Main dans la main

Fin del hechizo Por Belén Sagredo

Algunas parejas simplemente no se pueden romper.

Constance en Main dans la main, Valérie Donzelli, 2013.

Dos desconocidos. Un seductor cuarto rojo. Y un beso. Uno que, como tantos otros, lo cambia todo. El cuento de hadas se invierte: el final es aquí el principio y el beso no rompe el hechizo, lo origina.

10 minutos (exactos) es lo que tarda Valérie Donzelli en poner sus cartas sobre la mesa y en presentar, a ritmo de la setentera “Electricity” (OMD, 1979), a los personajes de su nueva fábula. Jojo (JérémieElkaïm): hombre pobre, joven, sexy, cristalero y amante del baile, conoce a Hélène (Valérie Lemercier): mujer rica, cuarentona, seductora y profesora de ballet en la Ópera de París. Le besa y a partir de ahí ambos, víctimas de un extraño conjuro, se convierten en uno solo. En un cuerpo único e indisoluble en el que ya no son sin el otro.

Comienza así una historia de amor, opresión, necesidad, pero sobre todo de búsqueda: de esa otra persona que está o ha de estar junto a ti y de uno mismo a través de ésta.

Tras la sobrecogedora, sincera y emotiva Declaración de guerra (La guerre est déclarée, 2011) Donzelli rebaja la profundidad de su propuesta y nos ofrece con Main dans la main un inspirador aunque tramposo cuento romántico que ahonda en las relaciones de pareja y en su naturaleza, así como en la necesidad vital de generar vínculos afectivos.

¿Son estos fruto de una decisión libre, reflexiva y madura o están sujetos a la autocoacción física y emocional que nos exige poseerlos?. Jojo y Hélène no se pueden separar. No lo han elegido, sus mundos son diametralmente opuestos, no se encuentran, no se aman, pero simplemente no pueden separase. Y cuando descubren que la mímesis desaparece por la noche ninguno de los dos logra o desea liberarse del otro, ninguno quiere romper esas cadenas que como oportunamente dicen en la película: “Todos arrastramos, pero cuyo tintineo es agradable”.

El síndrome de Estocolmo aplicado al terreno amoroso, el temor a la soledad y la eterna disyuntiva entre liberarnos de nuestras ataduras emocionales, de decidir despojarnos de una relación avasalladora y coercitiva o mantenernos en el espacio de seguridad que ésta nos ofrece.

Ésta, la reflexión sobre el verdadero amor, ése capaz de mantenernos en movimiento, de hacernos sentir vivos, de ponernos frente al espejo de nosotros mismos, de nuestras expectativas y nuestras ilusiones, y la reflexión sobre las relaciones de pareja que, no por manida y mil veces contada, resulta a priori menos interesante, son la materia con la que Donzelli construye su relato.

El problema reside en que ella, tanto como ese personaje molesto, infantil y controlador que interpreta (el de la hermana de Jojo con quien él mantiene una extraña, asfixiante y por momentos cuasi incestuosa relación fraternal habida cuenta de su propia relación personal fuera de la pantalla) no cree en eso nuevo que surge entre sus personajes protagonistas. Es más, por momentos hasta parece sentirse molesta, incrédula y escéptica ante esta incipiente historia de amor. Y esta indiferencia se transmite al espectador.

Main dans la main 2

Es desde ese descreimiento desde el que Donzelli trata de llevarnos a su terreno o, más bien, al terreno de la historia que quiere contar y que se ensimisma en su personaje protagonista (sin duda lo mejor de la cinta1) casi tanto como en su propio universo simbólico y en esos logros formales y esa valentía estética con la que nos había sorprendido en sus anteriores películas.

La pirotecnia visual, la ecléctica selección musical, esa narración múltiple deudora de los autores de la Nouvelle Vague que en un momento comparten los cuatro protagonistas, y el montaje rítmico y apabullante, son todos ellos recursos que se podrían pensar mucho más acordes al género de comedia romántica en que se circunscribe esta película que a la tragedia que relataba Declaración de guerra. Pero la organicidad y honestidad de aquella dista mucho de la fútil propuesta de esta obra precipitadamente autorreferencial2.

Se aleja la directora francesa así de los primeros Truffaut y Godard cuyo aura e influencia se percibía en la historia de amor y lucha que llevaban a cabo Romeo y Julieta en su película predecesora, para acercarse a la melancolía del Gondry de Olvídate de mí (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004) y La ciencia del sueño (La science des rêves, 2006), la exaltación amorosa del Luhrmann de Moulin Rouge (2001) o El gran Gatsby (The Great Gatsby, 2013) y la reflexión íntima y vital de Jonze en su reciente Her (2013), pero sin obtener la conexión emocional de estos.

Main dans la main 3

Y además sin ofrecer algo más que una visión superficial del cuestionamiento amoroso donde el envoltorio prima más que el contenido. Por ejemplo, algunas escenas memorables como esa en la que Jojo interpreta la bella canción The man I love (Sophie Tucker, 1928) no ofrecen sino pequeños momentos de goce cinematográfico aislados en un relato que no evita caer en el melodrama más convencional hacia su desenlace, y que deja a sus protagonistas desasidos para encontrar por sí mismos la respuesta a sus preguntas.

“No es a ti a quien dejo, es a mí a quién debo buscarme”, dice Jojo casi al final de Main dans la main como pretexto para romper su hechizo. Lo que desconoce es que en la búsqueda Donzelli no le va a ayudar. Como los Principiantes de Carver (Beginners, Raymond Carver, 1981), ambos se quedan solos en su indagación mientras la directora francesa no cumple, al menos para la que escribe, las expectativas generadas tras su estupenda película anterior.

  1. Su papel de Joachim Fox en Main dans la main le valió a Jérémie Elkaïm el premio a Mejor actor en el Festival de Roma 2012.
  2. Donzelli redunda en Main dans la main en su propio universo recurriendo a escenas muy similares a las que utiliza en Declaración de guerra: véase la secuencia de baile en la discoteca de Jojo y su hermana cuasi idéntica a esa otra en que se conocen Romeo y Julieta, la relación lésbica entre sus protagonistas Hélène y Constance similar a la que mantienen la madre de Romeo y su pareja, o la inclusión, descontextualizada en este caso, del cuadro: “El origen del mundo” de Gustave Courbet, que se antojan reiterativas.
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