Los sonámbulos

Lo primero es la familia Por Matias Colantti

Paula Hernández es la responsable de una obra que aplica una mirada profunda a las relaciones vinculares de la familia, pero poniendo el ojo en una perspectiva particular: la circulación del poder entre sus miembros y las opresiones como consecuencia de las asimetrías.

La quinta película de Hernández viene siendo protagonista en varios festivales donde participó en las secciones competitivas de Mar del Plata (sección oficial), San Sebastián (Horizontes Latinos) y Toronto (Platform). Además que en la 41º edición del Festival de La Habana se coronó con una triple premiación: Mejor película, guión y actuación (por supuesto en el papel interpretado por Érica Rivas). 

Los sonámbulos

Una familia se reúne en la víspera de fin de año en la casa de verano donde suelen ir anualmente. La anfitriona es Meme que recibe a sus tres hijos con sus respectivas familias: Emilio (Luis Ziembrowski) junto a su esposa Luisa (Erica Rivas) y su hija adolescente Ana (Ornela D’Elia); Sergio (Daniel Hendler) con sus tres hijos varones e Inés (Valeria Lois) con un bebé de pocos meses. A través de la composición jerárquica familiar, que pone a Meme como madre y abuela (o naturalmente como una matriarca), se comienza a tejer la disposición de un drama familiar que expone varios tópicos reflexivos. La elección de un contexto de estas características recupera algunas referencias de La ciénaga (Lucrecia Martel, 2001) donde también en un fin de semana de verano los personajes de una familia empiezan a develar tensiones ocultas por un desgaste que lleva bastante tiempo.

La cita anual de la familia no parece tener el esplendor de otros momentos, principalmente por la crisis de pareja levemente perceptible que lleva la protagonista Luisa con su pareja (Emilio), sumadas a algunas preocupaciones vinculadas a los cambios propios de la adolescencia que empieza a experimentar Ana. En ese marco, Luisa parece que tiene el arduo desafío de sobrellevar la estadía con el deseo de estar en otro lado. 

Así es que la directora argentina va explorando algunos microclimas de esta particular familia, que reúne ciertas prácticas tradicionales como juegos de literatura, regalos con cánticos y hasta una fogata nocturna que solo les pertenece a los jóvenes. Pero más allá de estas pequeñas costumbres, lo importante es cómo se expone el poder en cada uno de esos espacios y así narrar uno de los puntos clave de su relato: el peso dominante de los hombres de la familia y la natural asimetría de poder que tensa los vínculos con las mujeres, especialmente con Luisa. 

Los sonámbulos

La película lentamente va construyendo un ambiente denso y asfixiante que se incrementa por estas pequeñas opresiones que se van ejerciendo, pero que no se ejercen como fuertes impactos, sino que van fracturando y desgastando las relaciones hasta un punto de no retorno: así sucede con Luisa, que permanentemente tiene que lidiar con comentarios conservadores y desagradables de su marido, además de las decisiones que pretende tomar sin la búsqueda de un consenso o discusión previa con ella. Hasta incluso debe confrontar con el peso insoportable de recibir juicios de su pareja por el deseo que tiene de cambiar el rumbo de su carrera profesional.

Otro punto importante en esta aproximación a las tramas de poder intrínsecas de los vínculos, es que las opresiones no solo se exponen de una persona a otra (como el caso de Emilio a Luisa), sino que se van tejiendo alianzas (¿involuntarias?) que van estructurando una defensa sutil a los comportamientos masculinos casi como si tuvieran un manto de protección invisible. Considero que Paula Hernández logra con mucha seriedad e ingenio reflexionar sobre este tema, poniendo la cámara en los lugares cotidianos y las charlas superficiales de los terrenos familiares. 

De ese mismo modo no solo refleja las tensiones que circulan en el mundo adulto, sino que se asoma al mundillo de los jóvenes que también conviven en esta enredada burbuja de tensiones familiares. Allí nuestra protagonista es Ana, que está en pleno despertar sexual y está encarando la transición entre las prácticas infantiles y adolescentes sin comprender del todo cómo funcionan las relaciones complejas del entorno adulto pero cuestionando muchas de sus acciones. La relación que tiene Ana con su primo es el punto principal de la trama vinculada al desenvolvimiento de estas opresiones, pero retratadas de una forma más ligera y hasta con una virtuosa manera de mostrar los vínculos adolescentes con variados elementos propios de una estética cool y millenial

Los sonámbulos

Algo que también destaco del film, es su recorrido por la incesante tensión sexual que experimentan los personajes y que considero que también funciona como un vector que vehiculiza estas prácticas de violencia “invisible” que se sienten en cada escena. En todos estos puntos destaco el trabajo impecable de Érica Rivas, que una vez más demuestra su enorme versatilidad para múltiples interpretaciones y en esta película demuestra una solvencia muy marcada, principalmente para los momentos más dramáticos y de situación límite.  

En este filme la sensación predominante es la de un agobio permanente que se lleva puesto las voluntades y deseos de algunos miembros de la familia, dejando entrever la posibilidad de invitarnos a repensar ciertos modelos establecidos en la dinámica de cualquier familia. Finalmente, Los sonámbulos es un relato profundo y sórdido que es de lo más destacado del cine independiente o de autor del 2019 (a nivel nacional), pero que sobre todo es una obra muy valiosa porque asume el desafío de exhibir los terrenos familiares y como el peso opresivo del poder que allí circula construye espacios peligrosos, violentos y oscuros.

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Comentarios sobre este artículo

  1. Membrillo dice:

    Que necesarias son estás miradas en el cine! Necesitaba hacer esta catarsis. Gracias por darmelo en forma de arte. Me siento menos sola.

  2. Paola dice:

    Cuando la vi, no pude dejar de sorprenderme por la crudeza con la que me enfrente al recordar lo naturalizado que muchxs tenemos estas «cuestiones familiares». Llevándonos de manera perversa y silenciosa, a convertirnos en Ana, Luisa, Sergio, Emilio, Ines, con un poco dolor, debo admitir que de Meme , algo también tenemos.
    Particularmente , seguir en la lucha contra estos modelos familiares que como bien indicas nos lleva a espacios peligrosos, violentos y oscuros.
    Lo de Paula Hernandez es realmente admirable, cuenta una historia, lamentablemente, por demás «común», con todos los tintes y detalles, de estas situaciones familiares, abriendo un panorama rico de análisis a las subjetividades.
    Sobre las actuaciones me costaría ser objetiva y siento no estar a la altura de las circunstancias ya que la mayoría me ofrecieron la calidad con las que los e visto en otros trabajos.
    Una opinión de «color», es la incorporación de la música de Wos, a quien por una cuestión generacional descubro hace poco y ademas de invitarme a seguir conociendo lo que hace, refleja la lucha por los sueños sin importar estilo musical, edad, genero, espacio geográfico, etc… Y es , personalmente, muy satisfactorio.
    Gracias Mati por tu comentario sobre esta obra , claro y preciso, es lo que necesito para incorporar a mis intereses filmografico.

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