Maléfica

Huyendo del dictado de la leyenda Por Fernando Solla

What an awkward situation…Maléfica en La bella durmiente (Sleeping Beauty, Clyde Geronimi, 1959)

Reciclar es una acción medioambiental que muchos habitantes del planeta han asimilado cívicamente como un hábito rutinario que, sumado a la capacidad olfativa de las grandes productoras cinematográficas, se ha convertido hace ya tiempo en una gran oportunidad de negocio. A menudo, visto el resultado de Blancanieves (Mirror, Mirror, Tarsem Singh, 2012) o Blancanieves y la leyenda del cazador (Snow White and the Huntsman, Rupert Sanders, 2012) se delega la dirección del proyecto a realizadores más o menos noveles o provenientes de otros ámbitos, generalmente técnicos, del séptimo arte, confinando el éxito final del producto a la capacidad de convocatoria de la cabeza de cartel, véanse los casos de Julia Roberts y Charlize Theron. A pesar de las buenas intenciones, reciclar implica trabajar con un material que ya ha sido utilizado y convertido en residuo, y aunque el proceso de fundido con otros materiales similares suele ser visualmente muy atractivo (claro ejemplo el de Sanders), el nuevo producto manufacturado a partir de dichos remanentes residuales no siempre resulta estimulante.

Robert Stromberg, en cambio, prefiere reutilizar antes que reciclar. Es decir, volver a usar algo que aunque ya ha sido utilizado, todavía puede servir para crear un largometraje que funciona independientemente de su predecesor, aunque mucho mejor como su complemento.

Maléfica esconde tras su apariencia de spin-off al uso un replanteamiento de todos los personajes del film animado La bella durmiente (Disney’s Sleeping Beauty, 1959).Reduce a la mayoría de ellos a las bases esenciales del arquetipo que encarnan para construir el largometraje a partir de un único personaje y, por tanto, una sola interpretación, en este caso la de Angelina Jolie. Los créditos de Stromberg lo sitúan como el diseñador de producción responsable de los oníricos paisajes CGI de Oz, un mundo de fantasía (Oz: The Great and Powerful, Sam Raimi, 2013), Alicia en el país de la maravillas (Alice in Wonderland, Tim Burton, 2010) o Avatar (James Cameron, 2009), algo que en su debut en la dirección queda patente con un apabullante diseño digital que, sin embargo, recupera la profundidad y encanto de los antiguos fondos pintados del pasado analógico, marca de la casa.

Y es que a pesar de su empaque visual, Stromberg ha sabido pacificar o moderar un diálogo, evolutivo durante el metraje de Maléfica, entre el modo de hacer clásico y el contemporáneo. Prueba de ello es la relación entre las tres hadas buenas, Fittle (LesleyManville), Knotgrass (Imelda Staunton) y Thistletwit (Juno Temple), y la pérfida Maleficent. Digitalizadas las tres primeras, como ya lo fue Jolie en Beowulf (Robert Zemeckis, 2007), que en esta ocasión evitará que los efectos modifiquen en exceso su fisonomía, a excepción de unos estremecedores maxilares. Las tres hadas serán apartadas (literalmente) de un mágico manotazo por su oponente, considerada una amenaza para el reino de Stefan (Sharlto Copley) y sus ansias de conquistar el bosque y a todas las criaturas que allí habitan. ¿Las fuerzas del bien consagradas a la perpetuación del poder de los más acaudalados y las del mal a la protección del hábitat de las criaturas más variopintas y extraordinarias? Curioso planteamiento para una película Disney.

Maléfica

Lejos de quedarse en una leve reivindicación panfletaria, Stromberg y la guionista Linda Woolverton, reservan algunos momentos para la parodia autocrítica, burlándose del embelesamiento que deberían despertar los personajes mágicos habitantes del bosque, así como su fauna, en lo que acaba convirtiéndose en una pelea de lodo, que ensucia la intensidad de los colores digitalizados, así como los rostros impolutos de Maleficent y Aurora (Elle Fanning). Con esta actitud, más que beber de sus referentes, lo que pretende (y consigue) Robert Stromberg es orquestar una reflexión en imágenes del estado actual y el tratamiento (en formatos y contenidos) de los villanos de cuento en el audiovisual, ya se trate de la ficción televisiva como cinematográfica. De la segunda, hay infinidad de ejemplos. De la primera, los más evidentes tras el visionado serían Once Upon a Time (2011 – ), Grimm (2011 – ) y Arrow (2012 – ).

