en el que no acabe enfermo. Pero ninguno me entra con tanta fuerza como el del cine, éste sí, vivido con total entrega e intensidad. Porque durante esos días sólo se habla y se piensa de cine. Puede ser extenuante tal oclusión radical, pero también me deja expuesto a una hípersensibilidad (si uno ya vive con vehemencia el cine, aquí se triplica) que sólo me permito en tiempos de festival. He escrito algún texto, por ejemplo, que en otras circunstancias no hubiese escrito con tanta implicación personal. Y aunque no vuelva a él, me alegro de que esté ahí, que haya captado ese fragor en carne viva, ese impacto que algunas de las películas me han causado en un primer visionado. Y lo que dije al principio, lo mantengo. Sigo pensando que estas apreciaciones deben ponerse en cuarentena. Estoy convencido que en un segundo visionado van a crecerme mucho más y el prisma se va a enriquecer. También han habido algunas que me resultan inabarcables en un primer impulso reflexivo, algo que he decidido dejar patente, porque procuro ser honesto con el lector y no tengo ningún inconveniente en mostrar mis flaquezas. Les he estrechado el lazo pero éstas no han quedado sujetas. Tendremos que volver a estudiarlas, a pensarlas y a amarlas todavía más. Pero eso es todo un placer.
El 62 Festival de San Sebastián 2014 me ha dejado ya estas diez películas que para mí son de lo mejor de este año. Ellas, estas diez que os dejo han reflejado muy bien las áreas por las que me muevo en lo que se refiere al cine, aquello que me interesa, que me arrebata, de eso ha habido mucho, que me noquean y que me impulsan a seguir explorando esas selvas cinematográficas en las que me gusta adentrarme. El año que viene más.
Mommy. Xavier Dolan. Canadá, 2014 (Perlas)
Dolan crea con sus tres personajes, un afuera de, un espacio de oclusión tan potente que le permite desarrollar una intimidad tan intensa que en el momento de romperla provoca el cisma. Mommy tiene unas secuencias tan abrasivas, tan magistralmente ejecutadas cuando trabaja los clímax emocionales que uno acaba desgarrado, partido en dos, roto. Y no obstante, en su doble juego de acercamiento de los personajes y de distancia de los estereotipos del prototípico drama social (no los anula sino que los hace orbitar para dar señas de su apuesta de la ficción frente al realismo), hace un uso de los clichés tan exacerbado que evidencia el uso del artificio, los visibiliza hasta el límite de la parodia y ahí posiciona fracturas que ya emergen orgánicamente. (…) Dolan ya sabe manejar con maestría al espectador, lo expulsa con esas estridencias agudas y lo vuelve a adentrar en una fosa abisal de intensidad emocional que uno acaba fuertemente conmocionado.
Girlhood (Bande de filles). Céline Sciamma. Francia, 2014 (Perlas)
Céline Sciamma con La banda de las chicas mantiene la misma aproximación compleja, aterciopelada, cautivadora y profundamente humanista de su anterior largometraje. (…) La directora destaca la relevancia y la importancia que tiene el grupo para Marianne y su valor terapéutico, por lo que resulta un enfoque innovador en cuanto no criminaliza algo que habitualmente sí es tratado de forma negativa en el cine, cuando hablamos de chicas malas. La adquisición del sentido de formar parte de algo, el descubrimiento de que alguien te respeta y valora, la forja de los primeros lazos afectivos fuertes fuera de la familia… Son valores que quedan perfectamente transmitidos en esa secuencia en la que las chicas cantan y bailan juntas Diamonds de Rihanna.
The Tribe. Miroslav Slaboshpitsky. Estonia, 2014 (Perlas)
The Tribe es subversiva y exigente. Rabiosamente y felizmente, apostillo. Como cine de la diferencia acota su foco entomológico en una comunidad cerrada de adolescentes sordomudos. Una residencia estudiantil. De ese microcosmos situado en los márgenes cierra más el objetivo porque se centra en un grupúsculo con prácticas delictivas. El imperativo del film: no utilizar el lenguaje ni ningún soporte que le acompañe. (…) Porque lo que realmente se hace visible en The Tribe es la distancia apuntada en dos direcciones: la que mantenemos nosotros con las personas sordomudas y la que fija el director desde lo moral cuando nos adentra en un radio de acción criminal. No con una crisis de valores (ella implica una búsqueda de solución), sino con algo mucho más desestabilizador: la ausencia de ellos. Porque haciéndose partícipe de los usos cuestionables de lo híper-visible se aprovecha de ello para martillear constantemente mediante el shock, aunque respeta las zonas límites del tabú.
