Mad Men

Los locos años sesenta Por Samuel Sebastian

Lo que tú llamas amor fue inventado por alguien como yo para vender medias de nailon.Don Draper en Mad Men

Mad Men: La nostalgia y el espejo

Uno de los retos a los que se enfrenta cualquier creador de series es el de crear un universo propio, un espacio en el que el mundo de la ficción pueda no solo desarrollarse, sino expandirse, hacerse poco a poco más compleja y, sobre todo, que pueda soportar los diferentes giros de la trama sin resentirse, al contrario, que las novedades enriquezcan lo ya existente sin caer en una falta de credibilidad ni de interés. De entre los mejores universos recientes construidos para una teleserie se puede destacar la Nueva Orleans de Treme (2010- ) o la ciudad de Baltimore recreada en The Wire (The Wire, 2002 – 2008), no casualmente ambas series tienen detrás al mismo creador, David Simon. Treme y The Wire son series en la cual el universo recreado trasciende a los personajes, lo cual les dota de una gran verosimilitud y hace que las tramas se vean con interés porque los giros argumentales se van abriendo por caminos inesperados. La distribución por barrios dentro de las ciudades permite una identificación más verosímil de cada personaje a través de su forma de hablar, de gesticular, de vestir, etcétera. Los barrios altos WASP de Nueva Orleans en Treme no tienen nada que ver con los barrios bajos del lumpen negro y muchas veces la interacción entre los personajes de lugares opuestos se hace difícil y a veces violenta. Además, todo se complica cuando llegan los turistas de otros lugares deseosos de contemplar esa mezcla de pasión musical que se respira en la ciudad  junto con el morbo de ver los destrozos del huracán Katrina. Ni Treme ni The Wire miran de manera condescendiente a las ciudades de las que se sirven como escenario, al contrario, extraen con precisión quirúrgica los elementos más importantes y los sirven mediante una apasionante trama de ficción.

Treme

Treme

Un elemento de complejidad mayor aún sucede cuando la serie se refiere a un periodo histórico determinado, en particular si este es reciente. El punto de vista adquiere un sentido completamente diferente, porque a la hora de elaborar la trama y las relaciones entre los personajes, los creadores deberán determinar cuál será el papel que jugará el paso del tiempo para los espectadores actuales. Una de las primeras series que primero se planteó esta relación entre el presente de la audiencia y el pasado de la ficción fue Aquellos maravillosos años (The Wonder Years, 1988 – 1993) creada por Carol Black y Neal Marlens. Fue una serie apreciable, muy imitada posteriormente, en la que una persona adulta, de la cual nunca vemos su rostro, recuerda los pasajes más relevantes de su adolescencia hasta el momento en que da el paso hacia la vida adulta, cerrando la serie con una frase reveladora: Growing up happens in a heartbeat. Así, la narración se desarrolla de forma realista en la que cada temporada se corresponde con un año en la ficción pero, lo que más nos interesa, plantea dos maneras de enfocar el pasado en una serie de ficción, mediante la nostalgia o mediante el espejo.

Una de las imitaciones más burdas de Aquellos maravillosos años es Cuéntame cómo pasó (2001 -) creada por Miguel ángel Bernardeau, una serie española que repite el exitoso esquema de la americana pero con una importante variación: en Cuéntame… no es tan importante la confrontación de la audiencia frente al pasado reciente, ya que el espejo en el que se mire la audiencia puede llegar a resultar aterrador, sino que lo que prima es la nostalgia, el sentimentalismo, la emoción de segunda mano. Mirarse en el espejo del pasado requiere una gran valentía ya que muchas veces podemos encontrar cosas vergonzantes, que nos harían bajar la cabeza y mirar hacia otro lado o, lo que es peor, cambiar de canal y Cuéntame cómo pasó se siente cómoda en esta mirada complaciente al Parnaso feliz y, por extensión, también los millones de espectadores que la siguen temporada tras temporada. Por el contrario, no resulta tan agradable comprobar que no hace tantos años el alcohol y el tabaco eran símbolos de prestigio social, las mujeres eran valoradas laboralmente por sus encantos y no por su eficacia y solo podían aspirar a puestos restringidos como el de secretaria o incluso que las personas de raza negra eran relegadas a los puestos de más baja cualificación laboral y eran menospreciadas públicamente incluso por gente que se hacía llamar «progresista». Este es un espejo en el que nunca desearíamos mirarnos, porque sabemos que muchos de estos comportamientos subyacen aún hoy en nuestra sociedad. Y por eso Mad Men creada por Matthew Weiner, posee tanto valor, porque se enfrenta a temas a los que nunca se han enfrentado otras series.

