Los Miserables

Algo para mí, algo para usted. ¿Quién quiere limosna? Por Fernando Solla

"Do you hear the people sing?
Singing the song of angry men
It is the music of a people
Who will not be slaves again
When the beating of your heart
Echoes the beating of the drums
There is a life about to start
When tomorrow comes…"
Fragmento de Do You Hear the People Sing (Les Misérables, 2º acto)

Los oímos. Al fin los oímos. Más de veintisiete años ininterrumpidos de permanencia en la cartelera londinense. Primero en el icónico Barbican Theatre, donde se estrenó un ya lejano 08/10/1985. A los dos meses se traspasó al céntrico Palace de la ciudad del Támesis donde se representó hasta abril de 2004, cuando se trasladó al más íntimo Queens Theatre, donde actualmente podemos seguir disfrutando de este musical, el más longevo de la historia teatral contemporánea. Numerosas producciones internacionales, giras, taquillajes astronómicos, interpretaciones legendarias, grabaciones varias, conciertos conmemorativos… Mil factores que unidos no han hecho más que convertir a Les Misérables en un musical legendario, más aún si tenemos en cuenta que al igual que sus desgraciados protagonistas, el espectáculo recibió un varapalo considerable por parte de la crítica especializada en el momento de su estreno, que consideró casi sacrílega la conversión a un género popular como el musical de una novela, alta literatura, del francés Victor Hugo. El público reaccionó clamorosamente ante el formato totalmente musicado propuesto por Claude-Michel Shönberg y Alain Boublil, más cercano al terreno operístico que al género popular algo denostado por las élites intelectuales todavía hoy en día. El resto forma parte de una historia que inicia un nuevo y estimulante capítulo de la mano de Tom Hooper, que el 25/12/2012 estrena mundialmente la versión cinematográfica de Los miserables.

“I dreamed a dream in times gone by…” ¿Cuántas veces hemos escuchado éste verso? Es el inicio de la que, sin duda, se ha convertido en una de las canciones más celebradas ya no sólo de la obra en cuestión, sino de todo el género, pasando a formar parte del repertorio de cualquier actriz/cantante que se precie (y de algún actor también). El sueño es nuestro (o lo ha sido durante muchos años). Hubo un tiempo no muy lejano en que, salvo algunas honrosas excepciones (y otras no tanto), era impensable que un título de tal envergadura (por la complejidad del montaje y el despliegue humano y logístico que conlleva) se representara fuera de los circuitos naturales que los vieron nacer. Curiosamente, no es el caso de Los miserables, que el 16/09/1992 estrenó montaje en el teatro Nuevo Apolo de Madrid. Una producción del añoradísimo director y empresario teatral José Tamayo, el mismísimo Plácido Domingo y Cameron Mackintosh, que repitió la labor que ya liderara en Londres y Nueva York. Resultado: dos temporadas en cartel y un rotundo éxito. Por si esto fuera poco, el 18/10/2012, y celebrando el 25º aniversario del musical, una nueva producción se estrenó en el Lope de Vega de la misma ciudad. Clamoroso triunfo del título y del equipo artístico, ya que tras la última caída de telón en su visita a Barcelona, el 18/03/2012, celebramos el anuncio de que Gerónimo Rauch (nuestro flamante Jean Valjean) y Alfonso Casado, director musical, trasladarían sus roles y talento al Queen’s londinense, donde todavía siguen recibiendo (damos fe) atronadoras ovaciones tras cada función. Un sueño, como vemos, colectivo, del que Anne Hathaway se ha convertido en portadora cinematográfica, a la vez que ha permitido que el nuestro se hiciera, al fin, realidad. Su Fantine es, con permiso de la actual, teatral y maravillosa Sierra Bogges, la más talentosa y arrebatadora heredera universal que hayan tenido las páginas de la novela de Victor Hugo. No descartamos que visto el talento derrochado en la gran pantalla y, además del aluvión de premios que no ha hecho más que empezar, la actriz interprete el papel sobre las tablas de Broadway, otro sueño, que estamos seguros se cumplirá.

