Le fils de Joseph, Liberami y The Student
La cuestión religiosa Por Manu Argüelles
En una secuencia del desenlace de The Student –film con el que Yago ha abierto la cobertura del SEFF’2016– se encuentran reunidos en el despacho de la directora todos los integrantes del equipo educativo del colegio, lugar principal donde transcurre la trama de la película. Ante la continuada perturbación que genera la actitud del adolescente protagonista en su obsesivo amarre al catolicismo ortodoxo, la profesora de biología acaba acorralada, testigo impotente y una de las principales víctimas, que no la única, del integrismo religioso, el cual poco a poco va intoxicando todo el entorno. En esa situación de desesperación máxima, en un momento, el director del film la aísla del grupo, dejándonos con un primer plano de su rostro desquiciado. Detrás de ella únicamente una pared azul en la que se advierte un pequeño cuadro. Aunque la distancia focal no nos permite advertir con claridad de quien se trata exactamente es fácil adivinarlo. No es casual que sea Vladimir Putin y que este se nos muestre difuso. Si podemos considerar que el director hasta entonces ha sido muy discreto, aquí es el momento más notable donde ya muestra claramente sus cartas. The Student acaba figurando una parábola sociopolítica donde el microcosmos de la escuela es una clara proyección de la situación actual de Rusia. Tampoco es extraño que en medio del fervor religioso vehicule en el retrato alusiones claras tanto a la homosexualidad como a la homofobia cerril, a través de la relación que mantiene el adolescente protagonista con su amigo, fiel reflejo de las políticas intolerantes del principal mandatario ruso.
The Student
Si empezamos por el final, mi primera jornada en el SEFF ha venido marcada claramente por la religión católica. Y de la misma manera que el día se oscurecía, el tratamiento que se iba relevando película a película también acababa ensombreciéndose. Desde el enfoque luminoso, beatífico y redentor de Eugène Green en Le fils de Joseph, pasando por el esperpéntico y humorístico de Liberami hasta llegar a los acordes de alarma social de The Student. En el caso de Green, posiblemente lo mejor será que hablemos más de espiritualidad que de religión, ya que el catolicismo es comprendido como una instancia cultural. Es de los pocos directores que sigue tratando la cultura con mayúscula, como ese legado de la vieja Europa que es necesario mantener y recordar. Su film está empapado de este contenido, centrado en el Barroco, hasta el punto que se convierte en un auténtico eje estructural que además define una actitud autoral. Si ese gesto podría emparentarle con otro combatiente como Greenaway, su acercamiento es muy diferente ya que el segundo siempre la concibe en términos de jerarquía; él siempre se refiere a alta cultura y en ocasiones eso también provoca cierto hermetismo y distancia. Green no, siempre es cercano al espectador. Aunque es un formalista radical, gran amigo del artificio y de lo teatral en su uso más anacrónico -algo que casi remite a los orígenes del cine-, el candor, el humor y la transparencia con la que incorpora los recursos audiovisuales le alejan completamente de cualquier tono engolado. Es profundamente afectado, la declamación marciana que ejecutan sus actores así lo manifiesta, pero al llevarlo al extremo siempre acaba resultando algo lúdico y sumamente agradable. Por ejemplo, resulta muy divertido encontrarse a Amalric en Le fils de Joseph, ya que se hace cargo de uno de esos papeles muy marca de fábrica, a través de un personaje odioso, remilgado y cínico, aquí el propietario de una editorial que es el padre del protagonista adolescente (Oscar Pormenor). Pero cuando el intérprete pasa bajo el filtro del director acaba convirtiéndose en una una sanísima autoparodia de sí mismo, como si Green le brindase la oportunidad de reírse de esos papeles que le caracterizan. Tampoco extraña que el propio director encarne al recepcionista del hotel donde se aloja Oscar Pormenor, como si él se identificase con aquella figura que está al servicio de los demás, es decir, del equipo que trabaja en la película.
Le fils de Joseph
De esta manera, a partir de lo comentado, casi podría decirse que Le fils de Joseph es la transposición fílmica del cuadro de Caravaggio, El sacrificio de Isaac, el cual figura en la habitación del protagonista. Pero precisemos, la inversión de la escena que aparece en el cuadro. Oscar Pormenor es el gran patriarca (Abraham), pero en el film será el hijo quien querrá matarlo. Y también podemos añadir que Le fils de Joseph es el reflejo invertido de La sapienza (2014), porque en la que ahora nos ocupa será el contacto que mantenga el adolescente con el adulto (Joseph, el hermano de Oscar Pompidor, encarnado además por el mismo protagonista de La sapienza, Fabrizio Rongione) el que suponga el elemento de transformación, lo que en el film se traduce como la visión metafórica de un ángel. Le fils de Joseph, sí, es una película sobre la transmisión, la del padre al hijo, pero desde la exaltación al falso padre que acaba erigiéndose en el auténtico progenitor, el que lleva incorporado los grandes valores de la paternidad. Esa sería ni más menos que la palabra de dios, la gracia divina. De esta manera, Green teje un enjambre de referencias cruzadas entre su film y las bases de la religión católica, aludiendo al gran falso padre del cristianismo, el carpintero José, el cual tendrá su presencia a través de otra pintura, en este caso de George de la Tour, San José carpintero. Resulta curioso que Green incorpore en su film pinturas tenebristas del barroco como las dos mencionadas en un espacio que siempre está en la búsqueda de la luz y la belleza. Sí, el contraste es otra de sus grandes bazas.
