Los Boxtrolls

Temer a la otredad Por Yago Paris

La investigación del estudio LAIKA en los rincones más tenebrosos de la psique humana es evidente. Si en Los mundos de Coraline (Coraline, Henry Selick, 2009) se realizaba una aproximación al angustioso paso de la niñez a la adolescencia y en El alucinante mundo de Norman (ParaNorman, Chris Butler, Sam Fell, 2012) se analizaba el desamparo emocional del freak, en Los Boxtrolls (The Boxtrolls, Graham Annable, Anthony Stacchi, 2014) se reflexiona sobre los mecanismos psicológicos del terror y la construcción social del mismo. Desde su significativo primer plano, en el inicio de la cinta se juega con los elementos del horror para retratar a sus monstruosos protagonistas que dan nombre al filme. En dicho prólogo, la narración transita del rechazo a la comprensión, como una manera de representar lo que se desarrollará a lo largo de la trama: el terror nace del desconocimiento y del prejuicio, dos armas que el orden establecido utiliza con plena voluntad para manipular a la sociedad. En el caso a analizar, en el imaginario colectivo se ha instaurado la idea de que los boxtrolls, pequeños trolls que viven en el subsuelo, son seres peligrosos que suben a la superficie por las noches para atacar a los humanos. Nadie los ha visto, y sin embargo todo el mundo siente pavor hacia ellos. Nadie ha sufrido ningún ataque, pero eso no impide que se dé por sentada su violencia. Son odiados de manera colectiva y la única solución que se propone al problema consiste en su erradicación.

Los autores de la película se apoderan de esta mentalidad y la utilizan a su favor para manipular abiertamente a su público en la primera escena. En el citado plano inicial se muestra a un boxtroll corriendo por una calle en plena noche, portando un bebé humano en brazos. Desde el fuera de campo se escucha el grito del padre del pequeño, aterrado ante la pérdida de su hijo. Tras producirse el alarido, el monstruo se detiene, se gira con mirada amenazadora y ruge, momento en el que cae un rayo, que enfatiza su imagen de ser temible. Ante una imagen estereotípica del cine de terror solo cabe concluir que el personaje es, en efecto, peligroso, pero esta idea es rápidamente desmentida por la propia narración. Tras mostrar el plan de los humanos para acabar con ellos, la cinta muestra el modus operandi de los trolls, gracias a lo que descubrimos que estos son, en realidad, seres adorables e inofensivos, sin el menor interés por dañar a los humanos. De esta manera, la obra expone la idea de que el terror es una cuestión de mirada, con especial mención a lo que se deja en fuera de campo, y propone la información como panacea contra el borreguismo.

Los boxtrolls

Si se sigue tirando del hilo en esta línea, atendiendo al lugar que ocupan los boxtrolls en la sociedad se puede establecer un evidente paralelismo entre dicho colectivo y el de los indigentes. Estos seres recogen todo lo que la sociedad del bienestar desecha, a pesar de ser todavía útil, desde restos de comida hasta infinidad de aparatos mecánicos, pasando por las propias cajas de cartón, que se convierten en la vestimenta de los trolls. A su vez, se convierten en un estrato social que interesa invisibilizar para que no reluzcan las miserias de un sistema desigual en el que los más débiles están totalmente desamparados. Por último, el poder los convierte en el enemigo, no solo para unir a los individuos insertados en el sistema y así defenderlo, sino para eliminar las pruebas que demuestran que dicho modelo de convivencia dista de ser el ideal, para que de este modo no haya la más mínima posibilidad de que se cuestione el orden establecido, como si este fuera ley de vida y no una de las múltiples opciones ideológicas a aplicar. Una situación que se refleja con contundencia en el espectáculo teatral que se organiza en plena plaza de la ciudad, en el que básicamente se retrata a los boxtrolls como a seres despreciables y se incita al odio contra ellos. Precisamente, cuando uno de los humanos que está entre el público, Eggs, el niño protagonista del relato que aparecía en el citado primer plano de la obra y que se ha criado con los seres, exclama que todo lo que se cuenta es mentira, la gente que está a su alrededor rechaza con violencia la posibilidad. Como buen truco del sistema que es, el fomento del pensamiento único consigue que la población confunda libertad de expresión con libertad de pensamiento. En este caso, al no haber libertad de pensamiento, los humanos que se reúnen a presenciar el espectáculo sienten que deciden libremente al odiar a los boxtrolls, inconscientes de la maquinaria ideológica y mediática que ha anulado la libertad de pensamiento.

Los únicos personajes que escapan de las garras del sistema son aquellos que han visto la realidad con sus propios ojos al vivir en la marginalidad. Son, por tanto, los únicos con verdadera capacidad de decisión, ya sea para hacer el bien o el mal. Por un lado están toda la comunidad boxtroll, a la que se suma Eggs, quien a fines prácticos forma parte de dicho colectivo, así como Winnie, la hija de uno de los aristócratas, quien, a pesar de pertenecer a una familia rica, se siente emocionalmente marginada de la sociedad, en la que no encaja. Por otro lado, aparece el personaje del villano, Snatcher, quien sabe a la perfección que los boxtrolls no son seres peligrosos para la sociedad, pero utiliza todos los mecanismos a su alcance para darles caza con tal de escalar socialmente y codearse con los más poderosos. Junto a este aparecen tres secuaces, Mr. Trout, Mr. Pickles y Mr. Gristle. Mientras el tercero es un ser carente de toda reflexión acerca de sus actos, los dos primeros convierten la toma de conciencia y el alcance de la libertad de pensamiento en un gag recurrente, puesto que, mientras colaboran con el malo, comienzan a plantearse sus actos y a reflexionar sobre qué es el bien y qué es el mal.

