Laurence Anyways

Elogio de la normalidad Por Fernando Solla

Can you tell me what is you’re afraid of?

And can you tell me why I’m afraid it’s me?Extracto de I Am the One (Next to Nor0mal, Brian Yorkey, 2008)

Xavier Dolan-Tadros sacudió el panorama cinematográfico internacional en 2009 con J’ai tué ma mère (aka I Killed My Mother), largometraje que tras su proyección en la Quincena de Realizadores de Cannes consiguió tres galardones. Su siguiente trabajo, Les amours imaginaires (aka Heartbeats) inauguró la sección Un Certain Regard de la edición siguiente, donde también compitió con su última película Laurence Anyways en 2012, consiguiendo su actriz protagonista, Suzanne Clément, el galardón a la mejor actriz. Parece ser que el realizador y guionista (también actor) gusta en Cannes ya que, si medimos el éxito de sus películas a partir de las larguísimas ovaciones en pie recibidas al final de sus proyecciones, sin duda estamos ante un autor importante a tener en cuenta, ya no en un futuro, sino en el mejor y más inmediato presente cinematográfico. Más allá de la anécdota festivalera de los aplausos, el D’A 2013 nos ofrece la oportunidad de seguir conociendo (quizá descubriendo por primera vez) una de las más interesantes y, sobretodo, precoces filmografías de la actualidad.

El cine de Dolan en general, y Laurence Anyways en particular, son una excelente confirmación de que la experiencia se adquiere (algo todavía necesario para el joven canadiense), pero el talento es innato (tras el visionado, evidente).

Laurence Anyways

Nacido en 1989, sorprende ya no contar con tres largometrajes a sus espaldas (en sí, una proeza), sino sus compactos puntos en común que, a la vez, marcan la clara evolución de un realizador capaz de mostrar y trasmitir a través de su obra sus más íntimas inquietudes y preocupaciones. En J’ai tué ma mère vimos como un hijo, a pesar de querer a su madre, no podía soportar ser su vástago y, por otro lado, la decepción de la mujer no tanto hacia la homosexualidad del chico, sino ante el temor o falta de confianza para reconocerla ante ella. En Les amours imaginaires exploramos la diluida frontera que ¿separa? la amistad del amor entre jóvenes de mismo u opuesto sexo y las rivalidades y competiciones ególatras que el amor, el capricho y el deseo provocan. Con Laurence Anyways, Dolan se limita a las tareas de realizador y guionista, dejando que el peso de la interpretación recaiga en  Melvil Poupaud y Suzanne Clément, ausencia en la que creemos adivinar que para la ocasión el autor se ha dejado llevar por motivaciones más intuitivas u observadoras del mundo que le rodea y no tanto autobiográficas, como en las dos películas anteriores, volviendo, eso sí, a la relación madre-hijo (dándole por fin una tregua a la progenitora, una Nathalie Baye que consigue superar un personaje bastante de manual con una intermitente pero imponente interpretación).

Huyendo de lo común o general para mostrar un caso concreto y particular, Dolan supera los dogmatismos panfletarios sin renunciar, eso sí, a exponer sus puntos de vista de manera clara y contundente, ideas perfectamente integradas en la narración y estupendamente traducidas al lenguaje cinematográfico, sobretodo en la primera mitad del largometraje para, a continuación, cuando ya creíamos agotado el discurso y empezábamos a preguntarnos qué nos depararían los casi noventa minutos restantes, ofrecer una irregular vuelta de tuerca para mostrarnos la involución de una historia de amor no imposible, pero sí imperfecta y, rematando el largometraje, con dos secuencias franca (y plásticamente) muy hermosas y emotivas. Interesante planteamiento, desconcertante y no siempre bien encarrilado desarrollo y desenlace precipitado, algo anodino, pero estéticamente esplendoroso y atractivo, capaz con una imagen (un objeto) de condensar la esencia del film.

Laurence Anyways 2

Como decíamos, ideas:

“Busco a una persona que hable mi lenguaje y lo entienda (…), una persona que sin ser un paria cuestione no sólo los derechos y el valor de los marginados, sino también de la gente que reclama (exige) ser normal…”. Laurence, profesor de Literatura, a sus alumnos, en referencia a Marcel Proust: “Hoy su talento tiene prioridad sobre su verdadero yo, así es la vida (…), ¿pueden ser suficientemente valiosos los escritos de alguien para dispensarlo del rechazo y el ostracismo que afecta a la gente que es diferente? Personas que en otro período espacio temporal podrían ser tú o yo…”.

