Los increíbles (Ala rota, La dama de hierro y La mujer radiactiva)

Cuando la bandada se escapa del pájaro Por Fernando Solla

Five hundred twenty-five thousand six hundred minutes,
Five hundred twenty-five thousand moments so dear.
Five hundred twenty-five thousand six hundred minutes
How do you measure, measure a year?
In daylights, in sunsets, in midnights, in cups of coffee
In inches, in miles, in laughter, in strife.
In five hundred twenty-five thousand six hundred minutes
How do you measure a year in the life?Extracto de Seasons Of Love (Rent, Jonathan Larson, 1996)

El documental como género cinematográfico. Hace tiempo que el debate (si es que alguna vez lo hubo) terminó. Por supuesto que sí. El documental hibridado con el drama, la comedia (no como características de la situación inmortalizada, sino como los dos grandes géneros), incluso la animación. El documental recreado, con actores y puesta en escena, donde la verosimilitud no viene de lo real de la situación o las personas, sino de la oportunidad que el realizador y guionista (sí, ya hemos dicho que aquí hay una recreación de la realidad) ofrece a los protagonistas de hacer suya una vida que ya han vivido, recuperándola y asimilando que nunca volverá ser igual. Eso es nuevo y, gracias al excelente y meticuloso trabajo de David Valero (dirección, guión y fotografía) una lícita, estimulante y muy válida propuesta.

¿Qué tiene de heroico tener un brazo inutilizado, ser una anciana de noventaicuatro años o someterse a todo tipo de infructuosos tratamientos para combatir una enfermedad terminal? Ni siquiera la voluntad o el afán de superar dichas condiciones o situaciones. La heroicidad, ya que estamos hablando de un género cinematográfico, es la desnudez a la que se someten estos actores/personajes/protagonistas, pero sobretodo, personas y la oportunidad que les ofrece la cámara de mostrarse y, lo realmente importante, de verse. Una película hecha por y para los involucrados en el proyecto, y como participantes y asiduos buscadores de nuevas vías, nuevos canales, nuevas maneras de realización, distribución, difusión, exhibición y, finalmente, recepción, nos atribuimos (perdón si peco de presuntuoso o avaricioso) un pedacito de dicha participación.

Los-increibles

El Atlántida Film Fest presenta en su Sección Oficial Los increíbles (Ala rota, La dama de hierro y La mujer radiactiva), que ya llamó la atención de los aquí divergentes en la pasada edición del Festival de San Sebastián, allí en la categoría Nuevos Directores. Premio del Jurado en el Abycine (Festival de Albacete), mejor director en Tudela, y participación y repercusión en certámenes tan variopintos como el Vilnius International Film, Guadalajara o Goteborg, siempre a concurso. No es que en el momento de escribir estas líneas me vea sumido en un ataque compulsivo y neurótico de listar exhaustivamente o nombrar competiciones, palmareses y muestras cinematográficas en los que haya podido participar este largometraje, pero sí que me llama la atención lo que considero un descuido indiferente y reprobable de las distribuidoras hacia un trabajo que intenta (y lo más importante, consigue) inyectar un soplo de aire fresco (más alegórico que tangible, pero no por ello menos influenciado) al hipermusculado género de los superhéroes, impulsando a la vez la cinematografía nacional, en general, y un género, en particular, que suele ofrecer contenidos muy interesantes pero excesivamente discursivos, sin preocuparse por desarrollar o modificar un lenguaje cinematográfico demasiado codificado. Si festivales (a los que atribuimos la capacidad crítica suficiente a la hora de seleccionar los títulos a proyectar) y algunos afortunados nos hemos puesto de acuerdo, ¿a qué esperan las salas comerciales a proyectar este título?

