Los Newton Boys

Atraco al estilo Por Yago Paris

Aunque cada uno de sus planos pretenda esconderlo, a estas alturas resulta innegable calificar a Richard Linklater de autor. Su carrera viene definida por una serie de constantes temáticas y formales, con las que ha armado un discurso que transita las sendas del cine indie estadounidense, ese que no cuenta con grandes presupuestos pero al que nunca le falta de nada en medios de producción. Su cine es, por tanto, un cine de autor, pero del que pasa desapercibido. Su estilo juega a la transparencia de la forma, a la anulación de la autoría. En sus obras más aclamadas –Movida del 76 (Dazed and confused, 1993), la trilogía Antes del… (1995-2013), Boyhood (2014)– se palpa su personal mirada sobre la vida y aquello que decide filmar; en otras, más cercanas al cine comercial entendido como el entretenimiento por encima del propio discurso, su línea expresiva se difumina. Estas cintas, probables encargos, atienden más al deseo de narrar una historia en concreto que a experimentar con las formas y las obsesiones del autor. Los Newton Boys es una de esas rarezas de la filmografía de Richard Linklater, un desvío en el camino en dirección al cine de estudio, que bien podría entenderse, en su caso, como una experimentación, por suponer el abandono del cine de autor de la calle, de las historias pequeñitas, del sosiego de la vida. A fin de cuentas, un desvío de su zona de confort.

Dentro del cine actual, siempre resulta paradigmático el ejemplo de David Fincher como ese director capaz de vivir en el mainstream y a la vez ser un autor perfectamente reconocible, con un legado mucho más definido y compacto que muchos de sus compañeros de la otra acera de la producción cinematográfica, la del cine de autor que tontea con el experimental. Richard Linklater no pertenece a este segundo grupo; su cine está lejos de la pretensión necesaria para tales fines. Sus obras no tocan ninguno de estos dos extremos, pero, como ya se ha dicho, se identifican sin problemas con el cine independiente estadounidense, y son estos escarceos comerciales los que podrían aproximar a este autor al modelo Fincher. Desgraciadamente para el realizador texano, este no tiene la capacidad del responsable de El club de la lucha (Fight Club, 1999) para llevar a buen puerto su discurso cuando se sumerge en las estrictas imposiciones de las grandes productoras, probable motivo por el que la película a analizar haya sido un fracaso, especialmente de público.

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Los Newton Boys es una película de estudio de las de manual. El uso de los decorados y el plató es extensivo, los actores son un elenco de caras conocidas –en su momento, jóvenes promesas–, el guion aplasta a la forma hasta poner en duda la autoría de su responsable, y se aborda un género tan popular, tan mayoritario, como es el Western, en clave de atracos de bancos en ya pleno siglo XX y sus “locos años veinte”. En ella, todo se adecúa a las imposiciones de estudio, todo es como debe ser, y, sin embargo, en su núcleo hay algo que la aleja del triunfo. Rodada con soltura y con planos eficaces, todo en ella alude más a la artesanía, a la fórmula resultona pero imitativa. Este acercamiento de Linklater a los estándares pierde por el camino su particular visión del mundo. Una pérdida que no es total, pero que desangra el proyecto hasta el paro cardíaco.

Perlas rescatables de sus esencias pueden ser, por un lado, ese interés por ahondar en el pasado, aunque en este caso no se trata de su pasado, pues el relato se ambienta en una época que el propio director no ha vivido. Por otro lado, destaca el uso recurrente de encuadres en el que los cuatro hermanos comparten el mismo plano, lo que enfatiza la idea central de la película, que es la de la unidad de esta familia –idea que, por otra parte, no se investiga más allá del lugar común superficial–. Y, especialmente tratándose de una película con tantos elementos de acción, quizás lo más interesante sea ese interés por quitarle trascendencia a todo. A pesar del número de atracos que presenta la obra, todos son filmados con un estilo anticlimático, a lo que se suma un tono que se mueve entre el drama y la comedia sin meter los pies en ninguno de los dos fangos. Como es habitual en su cine, nada es profundamente dramático ni cómico; la felicidad nunca es plena ni la tristeza es un mar de lágrimas. Su cine capta la vida tal y como es, o tal y como Linklater la siente, y esto es así por la defensa que siempre ha hecho de que no hay nada más climático que los detalles, los matices, de la anticlimática vida que vivimos.

 Los Newton Boys Richard Linklater

Otro de los motivos de que Los Newton Boys sea una película fallida es su guion. Cuando el fondo aplasta a la forma, el resultado suele ser pobre. Cuando el máximo interés está en la trama, pocos alicientes quedan más allá de descubrir el resultado final. Sin que esta película sea ni lo uno ni lo otro, es cierto que hay mucho de ambas situaciones. A esta cinta le pesa el guion, por tosco, por excesivamente largo y por innecesariamente presente. Si de lo que esta obra realmente quiere hablar es de la relación de estos hermanos sureños en un ambiente de pobreza y escasas perspectivas de futuro, resulta poco explicable, a priori, todo el armazón de trama que se genera a su alrededor. Esto probablemente sea así por una serie de estándares, de leyes no escritas pero inquebrantables: las del guion clásico de cine. Una situación que encuentra su cumbre del desinterés en la subtrama romántica, casi siempre lo menos interesante de la película y en este caso directamente prescindible, pues funciona casi como un ente autónomo y que poco tiene que ver con el grueso del relato.

Pero lo que más se echa en falta en este proyecto es la carencia de uno de los símbolos más disfrutables del cine de Richard Linklater: la facilidad para desarmar a sus personajes, para acercarse a los mismos sin violar su intimidad, para hacer que parezca totalmente natural descubrir, en cuatro trazos, infinidad de matices sobre sus personalidades. Nada de esto aparece en esta película, que, lastrada por todo lo mencionado anteriormente, no pasa del arquetipo plano en cada uno de sus protagonistas: el carismático, el bromista, el buenazo y el bruto –como si de un involuntario grupo de payasos se tratara–. Demasiadas taras para un proyecto afincado en el cine comercial de buena mano pero escaso interés. Sin desentonar en ningún momento, quizás su mayor problema sea, eso, que no desentona. Hay una sensación de freno de mano puesto, de excesivo control de las diferentes escenas. Todo está tan pensado para funcionar que, evidentemente, no lo hace. Los Newton Boys está lejos de ser una película mala, pero es incluso peor que eso: es una película prescindible.

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