The_Wonder_Years

Aquellos maravillosos años

El universo de Mad Men, en principio resulta muy restringido ya que se refiere a un grupo de personas que trabajan en un ámbito muy especializado (una agencia de publicidad) en un momento concreto del tiempo, a principios de los sesenta. Lo fascinante es observar cómo van creciendo y desarrollándose los personajes–arquetipos de la serie.

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Mad Men: El hombre sin pasado, la mujer de carácter y muchos otros más

Ninguno de los personajes resulta extraño en la trama de Mad Men, al contrario, todos parten de arquetipos fácilmente reconocibles y, por encima de todos ellos, sobresale un hombre sin pasado, un personaje más propio de un western que de una teleserie urbana, un ejecutivo admirado en su trabajo pero al mismo tiempo con una vertiente oscura que aflora intermitentemente en cada capítulo. En torno a Donald Draper (John Hamm) giran la mayor parte de tramas de las primeras temporadas de Mad Men. Él es el mago que se inventa la mejor idea publicitaria en el último momento, el que mejor sabe analizar los comportamientos sociales a la hora de definir las conductas de los consumidores y, sobre todo, la persona que tiene la habilidad de engatusar a quines le rodean para conseguir sus propios fines. Pero el adulador y manipulador Draper tiene una parte oscura que va desvelándose a medida de que se desarrolla la serie aunque sin llegar a mostrarse del todo: Su enigmático pasado nos muestra que es una persona viviendo en la piel de otra, su apariencia de hombre estable en realidad se desmorona en sus momentos de soledad y, sobre todo, su enfebrecido deseo de posesión sexual sin límites no parece obedecer a una razón fisiológica sino a otra razón más oculta que no se nos quiere explicar.

El álter ego de Draper es una joven que comienza como secretaria suya que, poco a poco, muestra cómo su talento va más allá de un empleo «solo para mujeres»: Peggy Olson (Elisabeth Moss). La ascensión de Olson, apadrinada por Draper, refleja bien el cambio social que se iniciaba en los sesenta. La mujer se reivindica a sí misma por su trabajo y no por su apariencia y comienza a romper las fronteras laborales y creativas que hasta entonces le oprimían. Olson y Draper componen un extraño dúo: a ambos les cuesta encarrilar su vida privada y sin embargo son los mejores en su trabajo. Su devoción por el mundo de la publicidad va parejo a sus desajustes afectivos. Olson necesita ser deseada en sus ratos libres, a veces de forma precaria y furtiva y, al igual que Draper, también necesita huir de sí misma, unos aspectos que matizan de forma interesante su personaje pero que han desaparecido en las últimas temporadas.

Mad Men

La antagonista de Peggy Olson es Joan Holloway (Christina Hendricks), la jefa de secretarias, que no solo no esconde sus encantos femeninos sino que los potencia para conseguir lo que desea, exactamente al contrario de Olson. Y, de esta manera, se van construyendo todos los personajes principales de la trama: Pete Cambpell (Vincent Kartheiser) es una parodia de Draper, un joven mediocre pero con cierto talento para las finanzas que aspira a hacer realidad sus fantasías aunque de forma más bien chapucera; los propietarios de la agencia original de publicidad son Sterling y Cooper, dos personas mayores que muestran dos modos opuestos de afrontar la vejez, el primero de forma despreocupada y sarcástica, como un play boy, mientras que el segundo, de tendencia conservadora, se limita a controlar las finanzas de la agencia… y así se va entretejiendo una sólida red de personajes que mantienen en todo momento una gran coherencia y, además, reflejan los vicios y la virtudes de toda una época.

La visión de los años sesenta de Mad Men no es en absoluto complaciente. El alcoholismo, el machismo, el racismo, la homofobia, la adición al tabaco, la represión sexual conviven con la incipiente generación beat (no en vano, uno de los personajes de las primeras temporadas se llama Sal, como el protagonista de On the Road), la cultura pop, los primeros mass media y los fenómenos de masas como The Beatles. De esta manera, todos los protagonistas, con sus diferentes matices, son exactamente hijos de su época sin que hayan sido edulcorados de ninguna manera. Por ejemplo, la sensibilidad de Draper para la publicidad contrasta con la despectiva manera que tiene de tratar a los negros y a las mujeres; Joan Holloway no duda en más de una ocasión en acostarse con otros hombres por un puro interés económico ya que sabe que si no es de esta manera, nunca conseguirá mejorar su situación económica y social… y tal vez algunos de estos comportamientos no hayan cambiado tanto hoy en día.

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Junto a un muy buen planteamiento de personajes, la serie destaca por su inteligente puesta en escena y la agilidad de sus diálogos.

Localizada prácticamente toda en interiores, Mad Men conjuga con habilidad comedia, drama, reflexión social y política y, sobre todo, ofrece momentos apasionantes que trascienden más allá de la palabras.