Eden. Mia Hansen-Løve. Francia, 2014 (Sección Oficial)
Si el año pasado fue el año de la mujer, este ha sido el año de las canciones y la música. Mommy y La banda de las chicas y todas aquellas en las que ya he hecho notar la importancia del apartado sonoro y melódico. Pero la definitiva película río sobre la música y su vivencia ha sido Eden. Y como ya comentaba respecto a Xavier Dolan y Mommy, más allá de buscar referentes externos en los que parece ser deudora -Mia Hansen-Løve reconoce por ejemplo 24 Hour Party People (Michael Winterbottom, 2002)-, para aproximarse a Eden creo que es imperativo hacerlo desde la propia autoría de la directora. Ya casi resulta baladí reconocer su consagración porque su cine es de una consistencia y madurez mayestático. Su fresco sobre dos décadas de la música electrónica francesa, a través de un personaje atrapado en su sueño e imposibilitado a salir de él, renuncia de cualquier atisbo de hagiografía, fluye con un dinamismo envidiable y recoge sin un ápice de sentimentalismo y nostalgias vacuas las luces y sombras de muchos de los figurantes dentro del ambiente, personificadas a través de las glorias y miserias del personaje principal. Porque el cine de Hansen-Løve siempre entre la multitud quiere escribirse desde la intimidad de la primera persona. Y en este retrato, no nos glosa sobre aquellos que vivieron el éxito -Daft Punk abren y cierran el film como los dos extremos que se recorren, sino de aquellos malogrados que vivieron en los márgenes-, como han hecho recientemente los Coen con A propósito de Llewyn Davis (Inside Llewyn Davis, 2013) o hiciese en su día John Cameron Mitchell con mi queridísima Hedwig and the Angry Inch (2001). Volveremos a ella con más tiempo y calma en Cine Divergente, donde seguramente nos detendremos en un punto llamativo de su estilística. Porque si con Eden reescribe con fuerza la plasmación cinematográfica deudora de Assayas 1, más todavía que en sus anteriores filmes, resulta paradójico que ella lo haga cuando éste manifestaba la crisis de su propio sistema en Después de mayo (Après mai, 2012).
Relatos salvajes. Damián Szifrón. Argentina, 2014 (Perlas)
Lamento no acordarme del nombre del crítico, pero uno de las vacas sagradas que acostumbra a cubrir el Festival de Cannes se cuestionaba el hecho de que Relatos salvajes estuviese en la Sección Oficial. Y aquí frunzo el ceño y mucho. ¿Por qué querido amigo? ¿Porque es una comedia? Intuyo que van por ahí los tiros porque la película de Damián Szifrón no tiene ningún pero que no le haga merecedora de figurar en la primera línea de Cannes. Que todavía parte de la crítica institucionalizada siga haciendo alarde de sus prejuicios y de su clasismo frente a lo cómico es, sinceramente, muy preocupante. Ojalá tuviésemos Relatos salvajes multiplicados por mil en todas los escaparates de los festivales. Porque cumple una función casi terapeútica para el espectador. No solo el poder balsámico de la risa, pero qué maravilla de comicidad que atesora el film, de verdad, sino porque ésta cumple muy sabiamente con el efecto de catarsis liberadora, al plantear situaciones cotidianas llevadas al extremo donde la resolución cumple con nuestros deseos más íntimos. Aquello que te dan ganas de hacer, frente a la burocracia administrativa, el engaño o el reencuentro con alguien que te destrozó tu vida. Vía libre a las pulsiones, porque a veces estamos muy hartos. Aquello de los indignados aquí llevado a la cotidianidad y estirado hasta un punto hiperbólico, cargado de mucho vitriolo y mala leche.
Miren que procuro evitar las sentencias categóricas a toda costa, pero es que aquí me veo obligado a reconocer que Relatos salvajes cuenta con el mejor inicio y final que he visto en mucho tiempo. Y es que además Damián Szifrón demuestra tener una sabiduría en la puesta en escena, el trabajo con los actores y la planificación visual que deja con la boca abierta, sin olvidarnos de lo bien exprimido y aprovechado que está el amplio y generoso diseño de producción. Menudo balón de oxígeno que fue en la recta final del Festival.
La chambre bleue (The Blue Room). Mathieu Amalric. Francia, 2014 (Perlas)
La chambre bleue es un cine del arrebato, hipervitaminado y construido con un músculo visual absolutamente fascinante e hipnótico. Bien podríamos estar ante un Chabrol en cuanto ambientación, personajes y trama, pero la puesta en escena de Amalric se olvida del minimalista, distanciado y frío trabajo del director de la Nouvelle Vague. Lo de Amalric es la plasmación del amour fou en mayúsculas (que vuelva a la mente Ascensor para el cadalso ya es decirlo todo) y donde pone absolutamente toda la carne en el asador en este intensísimo y manierista trabajo compositivo donde cada imagen está milimétricamente estudiada.
