Mi loco Erasmus y Stories we tell

Atlantida Film Fest 2013 Por Esther Ferrer

-Mi loco Erasmus-

Aparentemente nada que ver, sólo un punto en común, dos documentales, ambos falsos. Mi loco Erasmus, film irónico, ácido, crítico, tiene esa extraña capacidad de hacernos sentir pillados en inocente descuido estético. A nuestra edad y con lo que llevamos visto. El documental que no lo es en realidad, no es la primera vez que lo hemos visto, pero puede tener algo de especial en este caso y lo tiene. Ese personaje, ese Dídac, es absolutamente verosímil: el creador insaciable, el artistazo que convierte en arte todo lo que su ojo ve, faltaría. El buen hombre que no trabaja, ni paga alquileres ni necesita relacionarse si quiera. Él, creador, vive por y para el arte y de su abuela y amistades, a quienes, convincente embaucador, les vende humo descaradamente. Grandes ideas con más auto marketing que contenido, obras totales de previsible no culminación. Dídac nos convence a nosotros también y lo hace porque sencillamente conocemos a otros como él; de iluminados improductivos las facultades de arte están llenas ( incluso algún despistado a ido a parar a alguna de letras ). Tipos que crean a todas horas pero especialmente de noche, tipos que siempre están a punto de despegar, tipos que, a lo sumo, lo único que comparten con poetas malditos y artistas suicidas es el olor a tabaco y alcohol. Tipos que lo que sí saben hacer es contarnos la historia de quién hubiesen querido ser.

 –Stories We Tell

Es otra cosa. En primera impresión parece que Sarah Polley trata de componer su rompecabezas familiar. Parece también que este se basa en la tensa relación entre sus padres, que a su vez radica en la figura de la madre, una mujer vibrante y de vida algo accidentada. Pero gradualmente, directora y espectador, van descubriendo que no se trata de un rompecabezas, sino más bien de una matrioska de secretos familiares. Si bien en este caso el documental no nos permite la duda sobre su autenticidad, ciertos detalles sí resultan paradójicos, cuando no sospechosos, como la capacidad de exhibicionismo no de la propia autora sino de su familia, la curiosa reacción del padre ante el secreto revelado o, sobretodo, la considerable cantidad de archivo fílmico sobre la madre, una tremenda suerte poder contar siempre con una imagen para los momentos clave de la historia.

Pero en ese preciso instante de sospecha Stories we tell se las arregla para llegar a donde quería. La directora hace acto de presencia como personaje y no sólo como autora, reflexionando, literalmente, acerca de la multiplicidad de versiones de un mismo hecho. Polley comienza compilando trozos de una historia para poder componerla y termina coleccionando versiones enteras de esa misma historia. Cada participante activo de esa historia tiene la suya, y cada participante pasivo también. ¿Existe pues una versión verdadera? Cómo averiguarlo. Todo el film corre en esa dirección: forma, contenido, luz, verdad, el absoluto. Una historia, por objetiva que pueda parecer, tiene, no sólo muchas caras, sino también muchas verdades.

Entonces, ¿es otra cosa? No tanto. Ambas películas proponen lo mismo, un sencillo documento de la ficción. Desde el humor crítico o desde el periodismo familiar, ambas bucean en sus respectivas búsquedas, en primera fase de inmersión (en un caso acerca de  una tipología humana, un Peter Pan de la estafa, en el otro, acerca de la verdad de la propia existencia). Pero más abajo, ambas  se adentran en otro tipo de investigación: tientan el límite narrativo, prueban la capacidad del ser humano de convencer y convencerse de la existencia de la verdad y de que esta pueda ser única.

Stories We tell 2

Stories We Tell

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