Si a eso le sumamos el acierto de Dolan de situar la historia entre 1989 y 1999 (muy presente y efectiva la imagen del calendario), recurso que sirve para que tomemos distancia y sigamos el argumento con cierta perspectiva pero también con la cercanía del recuerdo de una época que no hace mucho tiempo era la nuestra, caeremos en un principio en las redes del realizador y del Laurence (sereno, quizá demasiado) interpretado por Poupaud. El protagonista vive una plácida coexistencia con Fred(erique) (intensa siempre y excelente en escenas muy concretas Suzanne Clément). Su entendimiento es tanto físico como intelectual. Profesor de literatura él y publicista ella, el equilibrio presuntamente imperante de su relación mostrará toda su fragilidad cuando él admita su necesidad de ser mujer. El verdadero interés (acierto de Dolan) no reside en la progresiva transformación del personaje (aunque también la veremos) sino en la transformación de la relación de la pareja Laurence/Frederique. Veremos pelucas, maquillaje, vestuario femenino, pendientes… sin que estos elementos nos distraigan de la interpretación de Poupaud, íntima y alejada de la pomposidad o voluptuosidad de los protagonistas de, por ejemplo, Hedwing and the Angry Inch (John Cameron Mitchell, 2001) o Desayuno en Plutón (Breakfast on Pluto, Neil Jordan, 2005), pero sin llegar a calar tan hondo como en los dos ejemplos citados.

Laurence Anyways 3

Atrapados nos encontramos, como decíamos, en unas redes que progresivamente se irán deshilachando, así como las motivaciones de los protagonistas (e inevitablemente de los espectadores), transformándose el interés en curiosa deferencia. Dolan mantiene el ritmo del film durante las casi tres horas de metraje, algo admirable pero innecesario. No es que la cantidad prime sobre la calidad (innecesario todo el segmento de los/las Five Roses), pero tampoco hace falta que para que entendamos el rumbo a la deriva por el que navegan las vidas de estas dos personas, el largometraje haga lo mismo, así como el encantamiento o recreo del director en una esteticismo algo forzado que no aporta mucho al desarrollo del argumento, aunque sí que muestra el talento de Dolan para crear y filmar imágenes visualmente sugerentes y plásticamente estilizadas. Talentoso, pero de uso desmesurado e impaciente. Ganas de contar y de mostrarlo todo. Algo que, teniendo en cuenta la juventud del realizador, no deja de tener cierto encanto y puede despertar una benévola disculpa por parte del espectador, pero que en futuras (y esperadas) ocasiones deseamos que cambie, devolviéndonos al Dolan de sus dos primeros largometrajes. Tres horas de metraje han de servir para profundizar mucho más y no sólo para ilustrar y traducir en imágenes un puñado de ideas, excelentes e interesantísimas, eso sí.

Nos quedamos con la reflexión traducida en imágenes del dilema que nos provoca la aceptación o no de la diferencia, perfectamente ilustrado con el personaje de Fred (la mujer A-Z, ya que todo empieza y termina con, y en, ella), no la diferencia del prójimo, sino la nuestra. Del mismo modo que Laurence acepta su condición, vemos que Fred (curioso aunque algo obvio lo andrógino del nombre) intenta que la razón sea la que impere en su reacción, desviando sus sentimientos e impulsos hacia lo que cree que es correcto. ¿Acepta a Laurence? Sí. ¿Acepta el rechazo instintivo que le produce saber que lo que realmente le gustaba de él es lo único que ya no permanece con él/ella? No. ¿Se acepta a sí misma? NO. Eso, como la puesta en imágenes de en qué consiste la auténtica diferencia, si en llevar la vida que siempre se ha deseado (Laurence) o en maquillar con peinados y vestuarios más o menos estrafalarios y exuberantes una maternidad y matrimonio frustrados (Frederique) son lo más interesante de un largometraje más desigual que irregular. Una película que, aunque imperfecta, no decepcionará a los espectadores con ganas de escuchar nuevas voces cinematográficas.

Laurence Anyways 4

 

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