Los Miserables 4

“Who am I…?” El leitmotiv del protagonista Jean Valjean (Hugh Jackman), que luchará por mantener firmes sus ideales, su crucial promesa y, a la vez, su libertad debió convertirse en pregunta recurrente para el realizador Tom Hooper cuando le encargaron la dirección de la película. Al igual que Valjean lucha por dejar de ser el prisionero 24601, el británico ha librado una victoriosa batalla contra sí mismo y su anterior trabajo, El discurso del rey (The King’s Speech, 2010), apreciado y galardonado largometraje cuyo efectivo y cuidado esteticismo en la puesta en escena, acercaba al producto a un formato más teatral que cinematográfico.

En el caso de Los miserables esa tendencia podría haberle jugado una mala pasada al realizador y aún más a la película, ya que más de sesenta millones de espectadores esperamos expectantes poder revivir la implosión sentimental que supone experimentar el espectáculo, sin asistir a una fotocopia de lo que vimos sobre las tablas.

Y salvo en dos escenas muy concretas, que coinciden con los momentos estelares del antagonista Javert (Russell Crowe), Hooper ha salido airoso en su encomienda, demostrando una sensibilidad especial hacia el género y dotando al producto de una unidad formal y argumental ejemplar.

Y todo eso, sin resumir ni recortar ni un minuto del original, regalando a los fieles 157 minutos de felicidad y a los paganos en la materia una muy buena experiencia cinematográfica. Lejos quedan los trabajos de Rob Marshall, excelentísimo dramaturgo y coreógrafo, que a pesar de su talento no se atreve a enfrentarse a los escépticos hacia el género e intenta justificar los brillantes y deslumbrantes números musicales de Chicago (2002) o Nine (2009) como momentos y lugares, que no lagunas, mentales que tienen lugar sólo en la imaginación de los protagonistas, alargando y estirando el metraje de sus películas. Señoras y señores, esto es un musical, y el argumento avanza, no se ralentiza ni se detiene, a través (y gracias) a las canciones. Del mismo modo que nos creemos en un fantástico que de repente aparezca Superman y vuele (aunque la tendencia actual viene a ser la dramatización introspectiva más que la espectacularización de  sus poderosos atributos), aquí los personajes cantan. Así es. Cierto que en algunas ocasiones, la traslación cinematográfica de estos productos resulta algo tediosa, como en el malogrado caso de El fantasma de la ópera (The Phantom of the Opera, Joel Schumacher, 2004). No es el caso que nos ocupa.

A heart full of love… La respetuosa muestra de afecto hacia el material de partida ha sido recibida y compartida por un reparto, en líneas generales, excelente. Como hemos comentado, sobresale por méritos propios una soberbia Anne Hathaway, que confiere a su Fantine toda la dignidad que su personaje merece, dotándolo de cuerpo y alma (y voz), vehiculando la máxima de Victor Hugo que decía “…sufrir merece respeto, someterse es despreciable”. Bravo por Anne, como también por la pareja formada por Amanda Seyfried y Eddie Redmayne, los enamorados Cosette y Marius, hija de la desgraciada Hathaway y estudiante protagonista de lo que se llamó Revolución de Junio, respectivamente. Seyfried, al igual que hizo en Mamma mia! (Phyllida Lloyd, 2008), abandona el almíbar y pusilanimidad con que muchas de sus compañeras teatrales se enfrentan al personaje, dotándolo de la dulzura, candidez e inocencia que requiere, sí, pero aportando además frescura y conocimiento de su capacidad de seducción, ya que es imposible apartar la mirada de su rostro cada vez que aparece en pantalla. Del mismo modo Redmayne llega a la esencia de Marius y, aunque en ocasiones nos parece estar viendo a un personaje demasiado similar al que interpretó en Mi semana con Marilyn (My Week with Marilyn, Simon Curtis, 2011), consigue emocionar con su idealista y enamoradizo personaje, realmente excelente en sus monólogos musicales. Preciosas, potentes y afinadísimas voces las de ambos. Excelentes también los niños Daniel Huttlestone (Gavroche) y Isabelle Allen (infante Cosette), derrochando carisma el primero e hipnotizando con su mirada y expresividad la segunda, que además ha humanizado dotando de carne y hueso la tradicional y emblemática imagen que acompaña al logotipo del musical, ocupando la totalidad de la preciosa fotografía, carátula de la película. Finalmente, destacamos la labor de Hugh Jackman y su Jean Valjean, protagonista absoluto (y casi omnipresente) del largometraje. Dificilísima tarea que el actor logra superar con la fortaleza (física y no) que le caracteriza. Después de su impactante y espectacular prólogo, Jackman parece dudar un poco en la construcción de su personaje, profundizando en él a medida que avanza el largometraje y haciéndolo totalmente suyo en la segunda parte, con un final casi apoteósico, integrando ejemplarmente su voz como un registro interpretativo más al servicio del personaje. Realmente espectacular.