El sacrificio de Isaac, Caravaggio (izquierda) y San José carpintero de George de la Tour, cuadros en Le fils de Joseph
El catolicismo en Green siempre será en términos de trascendencia, accesible tanto para el que es creyente como el que no. Pero al defender a San José como auténtico padre frente a Dios como padre de Jesús, está subvirtiendo los principios de la religión católica. Y por tanto, la hace terrenal, el padre de verdad es el que da el cariño al hijo, como vemos, una clara oposición a como es vista la religión en The Student, foco de conflicto cuando es adoptada de forma irracional, invasiva y como dogma extremo de fe. Ambos directores están proponiendo una doctrina pareja pero mostrada desde dos vertientes opuestas: una como positiva si la entendemos como una espiritualidad que funda sus raíces en la cultura y la otra como nociva si nos aferramos a ella y la convertimos en una herramienta de intolerancia. Serebrennikov no la rechaza, solo desprecia la instrumentalización que se hace de ella desde los órganos de gobierno de su país.
Le christ mort. Philippe de champaigne tercer cuadro barroco en Le fils de Joseph
Un tercer cuadro barroco, -en este caso hablamos de un pictoricismo «saneado» y contenido-, que también aparece en Le fils de Joseph nos puede servir de puente para Liberami, un documental austero y sencillo, que prescinde de cualquier trabajo atmosférico para justamente arrancar la cuestión de los exorcismos de sus convenciones del género de terror. La perspectiva de Federica Di Giacomo estriba en escudarse desde el marco del documental observacional aunque resulta muy hábil en conformar cierto posicionamiento y/o discurso ante lo que vemos delante de cámara, a partir de la edición de las imágenes. La frase típica de que una película se construye realmente en la sala de montaje en Liberami adquiere plena significación. Cuando vemos al Padre Cataldo realizar un exorcismo vía telefónica, si ya de por sí resulta plenamente chocante verlo en esas tareas utilizando el teléfono, Di Giacomo refuerza esa sensación de perpejlidad cuando corta la secuencia y la siguiente imagen que vemos es la del mismo Padre que una vez terminado su acción exorcista desea feliz Navidad al poseído.
La cámara registra, efectivamente, una visión de lo religioso totalmente grotesca y dantesca. Queda la duda de saber como es percibido todo este asunto de los exorcismos desde el Vaticano. Pero resulta llamativo como la directora procura que casi nunca veamos el rostro del mal. Es decir, cuando la persona está en pleno estado de posesión, trata de evitar que veamos la cara de la persona alterada. Es también, según me parece, una muestra de respeto hacia el filmado, quizás para no comprometer en exceso su «intepretación». Así se entiende que sí veamos a la adolescente en ese estado alterado, porque de la diferente galería de poseídos es la que resulta más convincente según la tradición fílmica y también es la figura que más se acerca al prototípico del cine de género. Por extensión, también es muy interesante comprobar como absolutamente todos los participantes en Liberami parecen creer con convicción en la existencia del Diablo. La misma determinación que podemos encontrar en Le fils de Joseph y The Student. Sabemos perfectamente como una cámara puede interferir en un espacio de la vida cotidiana. Podemos sospechar fácilmente cuánto están teatralizando su propia performance porque saben que les están grabando. Pero aún así, aunque ellos mismos manifiestan sus propias dudas -la que mejor lo resume es una amiga de una afectada: o estás loca o estás poseída– Liberami acaba revelándose como una muestra más, no solo de lo fácil que podemos acabar atrapados en esos personajes que nosotros mismos nos construimos-, sino de cómo la creencia religiosa llevada al extremo acaba distrofiando algo tan legítimo como es el sentir trascendente. Federica Di Giacomo da luz a lo circense, a lo ridículo. Podemos reírnos fácilmente con todo ese panorama tan desmesurado pero se nos congela fácilmente la sonrisa cuando pensamos en esas pobres personas, atrapadas en una falsa realidad que se construyen ellos mismos para poder aliviar su propia fractura existencial. Nada que ver con San José, el falso padre.
Liberami