Mindhunter
Investigando la locura Por Roger Gonzàlez i Mercader
Y lo primero que recuerdo del resto de nuestro viaje fue oír entonar una histérica fórmula en la que yo solo, de todos los seres humanos, podría encontrar algo de sentido, aunque fuese pura locura
A estas alturas parece evidente la atracción que el personaje del asesino en serie ejerce en nuestro caótico mundo actual, un caos que solo parece entenderse a través de un personaje, nacido en los albores de nuestra era moderna 1 , que se ha convertido en una especie de condensación icónica perturbada de la modernidad y la postmodernidad.
En el mundo audiovisual el director norteamericano David Fincher parece haberse erigido como el cirujano en jefe de la psicopatía, no solo a nivel temático sino también dejando una potente impronta formal. Su filme Seven (1995) marcará la pauta del thriller de psicópata moderno, creando una atmósfera visual que será ampliamente imitada y en donde el serial killer Jhon Doe jugará un papel inquietante y determinante. Le seguirán films como El club de la Lucha (Fight Club, 1999), donde el trauma psicótico de la doble personalidad se aúna con la más radical crítica social; La red social (The Social Network, 2010), donde las sociopatías acompañan a los nuevos gurús/freaks de la informática, o la serie House of Cards (Beau Willimon, 2013 – actualidad), de la que Fincher es productor ejecutivo y alma mater de la pauta estética y formal de la serie, donde la psicopatía deviene ambición en la cúpula del poder político norteamericano. Pero será sobretodo el largometraje de Zodiac (2007) el que marcará las pautas básicas de la futura serie Mindhunter, donde la persecución de un asesino en serie por parte de policías y periodistas deja de lado el thriller trepidante de resolución fácil para sumergirse en una tensa y compleja investigación de callejones sin salida, un filme basado en el caso real de Zodiac, uno de los primeros asesinos en serie modernos que actuó entre 1968 y 1969 y el cual nunca fue descubierto.
Mindhunter
No es extraño, pues, que Fincher se sintiera atraído por el libro Cazadores de mentes: Mindhunter, escrito por John Douglas, el agente del FBI que ideó nuevas pautas de análisis para un tipo de asesino anteriormente catalogado: el que acabó llamándose asesino en serie. Tal nivel de material y potencial necesitaba ir mas allá de un largometraje de dos horas, por lo que Fincher ha recurrido de nuevo a la serialización televisiva (utilizada ya por el director y productor con House of Cards, y después del fracaso del remake de Utopia 2 de Dennis Kelly, 2013-2014 ) que, como ya viene siendo habitual en esta edad de oro, no tiene nada que envidiar al cine. Fincher se encargará de dirigir los dos primeros y los dos últimos episodios, marcando la pauta formal y estética de la serie (como hizo también con House of Cards) que tendrá a Joe Penhall como máximo artífice (guionista de la también cruda, intimista y postapocalíptica La carretera – The Road. Jhon Hillcoat, 2009), y al propio agente John Douglas como co-autor de los guiones.
Mindhunter abre sus títulos de créditos con toda una declaración de intenciones: una fría y metalizada grabadora será el objetivo testimonio de las atrocidades más inquietantes jamás perpetradas, mostradas a modo de destellos de imágenes. Una grabadora que recopilará las declaraciones de los asesinos en serie más perturbados que han existido jamás con el objetivo de entenderlos, analizarlos e intentar predecir comportamientos similares. Fincher se alejará del típico thriller de “policías persiguen psicópata”, para centrarse de forma obsesiva en el proceso de investigación, un camino tortuoso que incluye desde las trabas burocráticas del FBI, a los problemas personales de los agentes protagonistas, pasando por casos reales acaecidos durante la investigación y llegando, sobretodo, al meollo del asunto: la inmersión en la mente de los psicópatas. Sin flashbacks, sin destellos de imágenes tortuosas: solo largos y serenos planos en donde el psicópata relata sus ignominiosos actos a los agentes del FBI, contados a través de un amplio espectro emocional: desde la naturalidad más absoluta (inquietante Edmund Kemper) a la negación constante o el desprecio. Las escenas de entrevistas (más a sabiendas de su base real) desprenden una fuerza hipnótica, una repugnante atracción que, en manos de Fincher, nos sumerge en el oscuro mundo de la psicopatía sin necesidad de mostrar los hechos a través de imágenes efectistas, dejando al espectador atrapado en la escabrosa mente del psycho killer, del que no podemos (ni queremos) huir. La figura del asesino en serie, de hecho, impregnará toda la serie no solo con los momentos de las entrevistas (secuencias clave de los diversos capítulos) sino también en el inicio de cada episodio, en el que Fincher nos presenta, en forma de cortas y tensas secuencias, las metódicas y extrañas acciones de un futuro asesino en serie 3.
Mindhunter
Así pues Fincher impondrá de nuevo (como ya hizo en Zodiac, La red social o Millenium: Los hombres que no amaban a las mujeres – The Girls with the Dragon Tatoo, 2011 ) una forma especialmente idónea para el análisis objetivo aunado con la perturbación emocional, moviendo los personajes en entornos impersonales (hoteles, despachos), mostrados con estética frialdad y oscuridad mortecina, cargados de pálidos amarillos y tenues ocres, y utilizando constantemente planos generales, milimétricamente comedidos, generando una inquietante y distante observación al estilo del Haneke más Funny Games (Michael Haneke, 1997 y el remake del 2007). La puesta en escena de Mindhunter, en definitiva, crea una fuerte tensión atmosférica que recuerda la tristeza melancólica de los cuadros de Edward Hooper, unido a la promesa de una perversidad incipiente escondida tras la “falsa” superficie, al estilo de David Lynch.
