Maternity blues

Si Medea levantara la cabeza… Por Fernando Solla

“¿Qué cómo fue…?

¡Oh, no! ¡No me hagáis decirlo!

Que siento frío y miedo… Yo no quería

Si ni lo sé, cómo fue…”Fragmento de La infanticida (Víctor Català, 1898)

Los espectadores cinematográficos, a veces, sin pretenderlo, nos sometemos voluntariamente a ejercicios que ponen a prueba nuestra paciencia. Es decir, ¿en qué narices estaría uno pensando cuando se dispuso a ver una película que pretende únicamente por el hecho de colocar la palabra infanticidio en su sinopsis y escoger por título el término de una enfermedad situarse en las altas esferas de debate social y supremacía intelectual? Por si alguien se aventura a leer este texto, dejo claro desde ya mismo que Maternity Blues me parece una aberración. Cinematográfica, por supuesto, pero desde cualquier punto de vista que se intente analizar, lo único que desprende su discurso es demagogia. Quizá Fabrizio Cattani abrió un diccionario lingüístico y decidió convertir en imágenes el significado atribuido a ese término. Si es así, y sólo si es así, la película es un éxito. Si la intención, como sospecho, y aunque tengo serias dudas al respecto, no es ésta, es un auténtico despropósito.

Maternity blues 3

Para ponernos en situación, podríamos traducir maternity blues como depresión posparto, una condición (cómo nos asusta utilizar la palabra enfermedad cuando nos referimos a nuestra psicología y no al físico) transitoria que los aficionados a cifrarlo todo calculan que puede afectar aproximadamente a un setenta y cinco por ciento de las madres poco tiempo después del parto y que se manifiesta a través de síntomas ansiolíticos leves o depresivos. Que esa afección existe es evidente. Que nos llamemos Fabrizio Cattani e intentemos disfrazar nuestra ineptitud para hilvanar un discurso coherente sobre un tema espinoso y nos amparemos en un clásico universal como Eurípides, en concreto Medea (la que asesinó a sus hijos por amor y celos para vengarse de su marido) ya me parece un acto, como poco, irresponsable. Que una mujer, víctima de este o cualquier otro tipo de enajenación, asesine a su hijo por el motivo que sea nos parece un suceso que las implacables mentes de los guionistas considerarían susceptible de convertirse en material cinematográfico. Seguro que un realizador de prestigio se mostraría encantado de embarcarse en un proyecto de este calibre, ofreciéndole a una actriz de categoría la posibilidad de ganar infinidad de premios. Al mismo tiempo, los espectadores estaríamos encantados de deshidratarnos inundando de lágrimas las salas donde se proyectaría la película, conmocionados por la dureza (dosificada) de las imágenes y el argumento. Seguro que sí, y es muy probable que suceda en futuras ocasiones.

No ha llegado, con Maternity Blues, la feliz ocasión (por supuesto, cinematográfica).

Aquí un servidor, se emociona como el que más con los dramas desaforados cuando se convierten en material fílmico relevante o trascendente. Pocas veces suelo pretender que un autor traduzca fidedignamente mis ideas o argumentaciones al respecto de cualquier tema, pero lo que sí creo que debemos esperar todos, cuando las pretensiones son las que son, es que haya un afán por mostrar distintos puntos de vista (o posicionarse si se quiere en uno en concreto), plantear dudas, alternativas, planteamientos posibles, vías de escape… siempre a través de la ficción (a no ser que sea un documental). Es decir, construyendo unos personajes, profundizando en su psicología y caracterización, desarrollando una trama hasta llegar a un desenlace. Lo que se llama rodar una película, vaya. Cattani, en cambio, filma una batiburrillo de escenas inconexas y contradictorias. Situando la acción en una institución mental donde ingresa Clara (Andrea Osvárt) nunca llegaremos a entender si este grupo de mujeres espera juicio por los terribles actos cometidos o está allí como resultado del dictamen de un representante del poder judicial. En dicho centro se reunirán para contar su desdicha a modo de terapia (qué más da que algunas lleven allí un día o seis años) para explicar por qué están recluidas, reunidas en una especie de sala que intenta simbolizar tanto una prisión como un foro grecorromano. A modo de lastimosos flashbacks contemplaremos escenas de los ¿brutales? (seguro que lo son, pero la cinematografía de Cattani parece intentar embellecerlos y sublimarlos) crímenes de algunas de las chicas. De otras sólo se nos mostrará su actitud más o menos rebelde o sumisa en el centro. Otras tocarán la guitarra y protagonizarán una de las escenas más empalagosas que he presenciado en la gran pantalla (si algún otro damnificado ha visto la película sí, me refiero a ésa, la de la fiesta de Navidad)… Total, que al final todo parece una burla hiperbolizada de Inocencia interrumpida (Girl, Interrupted, James Mangold, 1999), pasada por el filtro de Eurípides, no nos olvidemos.

Maternity blues 2

La realización es no sólo decepcionante, sino impersonal, así como la fotografía y el montaje. Algunos intérpretes hacen lo que pueden, en contraposición a otros, que realizan una tarea simplemente vergonzosa (únicamente para perder el miedo al ridículo se entiende la defensa de estos personajes). Y en cuanto al guión, Cattani consigue con su labor en este ámbito, elaborar una oda al patetismo, justificando que a) si no tienes instinto maternal puedes caer en una depresión, asesinar a tu hijo y no por ello convertirte en una mala persona, pero sí ser una víctima de la sociedad que cree que te escudas en una depresión para esconder tu sed de sangre inocente; b) si eres el marido de la infanticida y no consigues ver que el acto en cuestión es una prueba a la que Dios te somete para hacerte comprender que el mal es algo innato en el ser humano, tienes un problema y c) puede ser que compartas alojamiento con alguien capaz de cortarle la lengua a una compañera como venganza a sus ofensas, que sin ninguna otra explicación hacia el espectador podrás sin duda afirmar que, a pesar de todo, estás rodeada de lo más cercano a una amiga que has tenido en tu vida.

Increíble pero cierto. Tanto o más como la Mención Especial a Fabricio Cattani en el Festival de Venecia 2011. Maternity Blues es, sin duda, una experiencia que nos obliga a reflexionar sobre la motivación que nos impulsa a asistir a una sala cinematográfica y sobre la responsabilidad social de todos estos artistas que lo único que ofrecen al espectador es bazofia amparándose en la libertad de expresión.

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