A little fall of rain… No todo es positivo en la versión cinematográfica de Cooper. Russel Crowe no convence ni con su voz ni con su interpretación. Flaquea en sus aportaciones vocales debilitando a su personaje al que, además, dota de una inexpresividad pasmosa que no logramos comprender, negándonos el esperadísimo duelo/dueto Valjean/Javert y, a la vez, Jackman/Crowe que esperábamos presenciar. El realizador no ayuda al fallido coprotagonista, ya que la puesta en escena de sus dos momentos cumbre, Stars y otro del que no desvelaremos el título para no ser agoreros, pierden casi en su totalidad la fuerza que tenían sobre el escenario. Una lástima. Helena Bonham Carter y Sacha Baron Cohen como Madame y Monsieur Thénardier cumplen sin más. La verdad es que sus personajes son de manual y poco más pueden hacer con los graciosillos de la función. Bufones que además parecen siameses a sus respectivos Mrs. Lovett y Mr. Pirelli de Sweeney Todd (Tim Burton, 2007), aunque menos asalvajados. Unas gotas de lluvia, que empañan ligeramente, sin llegar a convertirse en tormenta, el resultado final, ya que del mismo modo que Hooper ha trasladado las virtudes de la pieza original, ha hecho lo mismo con sus defectos, que también los tiene. Quizá los dos principales sean que el libreto esquematiza en exceso la monumental novela de Hugo y que algunos paisajes musicales resultan algo reiterativos, echando un poco de menos algo más de texto dialogado para unir una canción y otra. ¿Quién sabe?

Los Miserables 3

Bring him home… Terminamos sumándonos a la admiración de Hooper por el original teatral, parametrizador o formateador de un género que para un servidor es sin lugar a dudas uno de los mayores canalizadores emocionales llegado el momento de sublimar, experimentar, relativizar y desdramatizar cualquier experiencia acontecida en la vida real (o imaginaria).  Agradecemos la decisión del oscarizado realizador de inmortalizar en la gran pantalla el rostro de Colm Wilkinson, intérprete que estrenó el rol de Valjean en 1985 (aquí como obispo de Digne) así como la asignación de los breves pero icónicos personajes de Éponine y Enjolras a los teatrales Samantha Barks y Aaron Tveit. La primera ofrece una emotivísima On My Own y el segundo aporta el carisma que ya derrochó en Broadway en montajes tan celebrados como Next to Normal (2009) o Catch Me if You Can (2011), retomando el papel que interpretó en la versión cinematográfica Leonardo DiCaprio a las órdenes de Steven Spielberg (2002). Del mismo modo, aplaudimos la profundización en el inicio de la relación de Valjean y Cosette, de niña, añadiendo una nueva canción creada para la película, Suddenly, que encaja a la perfección con el resto de la partitura, así como nuestra asistencia cinematográfica a la construcción de las emblemáticas barricadas (algo imposible en el original), secuencia que junto a la del ataque de la Bastilla demuestra la sabiduría de Hooper para filmar escenas de masas. Momentos sobresalientes de una película en la que destacamos, una vez más, la sensibilidad del realizador, sobretodo en esos primerísimos planos fijos de los rostros de los personajes cuando interpretan sus canciones, momento cumbre el arrebatador I Dreamed a Dream de Anne Hathaway, así como la decisión de filmar en vivo las canciones, captando la voz los intérpretes en riguroso sonido directo.

Aquí va, pues, una película para los que aún creemos en la bondad intrínseca y espontánea (e idealista) de la mayoría de los seres humanos como poderoso antídoto contra el cinismo imperante en la sociedad actual. Hemos destacado varias fechas en la historia de Los miserables, pero sin duda la más esperada la de su estreno cinematográfico, el 25/12/2012. One more dawn, one more day… One day more… Feliz Navidad y, sobretodo, feliz MUSICAL.

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