Y es que Mindhunter es también un reflejo de los años 70, momento en que se llevó a cabo dicha investigación, años de crisis, no solo económica y social (crisis del petróleo, Vietnam, caso Watergate…), sino especialmente ética y moral, donde el despertar de la ingenua utopía que fueron los revolucionarios años 60 se convierte en una perversa pesadilla que tomará la forma del asesino en serie. Relación histórico-somática ya teorizada en el primer episodio de la serie, en la conversación que Holden mantiene con un colega especialista en psicología criminal:
– «Fíjate en la lista de hechos inéditos que han ocurrido en la última década y media: Un presidente asesinado, una guerra impopular que no ganamos, la Guardia Nacional mata a cuatro universitarios, (…) el Watergate, nuestra democracia se transforma ¿en qué? ¿De eso se trata? ¿Es una respuesta a tanta inestabilidad? (…) el mundo apenas tiene sentido, por eso el crimen tampoco»
Sirva Charles Manson como ejemplo máximo, que de fundador del grupo hippie “la familia” acabará perpetrando múltiples y aberrantes asesinatos. Unos años 70 que en la serie no solo se presentan con una fidedigna puesta en escena, sino también con un excelente trabajo de selección musical el cual, junto a los inquietantes diálogos, sitúan el sonido (como ya se apuntaba con la grabadora de los títulos) en igualdad de importancia ante la poderosa imagen atmosférica de la serie.
Mindhunter
La atmosfera, de hecho, oprime especialmente a los protagonistas de la serie, los agentes del FBI Holden Ford y Bill Tench, que llevaran a cabo el proceso histórico de establecer las pautas de los inicialmente llamados “asesinos secuenciales” término con el que se empezaron a definir a este tipo de asesino altamente psicopático que perpetra asesinatos reiterados. Y es que, como ya sucedió en Zodiac, aquí no se trata solamente de mostrar la radiografía insana del psicópata, sino también de observar como el proceso de investigación afecta profundamente a los que lo llevan a cabo, en un peligroso buceo mental a los territorios abisales de la locura. Ford y Tench serán una especie de contrastados buddy cops de trazo fino y cariz profundo; el primero, instigador de la investigación, se presenta como un metódico científico, una especie de Sherlock Holmes emocionado en encontrar una explicación para los bizarros comportamientos de los serial killers, un proceso que cree dominar y ante el cual se cree inmune 4. Tench, por su parte, con un hijo autista y problemas matrimoniales, será capaz de asumir su dificultad emocional ante las brutales entrevistas a pesar de su actitud de tipo duro. Sin olvidar a la psicóloga Wendy Carr, asesora de los agentes, perpetrada detrás de su fría y distante soledad.
Será, pero, el proceso personal de Holden (basado en el propio John Douglas) el más interesante de la serie, reservando un impactante final de temporada en el que sufrirá un ataque de miedo y ansiedad ante las amenazas del psicópata Edmund Kemper, aka “el asesino de las colegialas”, personaje de apariencia afable y conversación fácil, capaz de explicar sus terribles atrocidades con una normalidad pasmosa. El agente Holden perderá ante Edmund su armadura analítica y se desmoronará al darse cuenta de la más aplastante obviedad: por mucho que uno quiera distanciarse emocionalmente de sus objetos de estudio al final estos le devuelven la mirada, y detrás de esa mirada hay una mente aterradora. Una locura a la que se puede encontrar sentido, que puede ser reflejo de nuestras caóticas sociedades modernas analizables psicológica y socialmente, pero que es, al fin y al cabo, una pura locura preñada de oscuridad, capaz de penetrar en los abismos de nuestro yo y llevarnos a la más opresiva perturbación.
- Tesis que defiende especialmente Alan Moore en su formidable novela gráfica From Hell (con mediocre versión cinematográfica: Desde el infierno – From Hell. Albert Hughes, Allan Hughes, 2001) ↩
- Serie británica emitida por Channel 4 sobre cospiranoias apocalípticas que, por cierto, también presenta un interesante personaje psicópata. Fincher intentó llevar a cabo una adaptación norteamericana para la HBO que finalmente fue anulada por problemas de presupuesto ↩
- Aunque en la primera temporada aún no se le ha visto cometer ningún asesinato, se trata de Dennis Lyn Rader, que asesinó diez personas en Kansas entre 1974 y 1991. ↩
- Nótese que el personaje de Holden a menudo recuerda al Zuckenberg que Fincher nos presentó en La red social: nerds geniales con fuertes carencias emocionales. ↩
Me gustaría dedicar este artículo a Joan Miquel García, amigo de toda la vida con el que he compartido y aprendido un montón (y lo que nos queda!). Y entre las múltiples experiencias vividas, inolvidable ese Club de la Lucha que nos dejó nockeados.
Un abrazo Juanmi y gracias por tu amistad!