Magical Girl

Instinto y técnica Por Manu Argüelles

Suele pasar en la música y también en el cine. Después de un primer disco en el que un grupo nuevo llama la atención, donde realmente se la juegan es en el siguiente. Ese es el decisivo. He pensado en ello al leer a Pedro Almodóvar su comentario sobre Magical Girl, la que fue la ganadora de la Concha de Oro y Concha de Plata al mejor director. No entraremos a valorar en detalle los premios pero que uno de los dos le hubiese pertenecido a Mia Hansen-Løve y/o Eden (2014) también es cierto. Según nuestro punto de vista, y en función de lo que vimos de la Sección Oficial, ambas fueron las dos películas más destacables de la competición a concurso.

En lo que respecta a Carlos Vermut, a pesar de la distribución subterránea de la película (se vio en Filmin’ pero entonces no tenía la presencia de ahora), Diamond Flash tuvo su parcela de reconocimiento. De hecho, tuvo su apogeo en twitter, donde la sobreexposición a la que sometieron la película, no sus responsables sino su círculo de amigos dentro del cine y de la prensa cinematográfica, generó en muchas ocasiones el efecto contrario, que muchos que se mueven dentro del circuito cinéfilo la rechazasen. En aquel entonces frecuentaba con más asiduidad la plataforma de microblogging y recuerdo que fue bastante insistente. A mí su película debut me dejó cara de póker. Podía detectar ciertos hallazgos pero no lo suficiente para que me sumase a la ola de entusiasmo. Así pues, ante Magical Girl previamente debía limpiar la mente. Y lo que no me convencía en Diamond Flash sí que me ha resultado satisfactorio en esta ocasión. Es de agradecer que haya proseguido en una línea de continuidad respecto a aquella, porque ahora mejora notablemente las indagaciones anteriores, confirma un estilo personal, y ha sabido dotarle de más cuerpo y consistencia, paliando también la sensación de película deshilachada y errática que me parecía transmitir con la anterior. Aunque yo no sea un obseso del guión literario y de la construcción narrativa del relato, en muchas ocasiones es lo que menos me importa de un film, conviene precisar que una de las grandes virtudes de Magical Girl es justamente que cuenta con un guión muy bien armado y que funciona como un preciso mecanismo de relojería. De hecho, la imagen del puzzle, aquel que forma el personaje de Jose Sacristán en su autoexilio, responde perfectamente a la constitución del aparato narrativo. Se vigoriza el relato de historias cruzadas, uno de los favoritos de los años noventa, que encuentra en nuestros tiempos un nuevo auge, en cuanto el desmembramiento de los elementos argumentales a través de microhistorias entrelazadas entre sí en un continuum narrativo conecta con el acceso a los contenidos en una vida cotidiana totalmente mediada por internet. La estructura prácticamente episódica y radial de Diamond Flash se mantiene pero se conjuga con mucha más sabiduría, resultan mejor propulsadas las líneas de fuga, ahora sí que generan inquietud -algo que ya se buscaba en Diamond Flash y allí provocaban indiferencia-, y, en resumen, todo resulta muy bien orquestado.

Además, ahora con Magical Girl, en esta forma de armar el argumento visibiliza también su propio mecanismo al espectador, de tal manera que lo hace más partícipe de los acontecimientos, aunque sabe mantener su ventaja frente a él como demiurgo (maquiavélico).En consecuencia, Carlos Vermut sabe guardarse ases en la chistera que no resultan trampas o atajos fáciles, sino que son brillantes golpes de efecto que resultan sorpresivos para el espectador.

Magical Girl 2

En esta ocasión, Carlos Vermut ha sabido conjugar mejor el hermetismo y el criticismo dado que ha decidido canalizarlo a través de lo formal y de la arquitectura de una puesta en escena sobria y minimalista, casi despojada y muy directa, algo ya existente en Diamond Flash y que le da un sello personal. Pero desde este vaciado y ascetismo consigue que sea a la vez densa, en cuanto la carga de desasosiego en la forma muy particular en la que hace vehicular los diálogos de los personajes y en la manera en la que interaccionan entre sí. No llega a una sequedad rotunda porque siempre anida en ella un calor extraño, acolchado por las gotas de humor ácido que va distribuyendo de forma muy ingeniosa, pero sí que hay algo inherente de comportamiento desencajado, especialmente notorio en una muy penetrante Bárbara Lennie desde un hieratismo de esfinge. Es decir, las dinámicas entre los personajes no están naturalizadas pero tampoco llevan consigo un excesivo acento artificioso. Prolonga los silencios intersticiales entre réplica y contrarréplica, por ejemplo en el episodio entre padre e hija, y, en síntesis, afina los aspectos climáticos enrarecidos. Sigue apostando por la apertura de lo narrativo, esa pieza faltante del puzzle de Jose Sacristán como símbolo, dado que no dispondremos de toda la información necesaria para comprender todo el complejo que se arma, pero sí que esta vez le da un sentido unitario visible a todo el engranaje. Clarifica también sus elementos discursivos ya que los sintetiza en un enunciado de uno de los personajes, el enigmático cliente del personaje de Bárbara Lennie en su apreciación de nuestro país, cuando afirma que no tenemos claro si somos un país emocional o racional y en su equiparación con las corridas de toros que nos representa como una sociedad que se mueve en permanente conflicto entre el instinto y la técnica. Porque, como veremos, Magical Girl se mueve entre estos dos frentes.

