Les combattants

Golpear más allá del blanco Por Fernando Solla

"La vida nunca es como uno espera
Sólo tú la puedes transformar para que cambie
Así es como te conviertes en ti mismo."Un amour de jeunesse (Mia Hansen-Løve, 2011)

El D’A 2015 ha incluido dentro de la sección Transicions la ópera prima de Thomas Cailley tras conseguir el FIPRESCI de la Quincena de realizadores en Cannes 2014 y lograr tres César, en las categorías de mejor ópera prima, actriz principal (Adèle Haenel) y actor revelación (Kévin Azaïs) de la última edición. Les combattants nos traslada a un pequeño pueblo marítimo del suroeste francés, en verano. Después de la muerte de su padre, Arnaud (Azaïs) se dispone a hacerse cargo de la carpintería familiar junto con su hermano a la vez que un pelotón de reclutamiento militar vista la zona para promocionar las fuerzas armadas terrestres. En la playa, se batirá con Madeleine (Adèle Haenel) en un ejercicio de prueba para la defensa personal. La chica impondrá su fuerza física y Arnaud, humillado, morderá a su compañera para vencer. Días más tarde, los hermanos empezarán un proyecto paisajista en casa de los padres de Madeleine y, a partir de ahí, los jóvenes interactuarán mudando el rechazo inicial en una camaradería amistosa. Poco después, el chico abandonará durante quince días sus obligaciones familiares para seguirla a un campo de entrenamiento militar.

¿Por qué nos seduce la historia de Les combattants, de estos dos jóvenes? Precisamente por la decisión de Cailley de plantear todo el asunto como una crónica de supervivencia antes que romántica y, en consecuencia, por la progresión de ambos personajes a lo largo de largometraje. En segundo lugar, por la ironía imperante en todo el conjunto y por la sutilidad de las alegorías que plantea el guión (escrito a cuatro manos por Cailley y Claude le Pape) que sitúa la trama en un contexto sociocultural actual, evitando caer en la reivindicación panfletaria, sin dejar por ello de mostrar su inconformismo.

Cailley ha rodado un filme sobre una joven pareja que, a través de la incertidumbre que les plantea su paso a la edad adulta, modificarán la manera de mostrar su amor por la vida, pasando de la beligerancia inicial a la camaradería y complicidad más sincera. Una sugestiva vuelta de tuerca a los clichés del género que mantiene durante todo el metraje un brillante tono mordaz que acompaña a las preguntas que se realizarán Arnaud y Madeleine: ¿Cuál es la meta? ¿Cuál es el objetivo? ¿Para qué sirve?

Como decíamos, habrá una progresión en las motivaciones de la pareja protagonista. Si Arnaud se muestra en un principio como un chico dócil y sin demasiadas pretensiones, que se deja llevar haciendo lo que los demás, en su temperamento se impondrá una conmovedora capacidad de observación hacia sus semejantes y del mundo que le rodea. Esta capacidad le permitirá tanto valorar el esfuerzo de los demás por divertirse como reafirmar la satisfacción que le produce reconocerse en sus actos y dejarse llevar sin someterse. Por su parte, Madeleine demostrará unos conocimientos en macroeconomía tan desarrollados como su musculatura y mostrará su iniciativa de alistarse en el ejército para adquirir herramientas de supervivencia en un mundo que se consume a sí mismo, para terminar cayendo en la cuenta que la vida que quiere es la contraria a la que la llevan sus actos. Durante el transcurso del largometraje cada uno de ellos participará de una evolución inversa a la del otro que les conducirá a un punto de encuentro plasmado con una afectividad y delicadeza absolutas por el realizador en la secuencia en la que ambos deciden escapar juntos del campamento y empezar así su verdadera aventura, quitándose el maquillaje de camuflaje y mostrándose al natural. El uno frente al otro pero, sobre todo, ante sí mismos.

La labor de Cailley como guionista es especialmente relevante en su equilibrio constante entre la evocación y la fábula y la necesidad de mantener los pies en el suelo, con una irónica permanencia en el terreno de la actualidad macroeconómica. El trabajo de la pareja protagonista se adecúa completamente a las intenciones del autor, así como la fotografía de David Cailley, que insiste en los primeros planos de los rostros para mostrar el desarrollo de los mismos. Juntos consiguen escenas de gran belleza, como la Madeleine dejándose llevar por la corriente del río. Con un simple movimiento de cámara, el personaje muestra su evolución, llegando hacia el plano y pasándolo de largo siguiendo el caudal. Imágenes evocadoras que llegan al espectador mezcladas con datos y cifras que nos informan, entre otros detalles, que las diez mil plazas ofertadas cada año convierten al ejército francés en el segundo reclutador de jóvenes, después de McDonalds, por ejemplo.

Conmueve especialmente la alegoría que convierte a los protagonistas en los animales que se encuentran por el camino. En el caso de Arnaud, el hurón que cae en la piscina y consigue mantenerse a flote a pesar del cloro que impregna su cuerpo y en el de Madeleine, el perro, vencido, que espera que alguien le quite su bozal para demostrar que no ya no ladra, una vez ha encontrado el afecto que buscaba.

Les combattants

Sin querer descubrir más detalles a futuros espectadores, con Les combattants asistiremos a esa necesidad de quemarlo todo, reduciéndolo a cenizas, para resurgir y enfrentarse a la vida mejor preparados, al acecho y en guardia. Así mismo pasa con el cine de los nuevos autores que buscan hacerse un hueco en el panorama cinematográfico actual expresando sus inquietudes a modo de debate recíproco entre creadores y espectadores.

En el caso de Thomas Cailley, destacamos su capacidad para llevar la metáfora literalmente a la gran pantalla, cuando la pareja hace la guerra avanzando, paso a paso, en la vida. Equilibrando, además, todos los giros del filme entre la comedia romántica y el hastío de los más jóvenes hacia la incertidumbre sobre su futuro. Como explicará Arnaud en un momento decisivo del largometraje, “a veces los incendios empiezan solos. Y arde todo. Todo recomienza”. Así se presenta el cine de Cailley. Como un remanso de paz después de la batalla, anteponiendo, como sus personajes, el sentido primitivo de supervivencia al sentido autoimpuesto del deber.

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