Los héroes del mal

La policía de la policía Por Jose Cabello

En el capítulo once de la quinta temporada de Los Simpsons (Matt Groening, 1989- ), –Homer, el vigilante-, el propio Homer se toma la justicia por su mano creando una especie de grupo armado vecinal para encontrar a “El Gato”, un ladrón que está saqueando el pueblo de Springfield. Lisa, en su tono habitual, interfiere en las desventuras de su padre para plantearle la siguiente diatriba: “Si ésta es la policía, ¿quién será la policía de la policía?”. De esta forma Los Simpsons satirizan una vez más lo subjetivo del poder, los mecanismos de control y sobre todo, la legitimidad de estos mecanismos cuando entran en juego conceptos morales como el bien y el mal.

Los héroes del mal utiliza el contexto de tres adolescentes marginales para erigir su discurso en torno a lo subjetivo de la moralidad, cuando los tres chicos deben defender su territorio antes de ser vapuleados, una vez más, por los matones de la clase. La película parte mostrando el primer día de instituto para hablar de lo fácil y peligroso que resulta obtener un rol en el conjunto de una clase según se desarrollen los acontecimientos de esos primeros días, sin atender a nada más y ocasionando, acto seguido, el bautizo de los motes. Desde el inicio y después de una pelea, el trío protagonista queda marginado bajo la etiqueta de frikis, marca que les perseguirá durante todo el curso. A partir de aquí, Los héroes del mal explora la soledad de los tres jóvenes que, tras encontrar una casa abandonada donde pasarán las tardes encerrados en sí mismos, construyen un plan de venganza contra sus maltratadores.

Los héroes del mal no apuesta por recurrir al decálogo del adolescente inadaptado -que el cine tanto ha visto- justificándolo con familias desestructuradas, padres maltratadores, o infancias difíciles, sino que lo obvia y lo desecha para centrarse únicamente en los jóvenes. Todo el círculo de la trama lo componen ellos mismos, sin importar qué ocurre más allá del tiempo que están juntos. La película prefiere dibujarse en torno a la amistad que les une como reflejo de lo que ocurre en esta etapa de la vida en la que el universo lo componen, en gran parte, los amigos. Pero no queda aquí, Los héroes del mal supone una vuelta de tuerca a las películas de temática similar convirtiendo a los maltratados en maltratadores, reflexionando así sobre el alcance de las acciones pro defensa sobre los que empezaron abusando del otro y debatiendo si son justificables o no ciertas conductas.

Tras los primeros malos tratos, daremos el apoyo -silencioso pero unánime- hacia la legítima defensa de los humillados, pero en unos minutos volveremos a deliberar sobre la misma pregunta con diferente respuesta, incluso negaremos haber respondido así la primera vez.Es aquí donde el inteligente maniqueísmo de Los héroes del mal nos hará dudar en más de una ocasión sobre lo que está ocurriendo.

Gran parte de lo conseguido en Los héroes del mal, al envolvernos en una especie de confusión como la que vive uno de los chicos, es gracias al trabajo de interpretación de los tres protagonistas. Detrás de ellos, está la labor de construcción de personajes llevada a cabo por el propio director que, en pocas ideas, logra dotar de capas los roles de los chicos.

 Los héroes del mal 2

El primer largometraje de Zoe Berriatua viene con carta de presentación de Álex de la Iglesia, y como ocurría en Musarañas (Juanfer Andrés, Esteban Roel, 2014), poco entrada la trama, entendemos el motivo que llevó a Álex de la Iglesia a producir Los héroes del mal. Lo extremo de la película recuerda a lo alocado que puede llegar a ser el cine de Álex de la Iglesia, cuando la acción ha degenerado tanto que cabalga entre fantasía y realidad. Incluso, podría definirse Los héroes del mal como una especie de Castillos de cartón (Salvador García Ruiz, 2009) gore. Pero al contrario de lo que ocurrió, por ejemplo, en la última película de Álex de la Iglesia, Las brujas de Zugarramurdi (Álex de la Iglesia, 2013) (y digo por ejemplo porque esto es casi una constante en su cine) donde el final es cada vez más abrupto y carente de lógica dinamitando parte de la totalidad de la obra, Zoe Berriatúa, en este caso, hace un ejercicio de contención que, irónicamente, desvía la línea extrema mantenida en el resto del metraje pero resuelve notablemente.

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