Magical Girl. Carlos Vermut. España, 2014 (Sección Oficial)
La estructura prácticamente episódica y radial de Diamond Flash se mantiene pero se conjuga con mucha más sabiduría, resultan mejor propulsadas las líneas de fuga, ahora sí que generan inquietud -algo que ya se buscaba en Diamond Flash y allí provocaban indiferencia-, y, en resumen, todo resulta muy bien orquestado. Además, ahora con Magical Girl, en esta forma de armar el argumento visibiliza también su propio mecanismo al espectador, de tal manera que lo hace más partícipe de los acontecimientos, aunque sabe mantener su ventaja frente a él como demiurgo (maquiavélico). En consecuencia, Carlos Vermut sabe guardarse ases en la chistera que no resultan trampas o atajos fáciles, sino que son brillantes golpes de efecto que resultan sorpresivos para el espectador.
Sueño de invierno (Winter Sleep aka Kis uykusu). Nuri Bilge Ceylan. Turquía, 2014 (Perlas)
Y la carne se hizo verbo. Le doy la vuelta a la sentencia bíblica. Porque con Sueño de invierno, ganadora de la Palma de Oro de la pasada edición del Festival de Cannes, Nuri Bilge Ceylan sale de un trascendentalismo oscuro y subyugante en su contacto con la naturaleza (Érase una vez en Anatolia), punto de culminación de anteriores incursiones en su filmografía, para cambiar de registro y adentrarse en las fosas resbaladizas de la oratoria. En Sueño de invierno activa un mecanismo desarticulador y desmitificador de su personaje principal, al situarlo en contacto con sus allegados más cercanos (su empleado, su mujer, su hermana…), en un entorno cerrado donde él actúa como gran patriarca. Una pieza de cámara que recuerda mucho al cine nórdico donde se desviste al emperador con una exhaustividad apabullante mediante la palabra, sin desatender sus constantes atmosféricas y visuales marca de la casa. Desde Chejov, como me advierte mi compañero Xavi Lezcano, pasando por Bergman en la disección espeleológica del matrimonio, Nuri Bilge Ceylan con Sueño de invierno nos entrega su película suma y síntesis de toda su filmografía, dado que ésta atraviesa todas y cada unas de sus anteriores películas. Para aquellos que nos sentimos muy afines con su cine, Sueño de invierno resulta una parada obligatoria. Y para los que no, un idóneo punto de partida para conocerlo.
Güeros. Alonso Ruizpalacios. México, 2014 (Horizontes latinos)
Ay, Güeros. La última película que vi. Y aunque habían cosas dentro de ella que me chirriaban, esas ganas por llamar la atención, ese esteticismo a veces poco justificado, esa inclinación por la retórica vacía de significado, la maldita película se me ha acomodado calentita en la mente. Y tengo que reconocer que me resulta muy enternecedor recordarla. Quizás esa sea su fuerza, que a pesar de sus pasos en falso y de su deuda excesiva con el primer Jarmusch, Güeros se te queda. Porque frente al distanciamiento marciano y excéntrico de Jarmusch, Güeros tiene el mismo magnetismo y resulta mucho más cálida y cercana. La post-adolescencia errática y desorientada, ese tiempo de suspensión que tan bien define el personaje principal cuando afirma que él está en huelga de la huelga. Es decir, ese limbo, esa área flotante y narcótica, que guarda también mucho de los adolescentes de Gus Van Sant, ese momento sin rumbo en el que miras la vida pasar y mientras te embarcas en una road movie, con algún destino, sí, pero donde poco importa, porque todavía las cosas están por hacer. Y cuando el mismo director rompe el organismo fílmico y manfiesta con mucho sentido del humor un espíritu autocrítico respecto al largometraje que va armando, tampoco podemos decir nada que él ya no sepa. Quizás sí tengamos que decirle que no se preocupe, su película llega y triunfa.
Praia do futuro. Karim Aïnouz. Brasil, 2014 (Horizontes latinos)
Por todo ello, Praia do Futuro es una lánguida, sensual y contemplativa exploración por los extravíos subjetivos, la conquista de nuevos espacios, y la inadecuación de nuestro propio yo frente al Otro. (…) Praia do Futuro a partir de estas rutas propone un sugerente intercambio entre lo visible de los cuerpos, la erótica en su contacto, y aquello que está invisible, la angustia existencial en la búsqueda de nuestro propio ser. La bellísima secuencia de Donato en la discoteca, en la que lo vemos filmado a partir de planos que rompen con la tradicional regla de los tercios, mientras que nosotros escuchamos una pieza orquestal y sinfónica responde a ese juego dinámico entre dos tejidos: los enunciados y los subterráneos, magníficamente expresados en este punto de fuga de la catarsis.
- Director que ya se apropiaba de la firma de Truffaut, por lo que el cine francés no interrumpe el legado heredado sino que lo mantiene y prolonga ↩