Rechazando la costumbre de trasladar a la actualidad a los personajes originales (y de paso olvidando cualquier referencia a los originales de Charles Perrault o los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm), Stromberg no abandona del todo los referentes literarios, focalizando y validando su revisión de las motivaciones de la malvada de la película a partir de la obra de Gregory Maguire, especialmente de su novela Wicked: Memorias de una bruja mala (Wicked: The Life and Times of the Wicked Witch of the West, 1995) y su posterior adaptación al formato teatral musical Wicked: The Untold Story of the Witches of Oz (Joe Mantello, 2003). De ahí recupera el cómo mostrar la historia detrás de la historia para colorear a la celebérrima villana de cuento de hadas (en aquél caso Elphaba, la malvada bruja del oeste) con un filtro más luminoso y empático, incluso simpático.

Bajo este mismo patrón, Woolverton ha urdido un guión (reducido en la sala de montaje) que, tras un esquematismo aparente, propone un juego elíptico a modo de rompecabezas con respecto al original animado: a excepción de la famosa escena del maleficio durante el bautizo de Aurora, todas y cada una de las escenas de Maléfica tienen sentido en la medida que contextualizan a la antagonista de antaño y rellenan lo que (vista la película que nos ocupa) se han convertido en los vacíos de la original. Reducida y traicionada por Stefan, su amor de infancia y juventud, para que él pudiera acceder al trono, Maléfica hechizará a la heredera a que se pinche el dedo con una rueca el día que la princesa cumpla dieciséis años y caiga en una especie de sueño eterno hasta que un beso de amor verdadero la despierte. ¿Amor verdadero?

Maléfica

“Permitidnos contar una historia de nuevo y comprobar hasta qué punto la conocéis…” Primera frase que oímos mediante voz en off de la narradora mientras la cámara nos adentra en el bosque encantado. El maleficio es perpetrado por una mujer humillada y vilipendiada. No sólo se ve rechazada por su primer amor sino que éste le cortará (literalmente) las alas, precisamente a los dieciséis, arrebatándole a la vez el tiempo y aquello que la hace distinta y por tanto poderosa, una amenaza para el reinado de Henry (Kenneth Cranham), precursor de Stefan. Pronto se arrepentirá del hechizo y progresivamente (y mediante inesperados toques humorísticos), la versión más cruda de la villana se convertirá en una suerte de hada madrina para Aurora. El hechizo se convertirá pues en el mayor aprendizaje y aquí, Stromberg enlazará con Frozen (Chris Buck y Jennifer Lee, 2013), el último éxito animado marca de la casa. ¿Existe el amor verdadero, único e incondicional? Y si es así, ¿será el príncipe de turno el que nos lo transmita mediante un beso furtivo, deslumbrado por un rostro desconocido, empujado por tres hadas que se autodenominan madrinas y no son más que las que mantienen el régimen del monarca? La relación establecida y reimaginada entre Maléfica y Aurora es sin duda, el gran hallazgo de la película. Y la resolución, una de las mejor elaboradas desde, precisamente, Wicked, la novela que, una vez más, ha influenciado a todas las revisiones de las malas del cuento.

Finalmente, destacar la labor de Angelina Jolie, capaz de transmitir todos los estados anímicos por los que pasa su personaje y siempre en el tono adecuado. Divertida a ratos, enternecedora, turbadora e incluso perturbadora, en otros, huyendo siempre de la caricatura y la pose más propia de un anuncio de maquillaje que de un largometraje sugestivo como el que nos ocupa. Su Maléfica es junto con el desarrollo del personaje de Diaval (Sam Riley) – el cuervo original convertido aquí en nigromante, mano izquierda, voz de la conciencia y alas de su patrona-, y, también, la reducción del protagonismo del príncipe Phillip (BrentonThwaites) a los mínimos que obliga el prototipo que encarna, son lo mejor de un largometraje que adolece (al contrario de muchos) de un excesivo uso de la tijera en la sala de montaje. Sobresale la delicadeza con la que Stromberg sabe mantener los fastuosos efectos especiales en segundo término cuando la historia lo requiere, sin renunciar a ellos cuando es necesario, con una grandiosa composición del dragón medieval que hace enmudecer, absorto, al espectador.

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Comentarios sobre este artículo

  1. ¿Por qué generalmente se buscar el «amor verdadero» entre un hombre y una mujer? Hay mucho amores verdaderos, y en este caso, la gente de Disney así nos lo hace llegar.
    También remarcable el cambio de enfoque de la historia, demostrándonos que siempre, en toda historia donde aparecen dos partes, cada una de ellas la puede contar de un manera. Un aplauso para Disney.
    Nosotros, la recomendamos
    http://hemosvisto.blogspot.com/2014/07/malefica.html

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