Como el momento en el que Donald Draper explica la función del cargador de diapositivas redondo, probablemente el mejor momento de toda la serie.

Mad Men: El universo agotado

Las teorías sobre el final del universo son varias, pero pueden resumirse  en dos principalmente: el Big Crunch y el Big Freeze. El Big Crunch (Gran Crujido) se refiere a que el universo, en un momento dado, alcanzará su máximo de expansión y después comenzará a contraerse de manera cada vez más rápida, provocando que el calor aumente progresivamente hasta convertirse en un punto de luz enormemente caliente que podría estallar generando un nuevo Big Bang, llamado Gran Rebote. Este es el final ambicionado por todas las series, un final en el que el universo que se ha ido expandiendo durante varias temporadas, de pronto comience a encogerse a gran velocidad al tiempo que aumenta el calor y la densidad de la trama hasta generar una explosión final. No nos engañemos, era el deseo de los creadores de Perdidos (Lost, 2004 – 2010) o House (2004 – 2012), entre muchas otras, y que resultaron indiscutiblemente fallidos. Porque la sensación que suelen provocar la mayoría de series, cuando se extienden más de lo debido, es la de un Big Freeze (Gran Frío). Según esta hipótesis del final del universo, este se expandirá indefinidamente, enfriándose de manera progresiva y haciendo que los astros se aíslen cada vez más hasta que se descomponga la materia. Esta es exactamente la sensación que causan los finales de la mayor parte de las series, cuyos universos se extienden sin freno ante la indiferencia de la audiencia, más ansiosa de ver el final que de disfrutar del camino. Y es también lo que le ha sucedido a Mad Men a partir de del final de la cuarta temporada, cuando Donald Draper inicia una nueva vida con la actriz Megan Calvet (Jessica Paré). Los cimientos de la serie entonces comenzaron a temblar y, provocando un efecto dominó, todos los personajes se resintieron por la pérdida del eje estructural de toda la construcción. Las nuevas situaciones carecían de la fuerza de las originales y, cuando se repetían esquemas anteriores, todo parecía demasiado forzado, con una permanente sensación de déjà vu en la cual los personajes parecen atrapados una y otra vez en las mismas situaciones sin que exista un vía de escape, aislándose entre ellos, enfriando sus relaciones, descomponiéndose progresivamente. El final frío de Mad Men se extiende desde el final de la cuarta temporada hasta la actual, la sexta, y no parece tener visos de cambiar. En estas situaciones, las televisiones suelen tomarse un tiempo para reflexionar en torno a la nueva orientación de la serie y así recuperar tanto la calidad de la misma como la audiencia perdida. Curiosamente, este parón ya se produjo entre la cuarta y la quinta temporada (pasaron casi dos años) y la serie en lugar de mejorar, empeoró.

Resulta doloroso ver cómo una serie cuyas primeras temporadas sin duda se encontrarían entre las mejores de toda la historia de la televisión, termina arrastrándose de forma patética hacia su final bajo la mirada cansada de sus espectadores. La mesura en una teleserie es uno de los factores importantes y siempre es mejor un final en punto álgido que en un punto bajo. Los seguidores de Mad Men, no obstante, la continuamos viendo como un acto de fe, con la vana esperanza de recuperar aquellas emociones que nos despertaron las primeras temporadas.

Mad Men 3

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Comentarios sobre este artículo

  1. Fernanda dice:

    ¡Una serie que considero que en la parte de argumento y diseño de arte siempre está muy completa e intrigante, ahora ya solo queda ver el desarrollo total de Mad Men última temporada para poder opinar del resultado final de la serie!

  2. Sofia Martínez dice:

    Mad Men es para mí una excelente serie que se distingue por ser una historia de época en la que me permito decir fue ambientada de una forma estupenda. La he disfrutado mucho pero es una lástima que ya se vaya a terminar sin embargo me gusta que la útilma temporada la dividan en dos partes a así el público se irá resignando a que terminará definitivamente.

  3. Sofia Martínez dice:

    La intensa historia que Treme nos cuenta es de verdad digna de ver, creo que el desarrollo de la trama estuvo muy bien planteado. Además las música es exquisita le da un toque especial a la serie. No se la pierdan es grandiosa.

  4. Lu dice:

    Una serie que se enfrenta a temas inteligentes, con extremo cuidado en el argumento y el diseño en arte sin duda la temporada de Mad Men 6 seguirá mostrando giros en la historia y nos sorprenderá con el guión. Es de mis favoritas.

  5. De nuevo una lucida refexión, esta vez sobre Mad Men.
    No estoy de acuerdo con lo que dices del descenso de calidad e interés a partir de la cuarta temporada.
    Como curiosidad apuntaré que el compositor José Nieto comentaba que Mad Men más que una serie es como un largometraje de 40 horas.

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