Los boxtrolls LAIKA

En este aspecto, el personaje más profundo, a la postre el más estimulante de toda la cinta, es el de Snatcher, quien se convierte en el reflejo de las miserias de un sistema que, literalmente, huele muy mal -el tratamiento de quesos apestosos como máxima aspiración vital y como símbolo de la escala social dista de ser casual. Se trata de un ser que vive completamente sumido en la apariencia, incapaz de aceptarse a sí mismo, motivo por el que será capaz de mostrarse en público disfrazado de sensual mujer con tal de ganarse el favor de los poderosos, o de atacar a los boxtrolls a pesar de ser inofensivos. Su gran objetivo es ser aceptado por la aristocracia y tener acceso a su círculo de influencia, una situación que se simboliza a través de la obtención de un preciado sombrero blanco, que solo poseen unos pocos, y que se convierte en su objeto de deseo, a pesar de que su valor es puramente arbitrario. Su cerebro ha sido tan invadido por las normas sociales, el elitismo, la competitividad salvaje y la apariencia, que es incapaz de vivir en base a su propia naturaleza, lo que se refleja con rotunda sencillez a través de su brutal alergia a queso, el alimento que consumen los portadores de los sombreros blancos en sus reuniones privadas. En última instancia, Snatcher es capaz de poner en riesgo su vida hasta límites de la autodestrucción con tal de sentir que pertenece a la élite, aunque para ello deba renunciar de manera frontal a su verdadera esencia como ser humano.

Snatcher, como máximo exponente de la sociedad del bienestar, contrasta con la comunidad boxtroll, que se rige por la naturalidad y la honestidad de sus individuos para consigo mismos. Viven fieles a su naturaleza, lo que los llena de felicidad, algo que, como ya ocurría en La novia cadáver (Corpse Bride, Tim Burton, Mike Johnson, 2005), afecta a los ambientes que habitan: frente a la tétrica superficie, de reminiscencia expresionista, en la que las paredes parecen exudar, contrasta el cálido, iluminado y multicolor subsuelo; frente a una sociedad humana de corte neoliberal, en la que impera la atomización de la población y el individualismo más sangrante, y en la que el crecimiento social es lo único que da significado a la vida, aparece la sociedad boxtroll, en la que prima el grupo sobre el individuo, en la que no existe el concepto de ego, en la que todos se protegen entre sí y en la que siempre se actúa en colectividad, ya sea para alimentarse, para dormir o para escapar de las amenazas. Pero que vivan tan al margen de la sociedad del bienestar no significa que esta no afecte a los seres sobrenaturales, puesto que ellos también son víctimas de la doctrina que se inculca en la población. En ese sentido destaca la manera de gestionar la opresión. A pesar de que son perseguidos hasta que no quede ninguno libre, los boxtrolls no reaccionan al ataque con una revuelta, sino con miedo y parálisis. Su reacción es fruto de la indefensión aprendida, una condición psicológica en la que el individuo siente que está desamparado y que no será capaz de superar las dificultades, por lo que no hará nada al respecto. En el caso de los boxtrolls, su reacción siempre es la de esconderse y confiar en que no sean descubiertos, a pesar de que nada hace pensar que esto sea posible. Dicha actitud es, en realidad, uno de los aspectos que más se han reforzado en la era poscrisis, en la que, tras el shock producido por el cataclismo económico, las constantes pérdidas de derechos sociales y laborales ha mermado de tal manera la mentalidad de la gente que esta reacciona con miedo, conformándose con las migajas a las que tiene acceso y esperando a que amaine el temporal, a pesar de que no hay datos que refuercen dicha actitud.

Los boxtrolls 2014

Es por todos estos motivos por los que parece evidente que en realidad la base de un proyecto de animación aparentemente liviano y puramente infantil como Los Boxtrolls es en realidad una crítica al sistema capitalista. Desde la desigualdad de clases hasta la atomización de la sociedad, pasando por el desamparo de las clases más desfavorecidas y la entrega total a una serie de ideas arbitrarias basadas en el elitismo, el poder y el consumismo, el filme ataca de lleno a dicha ideología política, pero, lejos de contentarse con describirlo, propone soluciones. Ante los mecanismos de generación de terror, basados en la desinformación y el miedo, se propone la información, la pérdida de prejuicios y el amor al prójimo; frente al sistema de clases, una revolución social que nazca desde lo más bajo, el subsuelo, y que amenace con desestabilizar los pilares más firmes que lo sostienen. Todo ello sin salirse en ningún momento del modelo de animación del estudio LAIKA, basado en una stop motion delicada, por momentos grotesca y perversa, pero siempre capaz de transmitir una idea con un simple movimiento de ojos.

Los boxtrolls LAIKA 2014

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