Magical Girl 3

Ya saben, el infierno está empedrado con buenas intenciones. Justamente las del padre que quiere cumplir uno de los deseos de su hija enferma de leucemia: conseguir el vestido del anime Magical Girl, aunque eso supone un precio desorbitante que él, profesor en paro, no puede asumir. Entra en juego Maquiavelo, ¿son válidos todos los medios para llegar al fin? Magical Girl, sin perder la cercanía con sus personajes lo plantea, aunque también hay cierto tratamiento implacable, muy similar al que cumplían los dioses en la mitología griega, aquí el creador de la ficción. Es muy probable que el fime, en su imbricada red en la que teje a los personajes, sepa transmitir muy bien la crisis de valores que ha llevado consigo esta era de recesión económica. Que los dos personajes maduros -el segundo un José Sacristán en estupenda racha actoral-, sean profesores en paro ya da un claro síntoma. Pero el retorcido planteamiento de Magical Girl radica justamente en poner en entredicho los fundamentos de la ética y de la moral. De esta manera lo que puede ser una buena acción fácilmente puede convertirse en su reverso negativo y viceversa, algo depositado en los personajes de mayor edad, que son los que toman la acción. Los personajes femeninos, tanto la niña como el encarnado por Bárbara Lennie, son figuras dependientes y quebradizas, marcadas por un fatum que yergue sobre ellas y que otorga un fatalismo inherente a la película. Ellas desencadenan la acción y a su vez, involuntariamente, son impulsoras de la emergencia del mal, porque la ficción juega muy sabiamente con lo esotérico de la predestinación (el caso de Jose Sacristán) y el azar, la forma en la que se van encontrando los personajes. Un azar entendido como accidente en su sentido más filosófico porque la contingencia incontrolable al hombre que provoca que los hechos y los encuentros se produzcan, lleva consigo unos cambios profundos en los personajes, naufragados en esa dialéctica entre instinto y técnica. El azar es como la gasolina de las reacciones en cadena que se van sucediendo, pero lleva implícita una carga negativa, la que constantemente está impregnada en el film a través de lo formal, que alerta sobre lo extraño. Así pues, el retorcimiento de lo moral nace en el punto en el que el hombre con su obsesión sobre la mujer -ellos siempre aparecen figurados así, incluido el marido de Bárbara Lennie-, refleja una falta de control de su instinto. Así pues, en Magical Girl la perdición del cine negro, la fijación del hombre como senda ineludible que desemboca hacia lo trágico, se escribe de forma muy particular dentro de los parámetros del cine que se realiza aquí, algo a destacar frente a la reproducción mimética de los códigos del género de La isla mínima. Porque no podemos obviar el estupendo sentido del humor que deja traslucir Carlos Vermut, cuando toca con eficiencia los timbres tanto de la comicidad sarcástica como de un impactante humor negro, en el que no faltan punzadas a nuestra realidad sociocultural. Y todo ello sin desvirtuar un ápice la propuesta. Por tanto, podemos celebrar Magical Girl como la confirmación de aquello positivo que Diamond Flash nos hizo advertir.

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Comentarios sobre este artículo

  1. Óscar dice:

    En ese equilibrio entre la técnica y el instinto esta reseña se inclina claramente hacia la primera, en cuanto al instinto de espectador reconozco un gran desasosiego tras su visionado.

  2. Gordons dice:

    La película es un bodrio, todas las decisiones que toman TODOS los personajes son rigurosamente estúpidas y nihilistas, -esto por supuesto descoloca totalmente al espectador medio y complace al espectador pedante que ama ir de profundo y de erudito- Me apunto el nombre del director para esquivarlo desde ahora.

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