Más que bienvenido (y sobretodo necesario), pues, el talento de David Valero, que plenamente consciente de que el simple hecho de coger una cámara y grabar imágenes, personas o situaciones reales no es suficiente para conseguir verosimilitud ni, algo imprescindible, la empatía de los espectadores; supera este discurso (tristemente manido por recurrente la intención de encontrar a un público excesivamente ingenuo) y demuestra osadía, dominio y seguridad valiéndose de la subjetividad propia de cualquier autor (aquí le echa una mano en el montaje Aurora Sulli) para crear un discurso verosímil, sí, pero sobretodo impactante y conmovedor (cuando no demoledor) a través de la selección de unos planos y no otros y al escribirle unas frases a los personajes para que reinterpreten sus vidas  ante la cámara (nunca mirándola fijamente), a partir de lo que seguro han sido muchas charlas, conversaciones y, en definitiva, una usurpación de tres vidas ajenas para terminar devolviéndolas a sus dueños más vívidas (y vividas) que nunca. Es lo que hace el sujeto, ser subjetivo. No puede ser de otra manera, ya que lo único objetivo es irremediablemente el objeto, por definición inerte y sin capacidad de describirse a sí mismo. Meritorio atreverse a demostrar algo en apariencia claro pero de explicación algo confusa a través del género documental. Genial conseguirlo con un éxito tan arrebatador.

Ala rota, La dama de hierro y La mujer radiactiva

En Los increíbles (Ala rota, La dama de hierro y La mujer radiactiva), sin regodearse en el dolor ajeno, pero al mismo tiempo sin renunciar a él, Valero tiene muy presente que en ningún momento está realizando funciones de asistente social.

Sino que está filmando una película, renovando ¿quizá? sin pretenderlo otro género más: el del cine, precisamente, social. Sin vocación expresa de retratar un sentimiento colectivo ante ninguna situación determinada, el realizador consigue que superemos la animadversión inicial, innata y defensiva, ante la pérdida o rotura de la eudaimonía (que tras mil reinterpretaciones del término original aristotélico vendría a significar equilibrio, felicidad o bienestar) que nos produce asistir al devenir de Juan, María y Joana. Sin apelar directamente a nuestra conciencia, ni siquiera a nuestro sentido común, Valero consigue crear una atmósfera que cala hondo en los espectadores. El caso más claro es el de Juan (Ala rota) y las mujeres que deciden no iniciar una relación con él, después de conocerse a través de una red social de contactos, al descubrir/comprobar que su brazo derecho languidece completamente inutilizable a causa de un accidente del que ni siquiera se nos explica ningún detalle. ¿Quién de nosotros lo haría? ¿Somos peores personas por ello? ¿Son mejores los afectados/portadores de una edad avanzadísima, una minusvalía física o una enfermedad terminal? Terminamos el largometraje con ganas de iniciar el debate y no agotados por él, como suele pasar en muchas ocasiones. Mención especial para esos planos de bandadas de pájaros que se separan de uno de sus integrantes y no al revés. Efectivos, certeros, visuales. Cinematográficos.

No desvelaré cuáles son los poderes atribuidos a nuestros superhéroes ni en qué parte del metraje aparecen. Ni siquiera a quién de los tres se le adjudica cada cualidad. Excelente selección de objetos con que el realizador consigue que el espectador evoque y busque en su mente cinematográfica ejemplos de esa heroicidad sobrenatural: esa especie de gimnasios metálicos e improvisados situados en algunas plazas de nuestras poblaciones, una mezcla de antifaz/armadura que protege de los rayos ultrasónicos, un mecanismo que correctamente colocado y gracias al aire comprimido puede mover lo que el cuerpo humano no puede… Finalmente, un único y pequeñísimo reproche: el sobrenombre o apodo de dos de los personajes. Igualmente como Ala rota supone un audaz hallazgo, entendemos que La mujer radioactiva debería llamarse La mujer irradiada o radiada, así como La dama de hierro, no es la mejor definición para María, más teniendo la recientemente desaparecida titular del mote. Ni eso parece escapársele a David Valero, ya que todo toma sentido en el fascinante epílogo. Rindiéndome ante la elegancia y sabiduría del director, en esta ocasión de fotografía, para colocar la cámara (puro arte figurinista), un último llamamiento y mi más sincera recomendación. Al público: que la descubra y la disfrute. Al poder dominante cinematográfico: que la distribuya, la publicite y, sobretodo, la exhiba. Imprescindible.

Share this:
Share this page via Email Share this page via Stumble Upon Share this page via Digg this Share this page via Facebook Share this page via Twitter

Comenta este artículo

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>