Lion
El viaje hacia uno mismo Por Paula López Montero
“Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.”
Esos primeros versos del poeta griego Constantino Cavafis en su poema titulado Ítaca bien podrían vivificar y glorificar toda experiencia humana, todo -al fin y al cabo- caminar. Siempre acaban viniendo a mi mente cuando pienso en las historias de superación personal en donde la esperanza y cierto misticismo redentor consiguen mantener en pie al ser humano. Es el caso de Lion, una historia de superación personal, de búsqueda de sí mismo, de las raíces en tiempos donde todo se consume en la atmósfera y en lo superfluo; es una historia sobre el choque entre culturas pero, sobre todo, es una historia sobre la infancia y el ser humano.
Lion, título cuyo porqué se desvela al final de la película cuando el protagonista Saroo descubre que toda su vida ha pronunciado mal su nombre en vez de “Sharuh” (cuyo significado es el de león, y que bien hace de metáfora de la fiereza del personaje) es el estreno en largometraje del director Garth Davis con guión de Luke Davies basado en una historia real escrita por Saroo Brierley titulada A Long Way Home.
El film, dividido en dos bloques: entre el transcurso de la infancia de Saroo (interpretado por Sunny Pawar) en un pueblo del norte de la India, sus primeras andanzas de la mano de su hermano Guddu (Abhishek Bharate) para ganarse el pan todos los días en sus tierras pobres y áridas robando carbón, y su extravío en la estación de tren, sus días de supervivencia en Calcuta y su posterior acogida por una familia australiana; narran dos etapas cuyo potencial narrativo (e interpretativo ya que presenciamos la consolidación del enormísimo Dev Patel y el estreno de una nueva estrella Sunny Pawar) hace de este largometraje una de las mejores narraciones para mi gusto de la temporada.
La línea del discurso es sencilla, clara, sin bagajes, y no por ello deja de ser un buen film en una época donde los vericuetos y las metaficciones se devoran a sí mismas ¿Será éste el año de la vuelta a la predominancia de la narración clásica? En Lion la clave está en el uso de algo común a todas las culturas y en todas las literaturas que interesa y nos mantiene vivos hasta el final: la búsqueda del origen. Hace poco escuchaba gracias a un poeta Israelí llamado David Grossman que en Occidente nos es imposible concebir con precisión la pérdida de un hijo porque no tenemos un nombre para designarlo. Así como tenemos la palabra huérfano, no tenemos lo que sería su otro lado, lo que en Israel llaman “shjol”. Lion también es, a modo de parábola del hijo pródigo, una reflexión sobre el lenguaje, el analfabetismo y el choque de sociedades tras la era de la (in)comunicación.
El Saroo mayor, en búsqueda día y noche de su familia (de la que por cierto en ningún momento aparece el padre) en google maps, finalmente sólo por una búsqueda azarosa acabará encontrando su pueblo natal.
Cuando traía a colación el poema de Cavafis es porque Lion también ejerce de parábola, y recuerda a esos versos en donde se menciona el que no hallarás en tu camino nada que no esté ya dentro de ti. Es el caso del choque entre los dos hermanos adoptivos Mantosh y Saroo, el primero más conflictivo, errático en su camino y Saroo un ejemplo de hijo y de moralidad. La cuestión es ¿está todo ya en nosotros y el camino solo nos lo desenvuelve? En esto creo que el director conjuga muy bien el choque de civilizaciones, una más mística y metafórica (la hindú), y otra mucho más explícita y visual (la occidental).
Hay un plano que a mi especialmente me gusta repensar y es cuando Saroo, perdido en Calcuta, se mira a los ojos (con una profundidad y pureza que pocos actores consiguen) de los otros niños como si se tratase de un espejo, sin ninguna intercesión del egoísmo identitario, viéndose reflejado en las acciones del otro, mientras que cuando viaja a Australia, le enseñan a ser un ego individualizado, a competir contra los demás. Por otra parte, la crudeza de la realidad de Calcuta es bien reflejada casi sin filtros por el director. Es un buen trabajo de inmersión.
Lion, al final pone sobre la mesa la búsqueda de nosotros mismos, del hogar, de la familia como construcción, la infancia como nostalgia y anhelo, el crecimiento y la superación personal, pero sobre todo, la necesidad de la memoria en una civilización que engulle progresivamente a las otras. Es una historia sobre la convivencia entre culturas y sus conflictos personales.
Se desprende de tu texto, Paula, que la peli exhibe virtudes bastante más poderosas de las que cabría vislumbrar a través del visionado de su trailer en salas (que es la única referencia que tenía hasta ahora y que, en mi opinión, transmite las hechuras de un producto mainstream destinado a arrasar los lacrimales de la platea sin misericordia alguna). Habrá que darle su oportunidad… Un abrazo y buen fin de semana.